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Títulos de la hiperinflación de 1989
Títulos de la hiperinflación de 1989
Títulos de la hiperinflación de 1989
Los bonos y las acciones argentinas acumulan tres semanas de caída. Los mercados internacionales no los ayudan, pero menos aún los ayudan los anuncios que, a diario, generan el Gobierno y la oposición. El rosario de rebajas de impuestos y aumentos del gasto público, en un contexto de total desfinanciamiento del Estado, incertidumbre por el resultado de las elecciones y desconocimiento de cuán factibles serán los programas económicos que por ahora han sido apenas esbozados por la oposición, comienzan a generar cierto pánico entre los operadores. Sobre el fin de la semana, el pánico se extendió al mercado del dólar paralelo, la variable que más transmite lo que sienten los pocos involucrados en bonos y acciones hacia el público masivo.

Cuesta encontrar un elemento de tranquilidad en medio de la fragilidad reinante. Entre el ministro-candidato que echa leña al fuego, los opositores que prometen motosierra, y los otros opositores que parecen pensar en gradualismo, la esperanza para con el cambio corre riesgo de evaporarse. No parece haber en el menú de candidatos una combinación de resultados que sirva a los mercados, y menos aún a la gente.

“Estamos sentados al borde de un precipicio, mirando hacia la hiperinflación”, se le escuchó decir esta semana a un vocero opositor. Pero también lo podría haber dicho un vocero oficialista, o un analista económico. Los paralelismos entre la carrera de los precios en 2023 y la que tuvieron en 1989 se están convirtiendo en trend topic. El “usted está aquí”, que señala a alguno de los meses previos a junio de 1989, es la referencia que habilita el vaticinio de un futuro hiperinflacionario. Lo que nadie sabe pronosticar es si el caos llegará el 23 de octubre o el 11 de diciembre.

Una repetición de los resultados de las elecciones PASO podría desatar el caos. A la confirmación del cambio de rumbo se le superpondría la derrota de Massa, y un eventual vacío de poder durante dos meses. Dado el estado actual de las cosas, la inacción podría ser letal. Parece utópico imaginar una transición ordenada, como la que parece haber existido luego de las elecciones de 2019, cuando el gobierno de Macri tomó medidas contrarias a su voluntad, a pedido de los ganadores. Ese espíritu colaborativo no parece un escenario con alta probabilidad de ocurrencia en 2023. No está en el espíritu del oficialismo, que ansiará llegar como sea al cambio de mando, ni en el de la oposición, que ansiará que lo que tenga que ocurrir, ocurra antes de diciembre.

Esta sensación de precipicio no es novedosa en Argentina. Podría ser novedosa para los más jóvenes, que acumulan 20 años anormales y no vivieron las épocas de baja inflación, poca conflictividad salarial, buenos índices de crecimiento y óptimas relaciones con el mundo. Ellos tienen derecho a suponer que esta anormalidad es lo normal. Pera los mayores, que atravesaron etapas de lo más diversas, la situación actual ya la han vivido. De hecho, un informe de esta semana, publicado por la corredora Balanz, hace un recuento de 12 planes de estabilización puestos en práctica a partir de 1970. El único que no fracasó fue la Convertibilidad que, pese a su abrupto final a fines de 2001, logró esos 10 años seguidos sin inflación, los únicos desde 1945.

Más inquietante que los fracasos de los restantes planes fue el recuento de las condiciones que motivaron el lanzamiento de dichos planes: se llegó a cada plan porque antes hubo una gran crisis. Quizás sea la historia la que genera los pronósticos de hiperinflación como preludio inevitable de un plan de estabilización.

Es probable que el resultado que recogió Milei en las elecciones PASO tenga que ver con esto: es difícil pensar en un plan de estabilización desde la intolerable situación en que hoy estamos: no se puede estabilizar, porque lo que hay es exactamente lo que la ciudadanía rechaza.

El viernes se publicó el Índice de Confianza en el Gobierno de la Universidad Torcuato di Tella. El indicador, que en los últimos 15 años ha sido un buen predictor de los resultados electorales de los oficialismos, mostró una caída de 18,5% en septiembre, a 1,03 puntos sobre un máximo de 5. Es decir, sólo 20,6% de los encuestados confían en el Gobierno. Quizás por este lado haya que buscar la explicación de la hiperactividad de Massa.

Una hiperinflación no es inevitable, y los mercados financieros no siempre aciertan con sus pronósticos. Sin embargo, suelen ser un buen termómetro de cómo está el balance entre probabilidad de mejora y riesgo de fracaso. La política económica del Gobierno, libertina por las necesidades electorales de quien la conduce y no por las necesidades materiales de los votantes, da sustento a los miedos del mercado: el riesgo, día a día, le va ganando terreno a la esperanza.
Fuente: El Entre Ríos

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