En el acto del viernes 22 señalé dos propósitos fundamentales que tenía el Centro Cultural Justo José de Urquiza, para crear el Museo de la Organización Nacional – Casa de Urquiza, que son el de recuperar del olvido la figura política del general Urquiza y el segundo el de comprender una etapa fundamental de la historia argentina, cual es el de la Organización Nacional. Este abarca desde el triunfo de Caseros el 3 de febrero de 1852 hasta el gobierno de la generación del 80 en 1880, en donde se produjeron cambios fundamentales en la historia argentina.
Por Héctor Fidel Rodríguez (*)
Relacionado con el primer propósito, considero a Justo José de Urquiza un Padre de la Patria, junto con Belgrano y San Martin, que lucharon por la independencia de nuestra patria en el sentido que le dan los Norteamericanos a los próceres que participaron en la revolución de las 13 colonias americanas contra Inglaterra a partir de 1776 y también a las personalidades que tuvieron destacada actuación en la sanción de la Constitución de ese país en 1786, como por ejemplo Washington, Jefferson, Madison, Hamilton, Adams, etcétera.
Urquiza se hace merecedor a esta distinción porque en 1852, reuniendo todo el poder del país, no lo destinó a crear una nueva tiranía, sino a organizar el país. Es decir que lo que caracteriza a nuestro prócer es “la forma” en que ejerció el poder, para llevar adelante proyectos que ya reclamaban vastos sectores de la sociedad y no para someter a los que no pensaban como él, imponer miedo y silencio, disparar arbitrariedades, cooptar el Estado, alejándonos del norte de toda actividad política, que es el de la transformación de la sociedad, teniendo en cuenta el interés común y el bienestar general, como reza magistralmente el preámbulo de la Constitución Nacional. Estas diferencias, no siempre han sido comprendidas y menos aprendidas en este país, el que se toma solo como un enfrentamiento de sectores del Rosismo y el Urquizismo, como en un clásico de un partido de fútbol.
En el poder “para”, como lo concibió Urquiza, se llevaron a cabo proyectos, transformó realidades dolorosas, convocó a empresas y experiencias plenas de sentido y trascendencia. Utilizó todo su poder, su capacidad y decisión política y militar en la Organización Nacional, que plasmó en una Constitución que no fue un traje a medida, porque en definitiva se subordinó a ella. Esta actitud patriótica le costó, incluso, la vida.
Termino esta nota con una frase del filósofo Baruch Spinoza, que le da sentido a nuestro proyecto: “la actividad más importante que un ser humano puede lograr es aprender para entender, porque entender es ser libre…”
(*) Héctor Fidel Rodríguez es Abogado. Miembro del Centro Cultural Justo José de Urquiza, de Concepción del Uruguay
Fuente: El Entre Ríos