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Centro de aislamiento montado en Formosa.
Centro de aislamiento montado en Formosa.
Centro de aislamiento montado en Formosa.
No ignoramos que hablar de “feudalización del poder” con referencia a su ejercicio en la actualidad, cuando representa una de las formas anómalas -por lo desviada- en que se lo hace; no es otra cosa que aludir a lo que acontece en la realidad, de una manera figurada.

Es que no se puede dejar de recordar que “el feudalismo” como estructura social y, por ende, como forma de ejercer el poder, fue la característica de un momento -siglos X y XI-, dentro de las etapas de la historia del mundo occidental, que se conoce como la Edad Media, que va desde la caída del Imperio Romano de Occidente hasta el descubrimiento de América (476-1492).

Lo que acontece es que se da en nuestro presente la persistencia de una manera de alcanzar y ejercer el poder -la que no es exactamente igual a lo que se designa como “populismo”- que lleva a encontrarles similitudes.

Dichas similitudes resultan, obviamente, equívocas y muchas veces forzadas, respecto a lo que en ese pasado remoto, del cual ni siquiera tenemos, quienes aquí vivimos, una verdadera memoria, de lo que allí y entonces, ocurría.

Es así como nuestro tema, que tiene que ver con tiempos que han dejado tantos siglos atrás, esa Edad Media gira en torno a un poder ejercitado en la actualidad, de una manera prácticamente vitalicia; a lo que no es extraño que se agregue la posibilidad de trasmitirlo como si fuera una herencia. Ello, acompañado del hecho que el poder del que manda, tiene un efecto ”derrame”, que lleva a que resulten empoderados los miembros de su núcleo familiar, y en ocasiones de su familia extensa; aparte de los beneficios que alcanzan a quienes vacilamos, al momento de no considerarlos como cortesanos.

A ello se agrega el hecho que se da la peculiaridad de un ingrediente al que cabría denominar “patrimonialista” del mando. Ello, ya que quien lo ejerce “lo maneja como si fuera un patrón de estancia” -tal como era un dicho común en otros tiempos nuestros-, sino que se da una confusión entre el dominio público y el privado del gobernante. Dado lo cual, hace que resulte difícil efectuar una distinción entre ellos a sus efectos prácticos; ya que es habitual ver como quien gobierna, maneja los bienes públicos, como si fueran propios.

De ese modo, todo lleva a que nos encontremos frente a una estructura de poder concentrado, totalmente alejado de las reglas del sistema republicano. Algo que lleva a que la seguridad jurídica sea sustituida por una “arbitrariedad” en la manera de conducir los negocios públicos; en la cual las acciones de los gobernados sean medidas con “varas distintas”; no solo a las aplicadas a quienes mandan, sino inclusive a sus seguidores.

En tanto, ese es el caso -no novedoso, ya que registra antecedentes de vieja data- de muchas de las “situaciones” provinciales, como hubo una época en que así eran conocidas entre nosotros esas estructuras de poder.

Se habla así de ellas, describiéndolas como “situaciones”; porque se hacen -atento a lo indicado- allí presentes, en circunstancias que dan la impresión de ser inmodificables con el transcurso del tiempo; y que en los casos de producirse una disrupción en ese estado de cosas, en realidad la población el único cambio que nota, es el desplazamiento de quienes se van, ya que los que llegan seguirán actuando de la misma manera.

A la vez resulta curioso que esa manera de gobernar, que se da en algunas provincias, generalmente las más pobres de nuestro país, tal como sucede con otros defectos y falencias, hace que la pandemia haya servido también para hacer ostensible -y no solamente visible, ya que lo era- la ausencia en esos pretendidos “feudos”, de toda muestra del respeto a los derechos individuales por parte de las estructuras de poder local, a las que cabe incluir en la categorización que acabamos de efectuar.

Ese es el estado de cosas que ha conmocionado a la opinión pública nacional; vinculado con diversos episodios vividos en provincias como las de Santiago del Estero y San Luis. Entre ellas, además la que resulta el ejemplo más sobresaliente, cual los que se suceden en “la Formosa de de Gildo Insfrán”. Algo que, por lo que se sabe, no puede decirse esta vez de Santa Cruz, a pesar de tener un gobierno que da cuenta de de tantas características similares, a las de las provincias señaladas.

Es que en todos los casos que acabamos de mencionar, hemos asistido a “cierres” del territorio de cada una de esas provincias; en grados diferentes, pero siempre de una manera irracional, asumiendo el caso de Formosa, la particularidad de constituir un territorio que vive inmerso en un “estado de sitio” de rasgos muy particulares.

Todo ello partiendo de la base que el supuesto “sitiador”, a quien se resiste a dejar entrar, no está constituido en realidad por personas, sino que es el Coronavirus.

Se recuerda así el drama vivido por tantos individuos a los que se les impidió el ingreso a Formosa durante meses, y a quienes se los vio permanecer justo en su línea fronteriza, pero sin poder transponerla; viviendo en condiciones harto precarias.

En los días que corren, y como consecuencia de la detención por parte de funcionarios provinciales de dos concejales de la ciudad de Resistencia, capital de esa provincia, que reclamaban contra una práctica que lleva a asociar a algunas acciones de Insfrán, con los campos de concentración estalinista -el famoso Gulag- o si se quiere con el de los reclusos de Guantánamo, y que tiene que ver con los llamados “centros de aislamiento” creados por el gobernador, quien ha adquirido una aún más condenable notoriedad.

Porque ese es el nombre que se les ha dado a verdaderos “campos de concentración”; dado que esas son las características inhumanas a que son sometidas todas las personas que, a diferencia de lo que acontece en el resto del país; por estar contagiados del virus, o por haber tenido contacto estrecho con los mismos, se les impide guardar un “aislamiento hogareño”, y se los amontona en esos recintos, donde se los ve permanecer por un tiempo indefinido, De esa manera, se da la irracionalidad de hacer convivir a contagiados con quienes no lo están, y que las más de las veces terminan siéndolo.

Los hechos relatados han multiplicado las numerosas voces de quienes reclaman ante lo que consideran que en esa provincia se dan circunstancias -“unicato” gubernamental y desconocimiento de las libertades de integrantes de su población- que no solo hacen posible sino que exigen una intervención federal a la provincia.

Son las mismas voces, que destacan la contradicción existente en un movimiento político -ahora en el gobierno nacional-, y asociaciones diversas que han hecho del reconocimiento de los derechos humanos y la garantía de la posibilidad de su ejercicio una de sus banderas, cuando no su bandera única; a los que ahora se los ve guardar un absoluto silencio frente a esos atropellos.

Pero quizás aún más que a esa grave circunstancia, se debe prestarle atención a las causas que la explican. Se trata del hecho que, en determinadas provincias de nuestro país, se hayan vuelto endémicas las situaciones de feudalización apuntadas, a la vez que se está asistiendo a su extensión, como una mancha venenosa.

Es que se está en presencia de un mecanismo diabólico, que viene a explicar lo que ocurre. Se debe partir del hecho que nos encontramos ante provincias de las que se conocen como “pobres”. Y que como consecuencia de ello su población, en un altísimo porcentaje “vive del gobierno” -en el caso de Formosa, más del 70 por ciento de la población, sin perjuicio de la cantidad de paraguayos, que viven en su país pero que desde allí llegan a votar-, ya sea a través del empleo público, o de jubilaciones o pensiones en su mayoría “flojas de papeles”, y de diversos planes de asistencia.

Mientras que quienes gobiernan se valen, para perpetuarse en el poder, de la existencia de esa población en “situación de vasallaje”, a las que es de su interés mantenerla en esa condición.

Sin que todavía no se pueda hablar entre nosotros, de lo ocurrido en otros lugares del mundo, de que quienes gobiernan parecen empeñados en “generar pobreza”; y de esa manera aumentar el número de pobres, ya que ello hace a sus intereses tanto actuales como a largo plazo.

Algo que nos lleva por una parte a urgir la movilización de todos para ayudar a romper ese círculo vicioso que se da en algunas de nuestras provincias, paradójicamente exitoso, y que medra detrás del escudo de su “autonomía”.

Es que de lo que se trata es de convertirlo en otro círculo, esta vez virtuoso. Algo para lo cual no bastan los discursos en los que se habla de la lucha contra el hambre y la pobreza.

Y por la otra, esta vez desde una perspectiva que erróneamente puede considerarse como egoísta, a preguntarnos si en nuestra provincia no se están dando señales de alerta, vinculadas con la existencia de ingredientes que hablarían de un “proceso de feudalización incipiente”.

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