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Tomé la decisión de escribirte, ya que me parecía una gran idea que en unos años leas esto y veas cómo este famoso virus llamado “Covid-19” nos invadió, generando la suspensión de clases, de actividades extracurriculares, y nos sometió a una cuarentena obligatoria. Una decisión muy repentina, aplicada por el gobierno para prevenir contagios. Sin embargo, creo yo que fue muy larga. Mientras escribo estas líneas, ya es la cuarentena más larga del mundo. ¡Una locura total! Ya llevamos más de dos meses en nuestras casas; nadie nunca se hubiera imaginado que iba a durar tanto.

Desde mi lugar yo solo lo veo como que no nos permiten ir al colegio, o seguir nuestra rutina como lo hacíamos antes. No voy a negar que pienso en el resto de los ciudadanos y sobre todo en aquellos que necesitan del trabajo para vivir el día a día. Siento que, por más que estén intentando cuidar la salud física de los argentinos, miles de otros factores están siendo dejados de lado. Según la Real Academia Española, la acción de encerrar es “meter a una persona o a un animal en lugar del que no pueda salir”. Ya con leerlo genera una sensación de “claustrofobia” (fobia a los espacios cerrados). Esto se debe a que en algún sentido, desde mi perspectiva, se nos priva de nuestra libertad y de nuestro derecho a la libre circulación (artículo 14º de la Constitución Nacional, la llamada “Madre de leyes”). La verdad, está todo complicado. Genera una sensación de asombro y susto al mismo tiempo, el salir al supermercado, o a caminar, y ver a todos los ciudadanos llevando un tapaboca. Es increíble. Parece una invasión. Siendo yo una joven de 17 años, cuya salud se encuentra en perfectas condiciones, podría decir que este virus no me genera ningún tipo de miedo.

Hasta podría decir que hay ciertas medidas tomadas por el gobierno con las que yo no estoy de acuerdo. Por un lado, esto me genera preguntas y pensamientos. En primer lugar, puede ser que nuestros gobernantes estén eligiendo cuidar nuestra salud física, como dije anteriormente, pero, ¿qué pasa con nuestra salud mental? Hay cientos de niños que necesitan salir a la calle y disfrutar del aire fresco, o gente con algún tipo de discapacidad a las que el encierro afecta mucho. Muchos abuelos, o gente de la tercera edad, que encerrados en sus casas se sienten deprimidos. A la vez, siento que hay centenares de hombres y mujeres grandes a los que este virus los aterra. Es una posibilidad, ya que son los más vulnerables. En fin, creo que a esta altura se deberían tomar otras medidas y otros métodos de prevención. Pasados ya más de 70 días encerrados, creo que las personas aprendieron a cuidarse, y a cuidar al resto. Otra pregunta que me surge, es cómo este país que aún necesita salir adelante, no permite a los jóvenes y niños asistir a las instituciones educativas. Es decir, ¿cómo puede uno esperar que el país crezca, cuando sus generaciones futuras se encuentran en sus casas? Junto a este pensamiento yo pienso que estas generaciones son las más “fuertes”, las menos vulnerables, frente al virus. En más, muchos científicos dicen que es algo así como una gripe. Por más que sigamos enviando tareas y tengamos clases por videollamada, no hay nada que se compare con asistir al colegio o la universidad, entre otros. La intensidad de la educación no es la misma y el enfoque en los estudios, a su vez, tampoco. Es muy difícil controlar y manejar este asunto en las escuelas. ¿Cómo hace un niño o niña que acaba de entrar a su primer grado, para adquirir los conocimientos necesarios y fomentar el desarrollo de su cerebro? Es muy difícil.

Pero esto genera otra pregunta, respecto de cómo van a ser estos chicos capaces de pasar de grado, cuando seguramente haya millones de cosas que no han llegado a aprender. Son preguntas que surgen pasados varios días encerrada, ya que me preocupa seriamente el futuro del país. Asimismo, yo estoy en mi último año de colegio, a menos de 11 meses de arrancar la universidad. Siento que, además de ser un año especial por ser el último en el colegio, hay cosas que yo desde mi casa no puedo hacer o comenzar a conocer por mi cuenta. Con este argumento me quiero referir a la idea de que hay ciertas materias, disciplinas en las que me gustaría enfocarme más para conocerlas con mayor profundidad, y saber qué es lo que espero de mí, y para responderme las grandes preguntas: ¿Qué me espera ahora que termino el colegio? ¿Qué estudiaré? ¿Qué me interesa más? Y millones de preguntas que me surgen con el pasar de los días.

En cuanto al llamado “homeschooling”, no tengo una buena relación. Esto se debe a que se me hace muy difícil seguir el ritmo, y el nivel de concentración definitivamente no es el mismo. Más allá de esto, nunca tuve una buena relación con la tecnología, las computadoras, entre otros dispositivos electrónicos. Por lo tanto, me cuesta mucho entender la forma de entrega de los trabajos, hacerlo de forma correcta, y otras cosas. No es falta de interés en aprender a hacerlo, sino que a algunas personas nos cuesta más entender y “llevarnos bien” con la tecnología.

Dentro de todos los aspectos negativos del encierro, encontré algunos otros que me demostraron, enseñaron cosas y abrieron los ojos. El mayor aprendizaje que tuve es AGRADECER. La sensación de gratitud es muy buena y placentera, y a su vez, te llena. Me enseñó a ser agradecida por lo que tengo, y a dejar de mirar eso que me falta o no me gusta. Tanto propio, como con lo que me rodea. Me demostró que cada abrazo o momento junto a gente que quiero, tengo que disfrutarlo como si no hubiera un mañana. En especial me demostró que es de suma importancia valorar a aquellos que día a día te demuestran que están con vos. Además, tanto tiempo sola me enseñó a quererme un poco más y a profundizar sobre mi vida. A aferrarme a eso que me hace sentirme bien, y a mis inseguridades también, para aprender de ellas. La gente suele ver la soledad como algo malo, yo lo veo algo así más como un don. Una virtud. La gente tiene la necesidad constante de vivir a las corridas, vivir al límite, vivir con ese “nunca hay tiempo”. Les gusta verse rodeada de gente para sentirse llena, pero no entienden que la plenitud es algo que tiene que formarse dentro de uno. Sentirse llena no requiere no estar sola. Sentirse llena es sentirse más acompañado que nunca aún cuando uno está sólo. Darse cuenta de que no se necesita de otra gente todo el día, y de que se necesita a uno mismo. Uno nunca va sentirse entero hasta que no logre enfocarse en uno mismo y conocerse más. La gente suele disfrutar más estar rodeada de gente, pero yo creo que ambos pueden disfrutarse por igual. Pasa esto porque a las personas les aterra conocerse a sí mismas y profundizar sobre aquello que no les gusta de ellas. Se tienen miedo. Les da miedo verse y miedo a conocer la realidad. Estar sólo y disfrutarlo es una virtud que a muchos les falta, y sin embargo es una de las más importantes.

Para terminar de decirte todo lo que quería, te quiero recordar que todo pasa; que esta cuarentena tiene un final, probablemente uno inesperado. Que todo llega, y que el día que te “liberen” vas a recordar que nada es para siempre y que es tu momento de abrazar a ese ser que fue liberado una vez más. ¡Hasta pronto niña del futuro!

Greta

(*) Esta original carta nos la ha hecho llegar, con pedido de publicación, el padre de una chiquilina de 15 años.