Simplemente de aquí

¿Por qué Pueblo Liebig sí, y no nosotros?

Esa es la pregunta que se formulan, al menos, algunos habitantes de El Brillante. Es que, como es sabido, aunque sin contar con cifras precisas, los recursos de los habitantes de la histórica “localidad factoría”, crecieron positivamente desde qué, de ser su institución rectora una Junta de Gobierno pasó a ser una Municipalidad, al convertirse su planta urbana y su zona subrural en un Municipio.

Es allí donde se hace presente una pregunta que admite, sin que la equivocación se haga visible, dos respuestas: ¿es El Brillante “un pueblo” o solamente “un barrio” de San José? Una pregunta en serio, a diferencia de aquélla otra circunstancia, en los tiempos en que los vecinos de Colón y San José, celosos de sus identidades tan parecidas y a la vez distintas -dicho esto remedando a Borges- intercambiaban pullas, diciendo que “los otros”, vivían en el “barrio del puerto” o en el “barrio de la estación”, de una comunidad convocada desde el vamos a convertirse en una única área urbana. Un entredicho juguetón, el cual perdió su razón de ser, cuando Colón dejó de ser un puerto, y San José una estación de ferrocarril, viniendo de la manera más cruel a volverse algo que no tenía por qué ser así, a acabar con ese apenas ácido entredicho verbal.

Pero volvamos “al primer dilema”. El que tienen que enfrentarse los vecinos de El Brillante, de modificarse institucionalmente su pertenencia, y su consiguiente identidad. Ya que ello se traduce en la necesidad de contar con un nuevo patronímico o gentilicio con el que se designe a sus habitantes. Así, la regla en materia es extender la “palabra madre” – en este caso “brillante”- con un sufijo entre los que se puede elegir: “eno, -eño, -edo, -ejo, -ino, -lita, -és, -aco, -ero”. Algo que daría la posibilidad de elegir, al menos entre “brillanteno”, “brillantino” o “ brillanteño”, ya que al menos a nosotros no nos caer bien ni “brillantés”, “ni brillantero".

El segundo problema, tampoco no menor, es establecer los límites del hipotético municipio. No habría mayor discusión en considerar al norte al Arroyo Perucho Verne; pero sí en todos demás. ¿Sería al Este el Río Uruguay, en cuyo caso su área territorial incluiría el paraje La Calera y la planta industrial de Las Camelias y de allí una línea que vaya desde ese río hasta la ex ruta 26? Todo está por verse, inclusive lo primero; que es hacer o no de lo que ahora algunos consideran barrio, lo que otros ven como un municipio todavía nonato. Todo lo cual, “yendo a los bifes”, como por allí gráficamente se dice, es cuestión de “plata y de votos” que pasan a direccionarse de otra manera. Por qué entre los que tienen que decidir la cuestión que debería importar, cual son los deseos del vecindario y lo institucional es una cuestión menor. No en balde se puede escuchar – sin que sepamos si es verdad, aunque de serlo no provocaría extrañeza- que se “ha metido un poco la mano” en algún caso donde no daban los números de habitantes exigidos para conformar un municipio, para poder salvar el obstáculo. Lo que viene a mostrar qué en ciertos casos, cuando se quiere se puede...

En tanto este relato, contra lo que se puede suponer, no es una cuestión lugareña, ya que en nuestra provincia estamos seguros que son una cuantas las situaciones parecidas, con “desmembraciones” en danza”.