Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
He escuchado repetir hasta el cansancio que “el general”, como también me dicen que en sus tiempos era conocido, y que por lo mismo me siento eximido de nombrarlo por su apellido -aunque como ustedes deben saber, sus nombres de pila eran Juan Domingo-, en uno de sus momentos más felices de su siempre memorable oratoria, acuñó esa estupenda frase, que más que una frase es un axioma, y más que eso es el núcleo de lo que, por mi parte, compartiendo en este caso su visión -cosa que debo reconocer que no ocurre siempre-, considero un estilo de vida y norma eliminar de cualquier comportamiento; frase con la que ha enseñado al mundo que todo debe ser mirado, valorado y hecho “a su medida y armoniosamente”.

Por otra parte, de él no se podía esperar menos, ya que entre sus muchas habilidades y por qué no también mañas que se extendían por los 360 grados de este mundo que, según he escuchado también decir y que habría sido dicho por otro, que es ancho y ajeno, “el general” contaba también la de ser un buen filósofo.

No en balde le había tocado todo lo que digo y voy a decir se me ha contado, en la época que se conoce como su “etapa joven”, o sea la primera; con sus dos presidencias a cuestas, organizar en Mendoza algo así como el primer Congreso Mundial de Filosofía.

Todo a su medida y armoniosamente. ¿Creen ustedes que puede haber una mejor forma de encarar nuestra corta y siempre castigada existencia? No en balde me dicen también, que esa frase le gustó tanto a Aristóteles que al enterarse de ese feliz acierto, la hizo suya y él también consideró apropiado enseñar que todo debería ser a su medida y armoniosamente.

Es por eso que, si bien no sé si también Menem, ese riojano de teflón -como son los riojanos de ley, ya que de otra manera no se explica que puedan aguantar la dureza de su clima-, conocía esa frase, él que había leído por su parte y seguramente para no ser menos los libros de Sócrates; ese Sócrates maldito que entre tantas falluteadas hizo una que lo pinta de cuerpo entero, cual fue me han contado que, al ser condenado por los jueces por subversivo a morir drogándose con cicuta, prefirió morir como ateniense en su ciudad que era precisamente Atenas, haciendo el sacrificio de ingerir lo indigerible, en lugar de mudarse a un cómodo exilio, como lo habían planeado sus discípulos amigos.

Es por eso que me digo que, aunque pueda ponerse en dudas que el incombustible riojano, sobreviviente de tantas peripecias, no pudo haber leído a Sócrates porque como debiera haber sabido que Sócrates no escribió ningún libro, sino que su enseñanza no solo era personalizada sino también verbalizada, y al parecer fue ajeno a esa manía de los escribidores, pero aunque Menem no haya podido leer libro alguno que hubiera escrito Sócrates, porque el cicuteado no había escrito ningún libro, de cualquier manera no estaba al respecto como en la mayor parte de las cosas mal rumbeado.

Porque hay que decir que Menem en eso de manejar hasta lo inmanejable, como a mí me parece el de conducir una Ferrari, que según me cuentan le habían regalado y con la que circuló a toda velocidad por la ruta a Mar del Plata, rompiendo todos los récords de multas por exceso de velocidad que le aplicaron pero que nunca le pudieron cobrar, como ocurre con todo lo que hizo y lo que está en deuda, porque para algo sirven los fueros.

El que no parece ser mi caso, que con esta larga parrafada parezco haberme despistado. Y casualidad de las casualidades, es precisamente de despistes de lo que quería hablarles. Para aclararles el sentido profundo de la frase de “el general”, ya que salirse a la banquina y transitar por ella es todo lo opuesto a transitar por la vida, haciendo todo a su medida y armoniosamente.

Pero me parece que no solo soy yo el que se ha despistado; sino que el mundo entero o siempre ha vivido así, o por lo menos ahora, parece estar despistado. Viviendo la vida no peligrosamente como aconsejaban, según me dicen, algunos filósofos modernos que se la daban de existencialistas, pero que renegaban de la existencia al considerarla que uno vive solo para terminar muriendo, y que comprenderlo así es la manera peligrosa de hacer autentica la existencia. Vivir la vida no peligrosamente, repito, porque si no me pierdo, que no es sino todo lo da a entender, con una despreocupada e inconsciente vocación de terminar implosionados.

Lo que viene a explicar, y a eso me quería referir, que para hablar del mundo actual es cada vez más frecuente el uso de dos expresiones, una nueva empleada en este sentido; y otra, vieja, y por tanto conocida y entendida.

Lo que vendría a querer decir con eso de que ahora hay que hablar y más que hablar soportar el cambio climático, que por una parte nos “estamos derritiendo”, es decir volviendo líquidos, como decía alguien amigo de Rocinante, para por la otra llegar a la conclusión de que de seguir así “estamos fritos”. Hoja de ruta que en el caso de nosotros, de los que somos argentinos, deberíamos precavernos, ya que no sé si nos estamos derritiendo pero, por lo que veo, la cosa está que arde…
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario