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Tras la inundación, así quedó Concordia

El barro característico del río Uruguay dejó marcas difíciles de borrar. El color marrón empapó los pisos y transformó a la ciudad en un lugar que parece abandonado a su suerte. Mirá las fotos.

Varios factores sucedidos a lo largo y ancho de la cuenca del río Uruguay coincidieron para que, durante junio, Concordia sufra una de las peores inundaciones de la historia reciente. No hubo forma de detener al agua que, a una velocidad impactante, no dejó de crecer e invadir varias calles de la zona de la costanera y el barrio Puerto.

El lector Luis Acosta, con su cámara en mano, pudo capturar diversos momentos del proceso: desde los primeros evacuados y el pico máximo de la creciente hasta el difícil retorno y las duras marcas en pisos, pastos y muros.

El pico máximo de la creciente se dio el 13 de junio, momento en que en el puerto se marcaron 14,7 metros de altura. Aún así, cabe destacar que el cauce se mantuvo por encima de los 14,5 desde el 10 al 15 del mismo mes, comenzando luego una pronunciada bajante que se mantiene hasta hoy.

El nivel del agua, abarcando varios hogares, es impactante. El cauce tapa puertas en lugares por los que los vecinos han caminado varias veces, garajes lucen inutilizados y completamente inundados. Los botes se estacionan a la vera de los muros como si Venecia se hubiese trasladado al litoral argentino.

Mientras la mayoría de las familias tuvo que rescatar sus cosas y evacuarse, otras pudieron resguardarse en la planta superior de sus hogares y utilizar las ventanas como ingreso improvisado. Así también cumplieron las funciones de vigías del barrio en un lugar en el que las noches se vuelven eternamente oscuras.

Para el 24 de junio, los vecinos del Nébel ya podían dirigirse al centro sin tener que dar la vuelta por la avenida San Lorenzo, ya que el Manzores dejó al descubierto el paso por avenida Castro. Así como el parque de la costanera, todo el entorno lució marrón, sucio y plagado de un olor que costaba tolerar. En apenas unos días, el panorama pasó de acuciado por la naturaleza a abandonado por el hombre.

Ahora sólo queda el duro trabajo de regresar lo afectado a un estado digno para vivir, eliminando la suciedad atrapada a los ladrillos y verificando que la fauna característica de estas situaciones decida no apropiarse del refugio descubierto. Así, sólo queda un interrogante: ¿quién los ayudará a volver?



Fuente: elentrerios.com