El presidente Trump se metió de lleno en la campaña electoral argentina. En lo inmediato, vendiendo dólares en el mercado oficial y el paralelo, para contener la cotización de la divisa y que se llegue a las elecciones sin sobresaltos en el mercado cambiario. En el mediano plazo, con anuncios de ayuda multimillonaria para el país. Un apoyo cuyos términos no están del todo claros, y que tras la reunión del martes pasado entre el equipo del presidente Trump y la comitiva del presidente Milei, quedó condicionado al resultado de las elecciones legislativas del domingo próximo. “Si pierde, no seremos generosos con la Argentina”, dijo Trump.
Una sentencia que suena a extorsión, o a una intromisión indebida en los asuntos internos de Argentina. Si Trump pensó que semejante frase asustaría a los votantes argentinos y los motivaría a apoyar al gobierno, hubiera sido recomendable que sus asesores le informaran mejor el perfil del votante argentino medio. No está claro que sea muy pro estadounidense. En el mejor de los casos, generará un efecto nulo; en el peor, provocará rechazo.
Durante la campaña legislativa de 2021 y la campaña presidencial de 2023, el candidato Milei había comprendido a la perfección las demandas populares insatisfechas y, gracias a una campaña astuta y a su carisma personal, logró una victoria inesperada y sorprendente para los políticos tradicionales.
Eran los tiempos en los que todo el espectro político comprendía lo que Milei llamaba “la casta”, de la cual no cabía esperar nada bueno: “una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre”, repetía en cada aparición pública. Milei encarnaba la novedad: anunciaba un ajuste doloroso, pero necesario para resurgir. Contra la lógica de “la casta”, para prometer tiempos malos resultaba perdedor, los votantes, hartos del fracaso, le creyeron y lo apoyaron.
La campaña legislativa de 2025 nos muestra otro Milei, más difícil de distinguir de “la casta” política. Dos años en el gobierno parecen haberle contagiado algunos vicios, y una campaña mal diseñada se ocupa de destacarlos. El primero, la confrontación ya no contra todos sino contra uno: sólo el kirchnerismo es el demonio. “Nosotros o los kukas” es el lema de campaña. El segundo es la publicidad que alcanzaron las sospechas de corrupción que alcanzan a su entorno íntimo y los candidatos de las listas de La Libertad Avanza. Nada que hubiera espantado a los votantes del kirchnerismo, pero que resulta desconcertante en el oficialismo. Las encuestas de opinión sugieren que La Libertad Avanza sigue al frente de las preferencias a nivel nacional, pero es probable que parte del entusiasmo de 20232 haya devenido resignación ahora, cuando algunos de los que voten violeta lo hagan por representar el mal menor.
La ayuda del Tesoro estadounidense demora la solución de un problema estructural: la incapacidad para acumular reservas, cuya solución probablemente sea una condición para cualquier desembolso posterior a las elecciones. Este es el tercer problema, quizás el más serio porque afecta directamente a la economía: puesto en campaña, el Milei modelo 2025 prefirió subordinar el plan económico a las necesidades de la política. Como hicieron sus predecesores, pisó el tipo de cambio para contener la inflación. Como ellos, lo logró gracias a artilugios como el blanqueo, un préstamo del FMI, el dólar-soja de tres días o, ahora, la ayuda del Tesoro estadounidense. El Milei de 2023 hubiera dicho que no podemos esperar que hacer lo mismo de siempre arroje resultados diferentes.
Fuente: El Entre Ríos