¿Qué pretende ver Fabiana en la televisión? ¿Acaso algo prohibido? ¿O tal vez algún evento tan insignificante que solo a ella le importa? ¿O será que procura ver eso que presuntamente no "vende"?

Los que venimos de épocas en que apenas si teníamos dos o tres canales para ver, algunos de los cuales eran uruguayos -mi eterna gratitud al Canal 3 de Paysandú que acompañó las meriendas de mi niñez, si se me permite la digresión-, nos resulta tentador suponer que en la TV de hoy, saturada de señales de todos los pelajes, está "casi toda" la realidad social. ¡Vana ilusión!

En la comunicación y en la cultura, como en tantos otros órdenes de la vida, cantidad no es sinónimo de calidad. Y variedad en las formas y en los matices no es exactamente lo mismo que un genuino pluralismo de fondo.

Pero volvamos al interrogante inicial: ¿Qué busca Fabiana? ¿Es un capricho lo suyo o, muy por el contrario, su deseo apunta alto, intenta poner en vidriera algo que nos haría bien a todos mirar?

Hay que decir que Fabiana Osuna es maestra. Egresó del Profesorado de Enseñanza Especial en el Instituto Carolina Tobar García, en Concepción del Uruguay, y ejerció en escuelas de Concordia. Por ejemplo, Cerem, Especial Número 1 y Juan XXIII.

Más importante aún que estas precisiones formales es que Fabiana es una apasionada de la integración de las personas con capacidades diferentes. No sólo porque resultó algo positivo para su vida hacer algo por ellas desde el aula. También experimentó la verdad que encierra aquello de San Francisco de Asís: "dando se recibe..." Sabe que recibió mucho de los (mal llamados) "discapacitados", que aprendió mucho de ellos. Es consciente que hay en esas personas un tesoro de humanidad que urge rescatar en tiempos de creciente deshumanización.

"Escribí algo sobre la Televisión argentina y los Juegos Paralímpicos", me provocó desde lejos, con tono imperativo, unos 10 metros antes de llegar a mí lado.

"¡¿Por qué no los pasan en ningún canal?! Recorrí toda la grilla y te aseguro que no hay cobertura, salvo alguna noticia aislada. En otros países no es así. Es una pena. ¡Hay tantos modelos para imitar allí! ¡Tantos ejemplos maravillosos de superación!".

Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imágen

Yanina Andrea Martnez, medalla de oro Agrandar imagen
Yanina Andrea Martnez, medalla de oro
Vale remarcar que Fabiana se lamenta más por nosotros, los presuntos "capacitados", que por los "discapacitados". Le apena que nos estemos perdiendo un acontecimiento que ayudaría a nuestra educación, que acrecentaría nuestra conciencia acerca de la extraordinaria dignidad de la vida humana en todas sus formas.

Sentí que su queja daba de lleno en un sistema informativo cada vez más economicista, regido por la ley de la oferta y la demanda, que descarta aquellos contenidos que -supone- no venden, aunque a la par se machaque hasta el cansancio contra toda clase de discriminación.

Pensé que en casos como estos el rol complementario de los medios del Estado puede y debe resultar decisivo, siempre y cuando no caigan también ellos en la mercantilización más cruda.

E inevitablemente me pregunté a cuántos otros actores de la vida social ignoramos, no vemos ni queremos ver, a qué otros acontecimientos les damos la espalda.

Martín Caparrós sostiene en su libro "Lacrónica" que "periodismo no sólo es contar las cosas que algunos no quieren que se sepan. Periodismo es, cada vez más, contar las cosas que muchos no quieren saber. Porque creen que no les interesa. Porque no se pusieron a pensar en ellas. Porque nadie se las contó bien".

"La información —tal como existe hoy, agrega Caparrós— consiste en decirle a muchísima gente qué le pasa a muy poca: la que tiene poder. Decirle, entonces, a muchísima gente que lo que debe importarle es lo que les pasa a ésos. La información postula —impone— una idea del mundo: un modelo de mundo en el que importan esos pocos. Una política del mundo".

Insiste: "El periodismo de actualidad mira al poder. El que no es rico o famoso o rico y famoso o tetona o futbolista tiene, para salir en los papeles -o en las pantallas-, la única opción de la catástrofe: distintas formas de la muerte. Sin desastre, la mayoría de la población no puede - no debe— ser noticia. A menos que se funda en esa forma colectiva, aglomerada, que llamamos estadística".

Caparrós hunde todavía más el bisturí cuando describe algo así como un círculo vicioso: "te doy basura, te entreno en la lectura de basura, te acostumbro a la basura, me pedís más basura, te la doy".

Pero volvamos a Fabiana, la que vino a mí cual si fuera una cura imprevista para mi amnesia, a recordarme que hay un mundo que no estamos -que no estoy- mirando. Un mundo al que urge volver a prestar atención para que nos rescate del utilitarismo, que haga de antídoto ante la cosificación de lo humano. Un mundo, el de las personas con capacidades diferentes, que nos invitar a redescubrir el valor sagrado de TODA vida humana, desde el primer instante de su concepción.

Enviá tu comentario