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Si hoy quedara confirmado quién será Presidente a partir del 10 de diciembre, sería deseable que mañana mismo comenzara una transición colaborativa

Aunque las encuestas hayan brillado por su ausencia luego de su fiasco en las PASO, los resultados del 11 de agosto hacen pensar que sólo la combinación de muchas rarezas juntas podría evitar que Alberto Fernández termine el día siendo presidente electo.

Lo mucho o poco que viene siendo esbozado desde el comienzo de esta campaña electoral quedará pronto como lo que es: pura palabrería proselitista. De quedar confirmadas las presunciones, lo que diga Alberto Fernández dejarán de ser frases de campaña y pasarán a ser palabras de un presidente electo.

Los desafíos que recibirá el próximo presidente no serán menores. A los diez años de poco crecimiento y alta inflación se le sumaron una fuerte devaluación del peso, una inflación desbocada, la corrida de depósitos en dólares, el default de las Letras del Tesoro, el resurgimiento de los controles cambiarios y la inevitable futura etapa de renegociación de la deuda pública.

Por eso, si se confirman los resultados de las PASO, las palabras de Alberto Fernández comenzarán a tener otra entidad que las dichas hasta hoy, mientras todo lo dicho podía ser considerado parte de la campaña.

Decir que “los argentinos se queden tranquilos, porque vamos a cuidar sus depósitos en dólares” no es inocente

Pese al tono en apariencia moderado de sus discursos, en la última semana resurgieron los temores: empresas y ahorristas corrieron para hacerse de todos los dólares que pudieran. Aprovechando los resquicios legales que el cepo light dejó abiertos, los importadores anticiparon pagos al exterior, los exportadores retacearon las liquidaciones de sus ventas, y los DNIs para comprar billetes en bancos y casas de cambio se reprodujeron como si el lunes el país fuera a hundirse en la penumbra. Algunos creen que el DNI es más efectivo cuando se usa para comprar dólares que cuando se usa para votar.

Algo tuvo que ver Fernández con esta histeria. Para alguien que se precia de ser astuto, decir que “los argentinos se queden tranquilos, porque vamos a cuidar sus depósitos en dólares” no es inocente. Es una frase que, por repetida en nuestra historia, trae memorias amargas. ¿Fue la presión de la campaña o fue pura malicia? Esta frase, más las alusiones a que “Macri dejó caer las reservas a un ritmo pasmoso” al tiempo que le pide contener la suba del dólar, hace pensar lo segundo.

Casi la totalidad de la caída de reservas brutas tiene que ver con el retiro de los depósitos en dólares. Es decir, no eran reservas del Banco Central, sino el dinero de los depositantes en los bancos que el Banco Central custodiaba. Definamos: ¿cuidamos los depósitos, contenemos al dólar o preservamos el nivel de las reservas?

No es casual que la disparada del dólar esta semana ocurriera luego de estas declaraciones. Al cierre del viernes, la cotización oficial había subido más de 8%, lo mismo que la del contado con liquidación. La brecha entre ambos, del orden de 30%, preludia que la presión alcista no se ha aplacado.

De quedar confirmadas las presunciones, lo que diga Alberto Fernández dejarán de ser frases de campaña y pasarán a ser palabras de un presidente electo

Como acostumbra suceder, la presión sobre el dólar desata rumores que retroalimentan la histeria y la intensifican. Cuando se introdujeron hace más de un mes, los controles cambiarios fueron diseñados de tal forma que produjeran el menor daño político posible durante la campaña. Por eso mismo, fueron poco efectivos para contener el goteo.

¿Serán aumentados esta semana? Esta posibilidad es de las más repetidas en los corrillos del mundo financiero. Proteger a los ahorristas y contener el dólar (al menos, el oficial) dependerá de minimizar los resquicios por los que se escapa. ¿Habrá menores límites mensuales o se requerirá aprobación previa de la AFIP como en 2015? Veremos que se considera mejor para evitar la pérdida de reservas.

Desde esta noche, la herencia y el nuevo mandato comenzarán a intersectarse. Los males que surjan a partir de mañana ya no serán vistos como una carga exclusiva de la gestión de Macri sino que pasarán a ser compartidos. Si Alberto Fernández se convierte esta noche en presidente electo, debería hacer lo posible para forjar una transición ordenada y colaborativa.

A partir de mañana, los desafíos estructurales que suponen los 10 años de estancamiento e inflación, y las urgencias coyunturales que provocan la falta de liquidez y la necesidad de renegociar la deuda pública pasarán a ser asunto suyo.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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