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Todo comenzó cuando leí dichos de Benedetti…

Según acabo de saberlo, el diputado nacional Atilio Benedetti (Cambiemos) se refirió al recambio de autoridades en la Unión Cívica Radical (UCR) y admitió que, debido a “las turbulencias económicas, es un momento difícil para hacer política, haciendo referencia a la complicada situación por la que atraviesa el país.

Por Rocinante


Ello me llevó a advertir que en esas consideraciones había más miga que lo esperado en un principio, ya que resulta realmente peliaguda la cuestión referida a lo que se entiende por hacer política.

Dado que pienso que realmente es en los momentos difíciles más necesario hacer política, precisamente por las dificultades con que se debe lidiar en el manejo de la cosa pública, y con la necesidad de que los políticos actúen en llevar y traer, como agentes de trasmisión entre las inquietudes y reclamos de la población y el gobierno. Más concretamente con la explicación, análisis y valoración crítica, de las medidas que aquél lleva a cabo en la gestión de la cosa pública en especial en momentos de crisis.

En realidad, estimo que a lo que se refería Benedetti al decir “hacer política”, debe entenderse como la búsqueda de adhesiones, la que por lo general se hace presente en tiempos de campaña electoral, aunque es dable recocer que la mayoría de los políticos están en campaña de una manera permanente, y que todo lo que hacen parece estar centrado en ese objetivo.

Por lo que de ser así, no puede menos que señalarse que estamos en presencia de una desvalorización de la política, que si bien no llega a los extremos tantas veces vistos en quienes consideran a la política como un medio para llenarse los bolsillos, pero que de cualquier manera significa moverse con eficiente eficacia en el presente dentro de ese ámbito, despreocupándose del otear permanentemente el futuro.
Y siguió con los de Urribarri…
Me estoy refiriendo a una exposición centrada en la situación del justicialismo en la provincia (es difícil precisar de cuál de ellos se trata, en circunstancias en que se los ve a la vez entreverados y cada uno por su lado), y más concretamente de una manera elíptica a las vinculación entre nuestro gobierno provincial y el nacional. Exposición que según así se ha expresado de una manera gráfica, aunque se pueda poner reparos a su tono, no sería otra cosa que una suerte de columna de opinión, que Sergio Urribarri colgó en su perfil de Facebook.

Declaraciones cuyo contenido es explicable en función de su ya largo andar reptante, en el que se lo ha visto tanto mostrarse como desaparecer, y manteniéndose en un respetable y comedido silencio frente a las imputaciones que se escuchan a su respecto y al de su familia; mientras que a la vez era poco y nada lo que se le escuchaba decir, al menos públicamente, respecto a la política provincial.


Pero ahora habló. El suelto que tituló que “Si existen pactos espurios, pierde la democracia”; y que según analistas paranaenses debe ubicarse en un contexto que tiene por marco una sesión de la Cámara de Diputados de nuestra provincia, en cuyo transcurso el oficialismo (para darle un nombre, los justicialistas que apoyan al gobernador Bordet) se impuso con el acompañamiento de la bancada de Cambiemos y marginó a los referentes del kirchnerismo. Sesión que tenía por objeto aprobar la reforma electoral recortada hasta el extremo que, lo más importante que quedó de ella fue habilitar al gobernador para desdoblar las elecciones provinciales, por lo que las mismas puedan fijarse para una fecha distinta de las nacionales.

Es por eso que esas mismas fuentes han señalado que en clave interna, el paso sobre tablas de la iniciativa por Diputados, con la oposición de sólo tres diputados kirchneristas, fue interpretado como una demostración de fuerza de Bordet.

Urribarri señaló en la declaración a la que nos venimos refiriendo que “diversos medios nacionales de gran alcance vienen sosteniendo que se habría celebrado un acuerdo entre algunos gobernadores peronistas y Mauricio Macri (se trata de la trascendente cuestión de la aprobación de la ley de presupuesto para el año próximo) piensan conquistar voto por voto. Como en toda discusión presupuestaria, lo que prevalece es la política”.

“Los gobernadores dialoguistas quieren incorporar al acuerdo, con letra invisible, una cláusula electoral. Cambiemos debería atenuar su agresividad en sus distritos. En otras palabras: Macri tendría que facilitar la reelección de sus aliados. Ellos harían también su aporte, adelantando comicios en sus jurisdicciones. Este pacto tácito revela que un sector del peronismo federal carece todavía de un proyecto de poder más allá de las provincias. En otras palabras: no se siente incómodo habilitando la reelección de Macri”.

Continuó diciendo que “si ese acuerdo existió, permítanme hacer la siguiente reflexión. Sería un acuerdo a cuenta de nada, o mejor dicho, a cuenta de la ambición de algunos y de la comodidad de otros. A cuenta de proyectos chiquitos que convalidarían una falta de visión y desafío. A cuenta de la comodidad, de las mieles del poder, del temor, del pánico al llano”.

Frente a lo cual, lo primero que habría que señalar, es que aunque de ello no se hable, y tal como lo señalan los mismos analistas nos encontramos aquí ante un avance en la distancia (no se puede todavía hablar de fractura porque queda una puerta entreabierta, y se sabe que a hora de hacer negocios político, las reconciliaciones no le hacen asco a cualquier sapo) entre Bordet y Urribarri. Un reacomodamiento, en el que se ve a Jorge Busti colocarse del lado de…Bordet.
Lo que no parece ver Urribarri
Ignoro cuáles son las intenciones pequeñas, si es que las tienen, tanto de Bordet como de Macri, en el ámbito del accionar gubernamental, aunque creo que a uno y a otro debe concedérseles el beneficio de la duda.

Ello lleva a suponer que en el caso de los dos, se da una apuesta convencida a favor de la gobernabilidad, en momentos como los actuales en que no solo ella está puesta en cuestión, sino que a la vez se asiste a una ominosa forma de avance sobre la legitimidad, que hace aparecer a ciertos sectores del justicialismo adoptando y poniendo en ejecución claras posiciones antisistema.

No quiero entrar aquí en las interminables disquisiciones en que siguen enfrascados quienes están empeñados en efectuar una precisa distinción entre lo que significa gobernabilidad y en lo que consiste la gobernanza, concepto este último que se ha puesto de moda, aunque no siempre goce de buena prensa y por ende muchas veces, desconfiadamente, se lo tome con pinzas.
Pero de cualquier manera en lo que todos no podemos dejar de coincidir, es que aspiramos a contar con un gobierno, que por su manera de hacerlo muestre claramente su propósito de lograr un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía y, lo que es más importe aun, que con el apoyo de todos, pueda buscar en la práctica alcanzar ese objetivo.

Y como no puedo sino creer, y creo que ese es el sentimiento general entre nosotros, ello se puede dar tan solo dentro del ámbito de la democracia republicana (por lo demás estoy convencido de la imposibilidad que eso pueda alcanzarse de otro modo) se hace necesario adentrarse, sobre la cuestión de qué significa hacer política en el marco de una democracia.
De confusiones que no son tales a la hora de señalar qué es hacer política en democracia
A este respecto resulta útil y sobre todo adecuado, seguir las secuencias de una obra coordinada por un politólogo argentino radicado en España (Javier Franzé; Democracia: ¿Consenso o conflicto?; Agonismo y teoría deliberativa en la política contemporánea. Catarata, Madrid, 2014), en el que se señala que una de las preguntas fundamentales que atraviesa el campo de la ciencia política es aquélla que se interroga acerca del carácter de la democracia: cuando hablamos de democracia, ¿hablamos sobre todo de consenso o de conflicto?

Y al respecto se señala que el curso de los acontecimientos históricos ha favorecido la preeminencia de las nociones de diálogo, consenso y acuerdos entre fuerzas, mientras se ven el conflicto o el desacuerdo como "anomalías" en el normal desarrollo de la política.

Con acierto, según mi modo de ver, esta interpretación –la de la política como búsqueda de consensos y acuerdos- se sostiene en que no siempre se adecua a la realidad, ya que la dimensión agonal (o sea de lucha o de conflicto) de la política democrática no sólo no es eliminable, dado que señala que no hay una "esencia humana que reclame y tienda hacia el diálogo en todo tiempo y lugar", sino que en determinadas circunstancias el disenso y la lucha que ello conlleva y el conflicto que por ende se desencadena cumple una función necesaria y deseable en la praxis política.

De allí que sea lo más sensato encontrar en la democracia (tal como pasa en lo que se conoce como las mejores familias) tanto rasgos asociativos como otros disociativos. Y a ese respecto abonando que no se debe menospreciar la utilidad del conflicto señalar que no se puede dejar de lado que el mismo introduce introduce nuevos impulsos a la vida democrática, interrumpiendo la rutina burocrática que supone un consenso permanente.

De allí que hacer política presupone una actitud demostrativa de humildad a partir de la base de aceptar que frente a un conflicto no existe una única solución posible, y que esas soluciones no están dadas desde el vamos, ni son tampoco universales, dado lo cual aun dentro del conflicto, se hace necesario que se haga presente el diálogo.

De allí también que frente a esa circunstancia (la necesidad de lograr consensos y a la vez la presencia de conflicto), de lo que se trata es que todos incorporemos a nuestro comportamiento lógicas de cooperación, de manera de arribar a consensos a partir de prácticas organizadas de lucha.

Para decirlo de una manera sucinta: hacer política en una democracia republicana significa partir del establecimiento de reglas de juego cuyo presupuesto sea el respeto de la dignidad de todos los involucrados en este último, después de lo cual ante los conflictos que ineludiblemente se presenten, hay que priorizar la búsqueda de consensos, sin que ello implique como último recurso, aplicar la regla de la mayoría en la toma de decisiones.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa