Violencia de género

"Mi exmarido me obligaba a tener sexo virtual con extraños"

La habitación matrimonial se encontraba en el primer piso de la casa de doble planta de Paraná, Entre Ríos. Tres paredes pintadas de color beige; la restante, detrás del cabezal de la cama matrimonial, de rojo. Sin cuadros colgados. Una TV de 40 pulgadas, un armario marrón hecho a mano por los dueños del hogar y una notebook encima de la cama. Ese fue el escenario en el que una mujer entrerriana mantuvo durante tres años sexo virtual con extraños, obligada y amenazada por su ahora exmarido.

La historia de Lorena (es un nombre ficticio, ella prefirió resguardar su identidad debido a la extrema intimidad del caso) se convirtió en un precedente inédito para la historia de la Justicia argentina en materia de violencia de género. El 15 de junio de 2017 se dictó por primera vez en el país una sentencia en contra de un hombre por obligar a su esposa a exponer su intimidad en un sitio de contenido erótico en internet.

Su actual exesposo, al que en la historia se referirá como Alberto (nombre falso también), fue condenado por la jueza del Tribunal de Juicios y Apelaciones de Paraná, Marina Barbagelata, a la pena de tres años de prisión y 360 horas de trabajo comunitario por el delito de "coacciones reiteradas". Se trató de un hito para la justicia en la lucha por la igualdad de género.

La pesadilla de los chats sexuales se produjo entre 2012 y 2015. Hoy, dos años y medio después de que finalizara ese calvario, Lorena se anima a hablar por primera vez de su pesadilla. "En ese momento no quería darme cuenta. Era como que las cosas iban cada vez a peor, pero no sabía cómo salir. No podía hablarlo con nadie", relató la mujer de 41 años.

"Yo era como un perro y él me pateaba todo el tiempo. Hacía cosas solo para complacerlo. Y la realidad es que no me estaba queriendo a mí misma, me hacía creer que valía algo y era justamente lo contrario", agregó.

El 2 de octubre de 2015, Lorena se encontraba en su casa de Paraná junto a Alberto y dos de sus tres hijos. Era media tarde. En un instante sonó el timbre. Eran investigadores de la Policía de Entre Ríos. Les comunicaron a ambos que debían hacer un allanamiento en el domicilio. Se llevaron las computadoras, celulares, discos rígidos, juguetes sexuales, prendas de ropa y diversas documentaciones de una oficina.

"Cuando entró la policía, Alberto me miró con cara de odio y me dijo: '¡Lorena, ¿Qué hiciste?!'. Ahí me encerré en una habitación, no quería tener más contacto visual con él", explicó.

El hombre no lo sabía, pero la joven se había reunido a escondidas esas últimas semanas con abogados y psicólogos del Estado entrerriano y representantes de la Unidad de Tratamiento a la Víctima del Delito. Había contado todo. Había relatado cómo durante tres años tuvo que exponerse desnuda y realizar actos íntimos ante desconocidos delante de una pantalla. Tres años en los que fue amenazada y violentada, tres años en los que desarrolló tal angustia que dejó de comer e incluso pensó en suicidarse.

Del idilio al control salvaje
La relación de Lorena y Alberto comenzó hace más de 20 años y respondió a la casi trillada historia de la niña de pueblo que es conquistada por el galán, apuesto y deportista citadino.

"Yo vengo de un pueblito muy chiquito ubicado a 200 kilómetros de Paraná. No digo el nombre porque hay familiares de allí que no saben nada de mi historia y todavía no junté coraje para contárselos", afirmó Lorena.

"Yo siempre fui muy tímida. Y conocí a Alberto en una de mis visitas a Paraná, cuando pasaba a ver a mi hermana mayor. Lo conocí en un boliche. Él era un chico muy lindo, seductor, medio ganador, todo un rugbier", dijo.

Al inicio de la relación, ella tenía 18 años y él 26. Un año después, Lorena quedó embarazada de su primer hijo, lo que la obligó a abandonar la carrera universitaria de ciencias económicas. Años después, desarrollaría su carrera como docente en escuelas secundarias.

"Al principio, cada uno estaba con sus estudios, no había una relación muy 'pegote'. Pero una vez que nació mi primer hijo y nos fuimos a convivir aparecieron los problemas. El tema del control constante y sus celos se hicieron imposibles de manejar", explicó Lorena.

Con el correr de los años, la vida de Lorena se esfumó de a poco, se redujo exclusivamente al ámbito del hogar, la familia directa. "Me empezó a prohibir tener una vida social. Y yo le hacía caso en todo. Dejé de visitar a mi familia, con suerte los terminaba viendo una sola vez por mes, y prácticamente tenía prohibido salir con amigos. Dejé de tener vida social", detalló.

"Para el resto del mundo, él era una persona simpática, le caía bien a todo el mundo. Pero en casa era un enfermo de celos. Lo peor es que para mí no era tan malo, yo era feliz de estar con mis hijos. Me daba cuenta de que se me cerraba el mundo, pero era como que no me importaba", dio a conocer.

El nivel de control por parte de Alberto llegó a niveles desmedidos. Le prohibió abrirse una cuenta de Facebook, pese a que se lo reclamaban en su trabajo, e incluso tener contactos masculinos en la agenda del teléfono: "ya no tenía amigos hombres y a mis compañeros varones de las escuelas debía anotarlos en la agenda con el nombre de una mujer".

El hombre tenía acceso a la cuenta de email personal de Lorena, así como revisaba diariamente todos los diálogos que ella mantenía con su celular.

Pasó el tiempo y las exigencias de Alberto llegaron a niveles insólitos: no le permitía regresar de uno de los colegios a su casa por la peatonal de Paraná, ya que "andaba de loca". Por lo tanto, ella tenía que desviarse varias cuadras. Nunca pudo definir la metodología, pero Lorena aseguró que su exmarido se enteraba siempre cuando ella faltaba a tal requerimiento.

En otra época, él trabajaba en una oficina lindera a uno de sus colegios. "Me sacaba fotos desde la ventana y me preguntaba ‘¿Por qué estás vestida así?, ¿Por qué no saliste al recreo?, ¿Quién es ese profesor con el que estás hablando?’", narró.

"Si no hacía lo que me decía, a la vuelta de mi casa había zamarreos o empujones e incluso algo que en su momento me dolía más: me ignoraba, no me hablaba durante horas. Y eso me ponía loca. Yo, en un punto, estaba enferma también. Solo pensaba en mantenerlo contento", afirmó.

Ya con el nacimiento del tercer hijo, la situación en casa era insostenible. A los episodios de control absoluto, se le sumó el trato denigrante: "durante varios años, se encargaba de arruinarme los cumpleaños con insultos. Una vez, cuando ya se habían ido todos los invitados y los chicos dormían, me llegó a decir: 'hoy me cogí a una'. Solo para hacerme daño psicológico".
El camino al infierno, delante de una pantalla
La relación de la pareja ya estaba completamente distorsionada para la llegada del 2012. Lorena ya se había asumido como un objeto dentro de la pareja. No se consideraba una persona con derechos. Definitivamente, se encontraba a merced de lo que Alberto quisiera. Y la aparición de los chats sexuales representaron un nuevo escenario para la humillación.

"Al principio nos habíamos enviado un par de videos entre nosotros. Yo pensé que eso iba a terminar ahí, pero acababa de empezar. Una vez él me reconoció que participaba en esos sitios donde se ven entre la gente y donde chatean de temas de sexo. A mí me ponía loca eso. Pero me ofreció que viéramos juntos lo que pasaba ahí", relató Lorena en medio del llanto.

"No recuerdo bien cuándo fue la primera vez que me obligó a participar en un video para otras personas, pero en su momento me hacía creer que también era un deseo mío. Cuando en realidad, yo solo quería complacerlo a él", agregó.

Alberto diseñó así un enfermizo y sofisticado sistema de conexiones entre las computadoras de la casa y desplegó todo un plan para cometer las vejaciones. Él controlaba lo que aparecía en cada computadora de la casa desde la pantalla de una notebook propia. Era un sistema denominado "All in one" (todo en uno).

Lo más extraño del caso es que el hombre nunca se encontraba dentro de la habitación donde su mujer realizaba sus videos y chats con extraños. Había desarrollado un sistema en el que él se encerraba en una oficina en la casa y miraba en su pantalla lo mismo que aparecía en la pantalla de la notebook de Lorena, dentro del cuarto.

La web de chats sexuales a la que acudieron fue una llamada cam4.com. Allí, el hombre creó un usuario llamado "Calentámela" y la expuso a su mujer como protagonista. Mientras tanto, en paralelo creó un perfil de Skype bajo el nombre de "calentamelaconchita".

Alberto compró consoladores y diversos tipos de juguetes sexuales. También se apeló a lencería erótica que Lorena ya tenía en su hogar desde antes.

"A veces, les escribía él a los hombres o me decía por mensajes de texto qué les debía decir a estos tipos. Incluso, tenía su cuenta en Skype para charlar con los tipos en paralelo a lo que yo hacía. Yo nunca mostraba mi cara, pero hacía todo lo que él me ordenaba", explicó Lorena.

Los "shows" sexuales a los que la mujer entrerriana era sometida podían durar varias horas de la madrugada. Según Lorena, había entre 10 y 60 hombres en cada sesión. "Eran casi siempre los mismos. Eran empresarios de Buenos Aires, empleados de hoteles. Me ofrecían regalos, viajes. Era espantoso", aseguró.

El sometimiento era definitivo. Alberto llegaba a despertarla en la cama entre las 0 y la 1 de la mañana de un día de semana y obligarla a hacer un show. "Si no lo hacía, aparecía la violencia. Generalmente me echaba de la cama y me obligaba a dormir en los sillones del living o en la cocina. Nosotros no teníamos sillones de dos o tres plazas, por lo que tenía que intentar dormirme sentada o juntar sillas. Pasé frío, calor y la verdad que no dormía nada", relató.

Por otro lado, la amenaza constante recaía en la divulgación de esa intimidad a los familiares queridos: "me decía que si dejaba de hacer esos chats, él había impreso varias páginas de su pantalla donde se me veía desnuda y que tenía pensado mostrárselas a todos mis hijos. Me aterraba la idea de solo pensar en eso".

Durante el allanamiento, se comprobó la veracidad de la amenaza. Esas páginas impresas fueron encontradas en un cajón cerrado con llave dentro de la oficina de Alberto.

Además, en una de las computadoras secuestradas se pudo comprobar que, durante uno de los “shows”, la pareja mantuvo un diálogo privado en la que ella hacía explícito su descontento: "yo no quiero hacer más esto. Quiero tener relaciones con vos. Por favor, no lo quiero hacer más", le dijo Lorena. A lo que Alberto volvió a reaccionar con violencia y amenazas.

"Una vez, mi hijo menor me vio durmiendo en el sofá y me dijo: 'mami, ¿por qué no te venís a dormir conmigo? Me quedé sin palabras, no sabía qué decirle".

Durante el primer año, participaba de un chat cada dos meses, pero ya en el último año se había transformado en una actividad rutinaria de la pareja: Lorena participaba de los chats sexuales unas tres noches por semana.

"Me empezó a afectar la salud. Durante el último año, lo único que quería era dormir. Y la mayoría de las veces accedía para poder dormir, aunque sea unos minutos antes de irme a trabajar. Había días que me obligaba a estar en internet entre las 12 de la noche y las 6 de la mañana. Si me negaba, podía generarse una discusión de horas".

Lorena contó que la situación más dramática se vivió un día en el que, ante una negativa, su exmarido sacó un arma y la amenazó: "no recuerdo lo que me decía exactamente. Sé que él gritaba sin parar y estaba descontrolado. Yo ahí cerré los ojos y en un momento pensé: 'bueno, que me mate… mejor. Así se termina todo".

El arma no fue encontrada en la casa durante el allanamiento policial, pero sí se encontraron proyectiles que coincidían con el calibre del revólver descripto por la víctima.
Adiós a la vida
Lorena ya llevaba dos años sin dormir y era humillada noche por medio por el propio hombre con el que compartía la cama todos los día de su vida. Resultaba paradójico que el mismo marido, preso de unos celos inusitados, era la misma persona que la obligaba a exponer su lado más íntimo ante desconocidos.

La falta de sueño y la tortura que representaban los episodios de sexo virtual la condujeron a despreciar su propia vida y a empezar a contemplar el suicidio.

"Ya en los últimos meses, la situación de no dormir era tal que dejé de comer. No era que buscaba matarme, pero no me entraba la comida en el cuerpo. Llegué a estar diez días seguidos sin comer. Solo tomaba agua y Gatorade para no desmayarme", describió Lorena, antes de romper en llanto por segunda vez en plena entrevista.

"En un momento llegué a pensar cualquier cosa. Incluso, hasta pensé en agarrar su arma y pegarme un tiro delante de la pantalla. Así lo veían los 60 tipos que me miraban y él en su computadora de la oficina que tenía en casa. No hice nada de eso solo por mis hijos, porque no quería dejarlos solos", añadió.
Las amigas, el escape
La situación terminó de explotar durante la primera semana de septiembre de 2015. Era un feriado pero Lorena debió acudir a uno de sus colegios para una capacitación docente. Alberto volvió a creer que se trataba de un engaño.

Durante toda la mañana, el hombre llamó al celular de Lorena y le mandó mensajes en diversos chats. Después de justificarse, Lorena dejó de responder a esas intimidaciones. Y Alberto entró en cólera. Según el relato de sus amigas en el juicio, Lorena ya se encontraba raquítica, con ojeras, desganada.

Lorena estaba con dos amigas cuando miró la pantalla de su celular y entró en un brote de llanto y desesperación. Se puso a mandar mensajes sin parar y a intentar hablar con alguien. "Alberto me había mandado un mensaje diciéndome que fuera rápido a la clínica Modelo, porque lo habían internado. Le pedí a una amiga que me acompañara y nos fuimos", relató.

Al llegar al centro de salud, corroboraron que ninguna persona con el nombre de su marido había ingresado allí. No era la primera vez que el hombre inventaba un problema de salud ante la falta de respuestas de ella.

De tal modo, Lorena se fue a su casa junto a su amiga. Una vez en su hogar, apareció Alberto, quien le recriminó: "¿Ves? Si me pasaba algo ni te enterabas, eh".

"Que se vaya esta negra", gritó Alberto, respecto de la amiga, quien le respondió: "la tocás y te denuncio". Luego se quedaron Lorena y su marido solos en casa.

"Estaba descontrolado. Me agarró el teléfono y me lo destrozó. Mis amigas se desesperaron porque no me podían contactar, no sabían qué me había pasado. Así, se contactaron con el Ministerio Público Fiscal y denunciaron que yo necesitaba ayuda".

A los días siguientes, Lorena recibió la visita en uno de sus colegios de los fiscales Leandro Dato y Valeria Vílchez. Luego, se sumarían las dos representantes de la Unidad de Asistencia a la Víctima del Delito, Araceli Ibarra y Marcia López.

Debido al estricto control que ejercía Alberto, se pactaron varios encuentros entre la joven y los investigadores en el propio colegio donde trabaja: "me venían a visitar y hablábamos en los recreos".

Después de dudarlo en varias oportunidades, las amigas convencieron a Lorena de expresar todo lo sucedido con los chats sexuales durante tres años. Se empezaba a construir el camino hacia el juicio contra su marido.

"Fue difícil aceptarlo. Fue difícil saber que durante el juicio se iban a dar detalles sobre todo lo que yo hacía delante de hombres desconocidos. Pero era algo que tenía que hacer, me lo debía como mujer y se lo debía a otras mujeres", explicó Lorena.
La violencia de género, presente
Durante el juicio, celebrado durante 2017, diversos especialistas hicieron hincapié en la presencia de un caso de violencia de género en los episodios de sexo virtual. Mientras desde la defensa del acusado se estableció que era un tema exclusivo de la intimidad de una pareja, la querella acreditó que Lorena fue víctima de un caso de violencia sexual.

La fiscalía puntualizó sobre el infringimiento del artículo 2º inciso B de la ley 26.845 de protección integral a la mujeres, en la que remite al "derecho de la mujer a vivir sin violencia".

Durante el juicio oral, se citaron extractos del libro "Violencia de género, violencia doméstica y responsabilidad por daños", que aborda la misma ley: "la violencia sexual no implica un abuso sexual, un acceso carnal, la ley es clara al respecto cuando dice que cualquier acto que implique vulnerar los derechos de la mujer a decidir voluntariamente sobre su cuerpo, es violencia".

También se hizo referencia a un texto emitido anteriormente por el Tribunal de Justicia de San José de Costa Rica en un caso similar que sentó precedente a nivel mundial: "la violencia sexual puede ser producida con o sin penetración vaginal y aún sin roces, mediante actitudes vejatorias de la sexualidad femenina, como la obligada a ser observada desnuda por hombres, obligada a ser vista desnuda por hombres y así mismo tener que practicar actos sexuales sobre su propio cuerpo y eso es violencia sexual y debe influir en la determinación de la pena".

Después de décadas de calvario, recién ahora Lorena se permite empezar a disfrutar su nueva vida. "Una vez que se dictó la sentencia, las chicas de unidad de Asistencia a la Víctima me dijeron que este caso había sentado un precedente para la Justicia argentina y que iba a ayudar a muchas otras mujeres del país", reflexionó con emoción.

Mientras tanto, la docente de escuela secundaria aún siente que tiene un enorme desafío por delante en la lucha por la igualdad de género, dentro del fuero interno.

"Mis tres hijos también son varones y todavía tienen una mirada muy machista de la vida. Es el ambiente donde se criaron. Hasta yo todavía las tengo. Mi misión en la vida es tratar de sanar eso y que ellos no repitan la historia de su papá. Los cuatro estamos aprendiendo", advirtió.

Durante la última semana, Lorena festejó su cumpleaños en su nueva casa. Estuvo acompañada de amigas y de sus tres hijos en un ambiente tranquilo, cálido, de libertades.

Si bien Alberto tiene una restricción perimetral de 300 metros respecto a ella, todavía sigue viendo a los hijos de ambos. Según la propia Lorena, el hombre inició una relación con otra chica, pero desconoce la dinámica de ese nuevo vínculo.

"Si ese día de septiembre no hubiera intervenido mi amiga, hoy yo estaría muerta. Estoy segura de eso. No porque él me iba a matar, sino que yo me iba a dejar morir. Yo les digo a las mujeres que estén pasando por algo igual que se dejen ayudar. No hay que tener miedo. El miedo paraliza", finalizó.

Fuente: Infobae