El profesor Alejandro González Pavón compartió, en las redes sociales, un extenso escrito donde recuerda este sábado se cumplen 157 años del asesinato contra el primer capellán que la Iglesia Católica tuvo en Villa Colón.
A lo largo de su relato, pondrá en valor la figura del presbítero Lorenzo Cot: “fue una sacerdote con una preparación intelectual sobresaliente para su tiempo”, destacó a la vez que marcó un elemento clave de su personalidad: “luchador incansable, con un carácter fuerte y de convicciones no sólo religiosas, sino sociales, le hicieron ganar varios enemigos en la zona que no compartían su pensamiento y proceder”.
Más adelante, entonces, llegó al día del triste desenlace: 2la tarde del 27 de septiembre de 1868, una persona solicita su auxilio espiritual para su esposa la cual estaba en estado de agonía. El clima de las amenazas ya era muy tenso y ese pedido era dudoso, pero, así y todo, él eligió ir. La realidad de la cuestión es que era una emboscada muy bien organizada”, definió el historiador.
En consecuencia, al llegar a una zona de descampado, “lo sorprenden alrededor de ocho hombres con palos en sus manos y comienzan a golpearlo de una manera desmedida, volteándolo al piso casi de inmediato llevándolo a la muerte”, afirmó y agregó que incluso “algunos relatos afirman que fue apuñalado ya muerto en el piso para asegurarse el hecho”.
A continuación, El Entre Ríos reproduce el texto completo de González Pavón:
LA NOCHE EN QUE COLÓN QUEDÓ A OSCURAS
Al cumplirse hoy 157 años del asesinato contra la persona del primer capellán de Villa Colón, el Pbro. LORENZO COT, les comparto un breve relato de lo que sucedió aquel día. Un relato que está compuesto por distintos testimonios de personas de la época (1868), los distintos relevamientos orales que hicieron los sacerdotes que estuvieron luego en Colón y que dejaron escrito como forma de documento.
El Padre Lorenzo Cot fue un sacerdote con una preparación intelectual sobresaliente para su tiempo (llegando a ser Doctor en Letras, egresado de la Universidad de Turín, Italia) y conocedor de las regiones alpinas de donde provienen la mayoría de los inmigrantes que llegaron a esta región, proceso en el cual, él tuvo mucho que ver.
Su temple piamontés lo destacó dentro del marco de la población del lugar. Luchador incansable, con un carácter fuerte y de convicciones no sólo religiosas, sino sociales, le hicieron ganar varios enemigos en la zona que no compartían su pensamiento y proceder. Cabe destacar que dentro del proceso inmigratorio que se gestó para esta zona de la provincia de Entre Ríos, también llegó población que profesaba la religión protestante. Esto implicó – en varios aspectos – algunos inconvenientes/conflictos con el clérigo no sólo por el aspecto religioso sino también por la organización social.Si se analiza detenidamente los documentos de la época (entiéndase, por ejemplo, las actas de las Junta de Fomento tanto de la Colonia San José como las de Villa Colón en sus primeros años, como así también la correspondencia del sacerdote tanto con el Gral. Justo José Urquiza, su superior religioso, el Pbro. Domingo Ereño e incluso con el propio Obispo, Mons. José María Gelabert y Crespo), podemos reconstruir el clima de tensión que se fue gestando en la zona desde 1859, año en que el Gral. Urquiza lo envía como su representante a Europa en busca de nuevos inmigrantes para que vengan a residir en esta zona. Esta designación no cayó del todo bien entre los miembros políticos que administraban la zona (Colonia San José). Según ellos, su proceder en Europa y la selección de inmigrantes para venir a América debían cumplir con ciertos requisitos que en realidad, tenían más que ver con disposiciones eclesiásticas que con el ofrecimiento mismo de quien representaba.
Por otro lado, debemos hacer mención a la peste del Cólera que se presentó en Villa Colón en los últimos meses del año 1867 y se extendió hasta los primeros meses del año siguiente. En ese contexto, el Obispo decide realizar una visita pastoral por toda la diócesis (abarcaba tres provincias) y solicita el acompañamiento del Pbro. Cot para realizarla, considerando su preparación intelectual. Y es así que Cot emprende el viaje con el Obispo visitando las parroquias, viceparroquias y capillas- Villa Colón para ese momento, enfrenta de lleno la epidemia del cólera y sin la asistencia espiritual. Las autoridades políticas de la Villa tomaron su ausencia como un acto de cobardía y que, a sabiendas (es un supuesto) de que se acercaba la peste, éste “disparó” del lugar para salvarse, dejando abandonada a toda la feligresía en los momentos que más lo necesitaban. Pues lo documentos (cartas) demuestran lo contrario. Es por eso que las autoridades, en virtud de esa realidad, solicitan al Párroco de C. del Uruguay, el Pbro. Domingo Ereño, pueda conseguir un sacerdote que supla al Pbro. Cot en su función. Es así que se designa como cura interino al Pbro. Blas Duarte, un sacerdote de origen paraguayo que para ese momento se encontraba residiendo en Concepción del Uruguay. Blas Duarte permanecerá en la Villa Colón ese tiempo de ausencia de Cot y cuando éste regresa del viaje, se lo encuentra de manera sorpresiva, ya que él no había sido notificado de este reemplazo. Es así que comienza a escribir algunas cartas tanto a su superior (Pbro. Ereño) pidiendo explicaciones, y notificándole su regreso y la solicitud de la devolución de las llaves de la Capilla. Blas Duarte en un principio se niega a devolvérselas, pues había entablado una amistad muy buena con las autoridades de la Villa y era simpatizante a sus ideas, pero tras un tiempo de idas y vueltas a los reclamos de Cot para retomar su puesto como capellán, consigue la devolución de la llave y su puesto.
Para marzo de 1868 ya el clima en Villa Colón no era nada favorable. El Pbro. Cot notificó al Obispo de lo sucedido en ese periodo, pues tenía encontronazos con algunas autoridades políticas de la Villa las cuales lo amenazaban con darle una paliza si no cambiaba su actitud de reclamo y posición frente a ciertas disposiciones.
Es así que agosto ya se transforma en un mes con muchas situaciones de violencia verbal. Al salir por las calles de Villa Colón era insultado por ciertas personas que no aceptaban su proceder ni pensamientos. Sin embargo, él no abandono sus ideales, ni mucho menos su fe, la cual representó con convicción en todo momento.
Aquellos inmigrantes que él mismo había traído desde Europa tanto para la Colonia San José como para Villa Colón (años después) lo reclamaban para que intervenga en ciertas situaciones que debían resolver con las autoridades.
Los distintos testimonios recabados, concuerdan con los siguientes datos: Siendo la tarde del 27 de septiembre de 1868, una persona solicita su auxilio espiritual para su esposa la cual estaba en estado de agonía. El clima de las amenazas ya era muy tenso y ese pedido era dudoso, pero, así y todo, él eligió ir. La realidad de la cuestión es que era una emboscada muy bien organizada. Al llegar a una zona de descampado, lo sorprenden alrededor de ocho hombres con palos en sus manos y comienzan a golpearlo de una manera desmedida, volteándolo al piso casi de inmediato llevándolo a la muerte. Algunos relatos afirman que fue apuñalado ya muerto en el piso para asegurarse el hecho. Los asesinos pudieron escapar del lugar del crimen con tranquilidad, ya que ese día no había autoridades policiales que los detengan. El cuerpo del Pbro. Cot quedó en el lugar hasta que unos de sus amigos, de apellido Converset dio aviso de lo sucedido, ya que lo había visto de lejos lo que había ocurrido, hasta que uno de los asesinos lo ve y le dispara con un arma de fuego, pero no le da. Su cabeza estaba casi destrozado producto de los golpes que había recibido. Lo pudieron reconocer por el testimonio de su amigo, y por la vestidura (sotana) y los elementos que llevaba consigo.
Su cuerpo fue trasladado el viejo cementerio de la Colonia San José (Colón no tenía) y acompañado por casi 2000 personas según relatan los testimonios de la época.
Al cerrarse el viejo cementerio de la Colonia e inaugurarse el nuevo (1878) sus restos son trasladados a este último y se construye una lápida en mármol con su nombre. En la misma fosa años más tarde sería sepultada una hermana suya, Susana Cot y su cuñado, Carlos Pons. En 1948, por decisión del Pbro. Narciso Goiburu, con expresa autorización del Obispo y familiares del Pbro. Cot, sus restos son trasladados a la ciudad de Colón, a un templete/mausoleo que se había mandado a construir expresamente con este fin, en el mismo lugar donde lo habían asesinado en 1868. Desde ese momento, sus restos descansan en ese lugar y hoy son un punto histórico importante para todos los colonenses, cuyo espacio fue puesto en valor en el año 2018 en ocasión de cumplirse el sesquicentenario de su muerte.
Profesor Alejandro González Pavón
Fuente: El Entre Ríos.