Opinión

Otra vez en la lucha

Otra vez en la lucha era la frase que escuché entre mis colegas docentes universitarios, cada vez que se saludaban en la marcha de este jueves. Claro en 2001 yo era un joven estudiante, y también me encontré protestando en defensa de la educación pública y gratuita, ahora me toca en otro rol, siendo docente y caminando junto aquellos que peinan canas, y mostraban ese sabor amargo, del ir y venir de la historia cíclica argentina, donde siempre la educación recibe esos injustos golpes, denostándola, denigrándola y relegándola a la mediocridad.

Mientras íbamos transitando las calles de nuestra ciudad, ante la mirada de nuestros vecinos me surgían algunas preguntas ¿pensarán que somos unos ignorantes que queremos plata y no trabajar?, o tantas frases que se usan para deslegitimar el reclamo social. Pero marchábamos doctores, magisters, especialistas, profesionales universitarios, investigadores, y muchos pero muchos jóvenes que están cursando diferentes carreras universitarias.

Porque tal vez muchos desconocen pero la carrera académica no termina nunca, y peleas años pero muchos años para llegar a ser titular de cátedra, dejas horas, días, meses y años en eso, ciento de miles de horas de estudios, especializaciones, maestrías, doctorados, pos doctorados, investigaciones, publicaciones, viajes, exámenes, muchos concursos, muchas derrotas, pocas victorias, y becas insuficientes, que implican esfuerzos, pero hay algo más grande que nos motiva, que es la vocación.

Pero la vocación no puede ser la excusa para desguazar la universidad, no puede ser el motivo para tapiar las puertas y ventanas de la educación superior, desfinanciándola, con el único fin de ajustar, y ajustar. Impidiendo la transformación social ascendente, donde un hijo de un laburante – como es mi caso- pueda ser profesional.

Nunca estuvimos bien, hemos estado mejor, pero siempre la educación universitaria la viene remando de atrás, y por eso no debemos permitir ningún retroceso, porque somos el presente, pero por sobre todo el futuro del país. Somos quienes debemos generar el pensamiento crítico, y alternativas reales de desarrollo, generando conocimiento, y formando profesionales con conciencia social.

Era una rara sensación la de marchar con mis alumnos, verlos organizados, convencidos, pero por sobre todo defendiendo los mismos ideales que uno les trata de transmitir todos los días, en el aula, en cada conversación. Son libres, y defienden su libertad, y eso es fundamental, admirable, incluso sabiendo que con muchos de ellos nos distancian posicionamiento ideológicos, pero acá la causa es común.

Nunca hice un paro en mi vida, no lo quiero hacer, porque siento que es serle funcional justamente a aquellos que ven un gasto en la educación, y termino perjudicando a mis alumnos, quienes se pierden horas de clases, las cuales difícilmente recuperen.

Pero sí me sumo a todo reclamo, empezando desde mi libertad de cátedra que defiendo a capa y espada, porque no sería yo, si debiese silenciar mis ideas para ser políticamente correcto, porque siempre he sabido cual es el límite y ese es mi libertad de pensar, de criticar y de generar mis propias ideas. Por eso marché y seguiré marchando, porque creo que debemos protestar, visibilizar aquello que tan libremente se justifica.

Yo elegí la educación pública para transitar el secundario, me siento orgulloso de ser un egresado de Comercio n° 2 “un sentimiento” un sello que todos identificamos quienes estudiamos en la UTN, con las carencias de una escuela que no tenía edificio propio, con aulas pegada al baño, sin ventilación, pero avanzamos.

Elegí estudiar en la universidad pública Nacional del Litoral – en la cual hoy me encuentro investigando y dando clases de posgrado- y soy ya hace una década prácticamente docente en UNER, una facultad que me trajo mucho pero mucho sacrificio, grandes amigos, aprendizajes, y en la cual me siento feliz, sólo mi familia sabe que he rechazado ofertas económicas muy importantes por dar clases, al punto que no llega a ser el 10% de la remuneración que hubiese podido percibir, pero elegí a la universidad pública, y no me arrepiento.

Pero que tenga esta pasión, que elija renunciar a muchas cosas, no significa que sea cómplice con el silencio, que me sea indiferente el ajuste a la educación, porque cada lunes y miércoles hay 254 alumnos que me esperan y quiero que ellos tengan el mismo derecho que yo, pero por sobre todo cuando llego a mi casa miro a Mateo y Sofía y deseo que ellos también puedan elegir estudiar en la Universidad Pública, por eso marcho.

Otra vez en la lucha, la universidad sale a la calle, y con ella el presente y el futuro de una sociedad, de un pueblo, de aquellos que se atreven a soñar, y no bajan los brazos, no seamos indiferentes, digamos no al ajuste en educación.