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Los municipios del Departamento Colón -sea el de la ciudad homónima, el de San José, Villa Elisa, Ubajay y Pueblo Liebig- tienen una particularidad, cual es el caso de que los tres primeros y el último de los mencionados dan cuenta de una creciente cercanía, dada la persistente extensión de su radio urbano, a lo que se suma la facilidad de las comunicaciones terrestres que vuelve más intensos los contactos personales entre los vecinos de todos ellos.

A ello, se suma otra particularidad, cual es que en el caso de algunos de ellos tienen límites comunes, dado lo cual surge en esas circunstancias la existencia de “zonas grises”, las cuales si bien quedan dentro de los límites de las provincias, quedan fuera de los de los municipios.

Ello explica la facilidad, y la vez la necesidad, de una interacción intensa entre los gobiernos municipales de todos ellos; circunstancia que no ha sido casi utilizada, o sea que no se la ha potencializado en la forma adecuada, quedando de esa manera desaprovechada. Circunstancia, sobre la cual, por lo demás hemos insistido recurrentemente desde estas columnas.

Es por eso que una declaración conjunta de los jefes comunales de la totalidad de los municipios mencionadas, referida a la crisis que vivimos, debe considerarse como una circunstancia importante, y por ende destacable por el solo hecho de haberla redactado y hecha pública, incluso independientemente del valor de su contenido.

Ya que queremos creer que ello significa un primer paso, al que seguirán -tal como se necesita y se espera- medidas concretas en las que se exprese la sinergia que acompaña siempre a un quehacer común.

A su vez, no puede dejarse de poner de relieve la convocatoria que se formula a los vecinos de todos ellos de enfrentar “el desafío de vernos como comunidad, de sacar lo mejor de cada uno de nosotros, de ver al otro con sensibilidad y empatía”. A lo que sigue la manifestación de una convicción que debería tocar, tal cual es una frase remanida, “nuestras fibras más íntimas”, cuando se nos recuerda que “tenemos la capacidad de elegir ser solidarios y de comprometernos”.

Palabras estas, que deberían tenerse presente siempre y no solo en estos tiempos de pandemia. Dado que, en el actual contexto y al hacer referencia a la necesaria “paz social”, se hace una referencia tácita a la posibilidad -que por nuestra parte sea inexistente, por lo cual referirse a ella de esa manera no sería otra cosa que “curarse en salud”, valga la paradoja- de que eventualmente se produzca lo que se conoce como “estallido social”, deplorable de por sí, independientemente tanto de las causas que lo explicarían y de su magnitud.

Pero que consideramos que se la debe tener como consigna permanente, ya que generalmente las ocasiones de romper la paz social -entendida en su sentido más amplio, cual es el de armoniosa convivencia- se da paradójicamente entre vecinos, o sea aquellos en que resulta inevitable la frecuencia de contactos “cara a cara”.

No en balde los Evangelios hablan del deber de “amar al prójimo”, o sea quien está en una permanente cercanía -diríamos, extremando las cosas, “quien vive en la casa de al lado”-, ya que ello en tantas ocasiones lleva a la necesidad de desplegar una larga y trabajosa paciencia.

Ya que si uno no actúa así con quien está a su lado; hace que se vuelvan hipocresía las proclamas de solidaridad con quienes, por estar lejos, tienen cuando más un rostro impreciso y desconocemos todo de sus biografías.

Resultado de lo cual, la empatía con ellas no va más allá tantas veces que la expresión de un sentimiento de fragilidad extrema.
Fuente: El Entre Ríos

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