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Un partido jugado con la hinchada del “local” como público exclusivo y excluyente

Es sabido que, y eso es un hecho preocupante, cada vez se lee menos. Dado lo cual es casi una manifestación de pudor, callar cual es el número de compatriotas que no leen ni un libro, o solo leen únicamente uno por año.

De cualquier manera no es ésta la ocasión de profundizar acerca de la importancia de la buena lectura ni de las consecuencias de no tomarla como un ejercicio y no solo sirva de disfrute cotidiano. Lo mismo que cabe indicar respecto a otro problema que es su contracara, cual es el que se vendan, según resulta en una evaluación cuantitativa relativa –mejor guardar silencio frente a una evaluación cualitativa- cada vez menos libros, ello por un cúmulo de causas, con las consecuencias preocupantes para la industria editorial y toda su cadena de valor.

De allí la importancia de las ferias del libro, como acontecimiento no solo de importancia cultural – concurrir a ellos, dada la agenda diaria de debates, conferencias y presentaciones de libros es un ingrediente importante del acontecimiento- sino para que no solo los concurrentes a ellas, que son por lo general muchísimos, renueven o incentiven su necesidad de vincularse con el libro recorriendo los stands en que se exhiben, y a la vez tengan la posibilidad –que cada vez resulta económicamente más difícil- de adquirirlos a buenos precios.

Es sabido también, que en Buenos Aires se celebra anualmente una de esas ferias, organizada por una fundación privada constituida precisamente con ese objeto, en la que con el paso de los años, tanto por la cantidad y la calidad creciente de las obras que se exponen y se ofrecen a la venta, tanto por el renombre de los autores de todo el mundo que concurren a ella invitados, y por el incentivo que significa su agenda cultural complementaria, ha ido ganando un creciente prestigio internacional.

Pero -siempre hay peros- en los últimos años se ha dado, un no solo preocupante sino hasta inadmisible fenómeno recurrente, cual es la presencia organizada de grupos políticos intolerantes, que vienen a perturbar el normal desenvolvimiento de la feria, que por su misma naturaleza está abierta a todas las ideas y las letras que de una manera eficazmente vergonzosa se dedican a proferir exclamaciones y gritos, aunque desconocemos la presencia de algún bombo. Grupos que han impedido que un hombre de letras de renombre – como le sucedió al escritor peruano Vargas Llosa- o un funcionario público con competencia en el área gubernamental cultural, hayan podido exponer ante el público congregado en una de sus salas con el objeto de escuchar sus palabras.

En la actual edición de la Feria ocurrió un acontecimiento que se inscribe en esa línea, pero avanza un paso más en dirección sino hacia su desnaturalización –que es una forma de morir- sino lisa y llanamente a su destrucción como expresión de libertad de las ideas y de las letras, con el objeto que finalmente la misma cese de funcionar.

Se trató de la jornada en que la ex presidente presentó un libro autobiográfico de su autoría, en un ámbito cerrado al que solo se podía acceder por invitación de la autora, y quedó inserto en un contexto que lo convirtió en un acto político con un “mix callejero”.

No es de extrañar entonces que presenciado desde afuera de “el corral”, de lo ocurrido una escritora catalana invitada a participar en la feria, casi de inmediato formulara declaraciones que de una forma incompleta transcribimos.

“Ustedes saben que la Feria del Libro de Buenos Aires tiene fama internacional. Me parece terrible que se utilice la Feria del Libro, que tiene el nivel de importancia de la Feria de Francfort … y para Barcelona es un honor inmenso que nos hayan hecho ciudad invitada.” “¿Por qué se utiliza un templo sagrado del conocimiento de la literatura y de los libros para hacer campaña política? Me parece nefasto. Pero me parece peor es que en un recinto de la inteligencia donde hay pensamiento crítico, de filósofos, sociólogos intelectuales haya gente que no pueda entrar sin invitación ¿Pero qué es? Si quieres un acto político con tus masas y a mayor gloria de Su Santidad que utilice la Feria del Libro me parece aberrante, lo hace ella o lo hiciera cualquiera. No es un libro lo suyo. Es pura propaganda política y es además un acto de campaña electoral, que lo hagan en otro lugar en una cancha de futbol. Este es el único recinto de la cultura y hay que preservarlo. Te digo lo mismo si estuviera Pedro Sánchez. Miren, la cultura hay que preservarla. Repito: miren a la cultura hay que preservarla, porque es el único recinto que nos queda. Este pensamiento libre que puede equivocarse cada día, no puede venir de un dirigente político del signo que sea y decir tu sí, tú no”. “Pero aquí, ¿cómo lo permiten? Díganle a Cristina que no puede hacer esto. Porque no es una Virgen, no es una Santa, es solo un representante público. Bajen del altar a los políticos. Pónganlos en el suelo. Son ustedes quienes deciden quién los represente, y si no sirven, mándenlos a casa y que venga otro”.

En realidad que cosas como las mencionadas ocurran, y que provoquen reacciones como las que acabamos de transcribir, no debe extrañar, por más que se trate de situaciones condenables, y que dadas precisamente de esa manera no solo deben repudiarse, sino lograr la manera de que no se puedan repetir.

Es que se nos ocurre que allí se encuentra una expresión del tipo de país al que se quiere llevarnos y en cuya dirección debemos negarnos a avanzar:un país fundado en la exclusión aunque sea en principio simbólica del otro, al que por ende se desconoce como un igual.

Algo que nos lleva a advertir que ya hemos vivido, y seguimos padeciendo experiencias de esa misma naturaleza aunque de mayor dimensión y a la vez con un menor grado de significación, en el caso que se ha hecho común que partidos de futbol del más encumbrado certamen oficial de nuestro país, que solo puedan jugarse con la presencia de determinada categoría de aficionados que a su manera “juegan” también de locales, y con el acceso prohibido de todos otro público, incluido por supuesto el mal llamado “visitante”.

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