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Como es sabido, una tanto grata como satisfactoria tarea que tuvimos la fortuna de poder llevar a cabo en el transcurso de la campaña de las elecciones primarias que acaban de realizarse, fue la de entrevistar a los precandidatos a intendente de los distintos municipios de la comarca. Y asignamos esa característica realizada, no ya por ser una demostración cabal de nuestra consecuente y amplia apertura a todas las inquietudes de nuestras comunidades, sino por el interés que merece el contenido a las preguntas que fueron formuladas durante esas entrevistas.

Fue así como -y queremos disimular aquí, por tocarnos tan de cerca, la perspicaz objetividad del entrevistador, que de esa manera vino a contribuir a la calidad de las respuestas- podemos afirmar con absoluta convicción que el resultado fue muy superior al que habíamos esperado. Ya que hemos visto, en lo que ha sido casi una constante, abandonar el camino trillado de las grandes declamaciones huecas, para remarcar iniciativas concretas que indican falencias notorias, pero que también significan la apertura de nuevos y creativos caminos que de una manera provechosa se pueden emprender.

No es una novedad que se nos vea volver a escribir que, al menos en gran parte, los problemas que enfrentan nuestros municipios son consecuencia del mayor o menor grado en que ellos a lo largo de los años -y con escasas y notorias excepciones- han estado “subadministrados”. Expresión esta última que no está demás que volvamos a explicar, señalando así que las municipalidades no son la expresión de un “gobierno”, sino que deben centrar su accionar en la gestión de un sinnúmero de servicios públicos, que tienen que ser prestados con las características en que se deben traducir por imperio de las normas vigentes, cuales son la “universalidad”, es decir que todo el vecindario debe tener acceso a ellos; la “continuidad”, queriendo significar con esto que esos servicios deben prestarse sin interrupciones, y en el caso de que estas se produzcan deben ser no excepcionales, sino excepcionalísimas; y la “eficiencia”, un rasgo en el que se conjugan la “calidad” y el “costo” de la prestación, con lo que se viene a significar que debe darse un máximo de calidad al menor precio posible.

Y la diferencia entre administrar y subadministrar es obvia, ya que se hace palpable y se traduce en las disímiles características que son patentes y que sirven para distinguir con facilidad, aún para el visitante profano, la diferencia entre unas y otras. Diferencia que se explica partiendo de la base que no es cierto que los recursos que las municipalidades cuentan no sean en la mayoría de los casos los adecuados, sino que lo que acontece es que ellos, en los casos de una mala gestión administrativa, están mal aplicados, ya como consecuencia del despilfarro -no queremos aquí entrar a profundizar- ya por la estrechez de miras y la consiguiente falta de criterio de los administradores, cuando no se da el caso, desgraciadamente no infrecuente, que las dos cosas se den a la vez.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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