Simplemente de aquí

No hay plazo que no se cumpla, ni “plaza” que no se acabe, ni deuda que no se pague

nmendamos de esa manera aquello que sentencia el Martín Fierro, como si fuera una verdad inconmovible, cuando se sabe que siempre no es así. Sin embargo, en lo que es una de las tantas confirmaciones de ese enunciado, en la ciudad de Colón, se ha dado término exitosamente, luego de un incontable número de décadas, a la construcción de la plaza Artigas.

La misma, que debió haber quedado del todo hermanada con su gemela la plaza Washington ya que, en principio, debía haberse vinculado a ambas con una plazoleta con el busto Urquiza, instalado en el lugar. Busto el cual, en lugar de dejarlo donde estaba, se optó por trasladar a la nueva plaza, mucho antes que la misma terminara de ponerse en valor. En una muestra de hasta donde, por la escasa creatividad de nuestros urbanistas, se prioriza el tránsito vehicular al respeto a los próceres. Por fortuna, de cualquier manera, la plaza se salvó de una catástrofe mayor, ya que, en algún momento, hasta se pensó construir en ella la Estación Terminal de Ómnibus.

Algo demostrativo de la poca importancia que las autoridades municipales asignan muchas veces, a la existencia de numerosas plazas que dan una mejor calidad de vida a las ciudades. Circunstancia que en el caso de Colón queda confirmado cuando a otra potencial plaza, que inclusive su terreno había sido adquirido con ese objeto, la “desplazó” el edificio de la Estación Terminal, que allí terminó construido. De donde no debe extrañar que en la ciudad de San José se intentara cometer el mismo pecado, tal como se informara, construyendo “en lo que es ya una plaza” disfrutada por sus vecinos, el edificio de otro hospital. Es lamentable que las administraciones municipales no den a las plazas el valor que ellas tienen, dada su incidencia en la calidad de vida del vecindario en lo que es un “espacio público de cercanía”, algo que no siempre son otros paseos públicos, como es el caso de los parques, o los espacios ribereños, sin contar los “polideportivos”, todos ellos tan importantes.

Una afirmación que se ve corroborada por el hecho que resulta inusual, la existencia de plazas fuera de lo que es "el casco histórico" de nuestras ciudades y villas, consecuencia de la ampliación de su planta urbana, paralela a su crecimiento poblacional. Como una cosa lleva a la otra, no podemos dejar de dejar sentada nuestra postura, acerca de si las plazas deben ser, o no, lugares “sombreados” –debería quizás utilizarse el término “sombrías”, pero esa asociación nos lleva a lo “tenebroso”- algo a lo cual, entre nosotros, no parece dársele la importancia debida. Nuestra opinión, que se inclina a la conveniencia de contar con plazas íntegramente arboladas con ejemplares de especies de hojas caducas, tiene su fundamento en el hecho que “el sol pega cada vez con más fuerza” en la época estival, algo lleva a no resulta tentador para nadie si se piensa no solo sentarse en un banco, o pasear por ellas durante el horario diurno, al menos durante los tórridos días del verano.

Se trata de una cuestión no menor que, en nuestro parecer, no es otra cosa que una falencia cultural, que se percibe al pasar por plazas públicas ubicadas en muchos lugares de nuestra geografía provincial. Cuando en ellas encontramos, independientemente del esmero con que las mismas pueden estar cuidadas, que están “vacías” de árboles, al menos más allá de su periferia. Es por eso que, aunque ejemplificar siempre viene acompañado del temor de incurrir en una injusta omisión, no podemos menos que destacar, limitándonos a nuestra comarca, los casos de la plaza Ramírez de Concepción del Uruguay, o las de las plazas principales de San José y San Salvador, en las puede verse manifestada nuestra tesis con sus magníficas arboledas.