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Compartimos el sentimiento de piadosa empatía que, de una manera que nos atrevemos a calificar como de casi unánime, ha provocado la situación que ha vivido y que sigue viviendo, un anciano vecino de Quilmes. Alguien qué por su estado de viudez, vivía solo; pero al valorar la vida como lo hacía, seguía trabajando a pesar de estar jubilado.

Su existencia se hizo en nuestro país por todos conocida, luego que ella fuera tocada por la tragedia, de una manera que cabría describir como azarosa, en la medida que no había sido por él buscada. Tornero y herrero de profesión, no solo había fabricado con sus manos las rejas de todas las ventanas y puertas exteriores de su casa, incluyendo a la verja ubicada en su frente. En un intento que resultó vano de amurallarla.

A la vez que se destaca que su vivienda está ubicada en un barrio de esa ciudad, en el que la mayoría del vecindario –no sabemos de las excepciones- buscan resguardarse de la delincuencia endémica que azota la zona, apelando a esa misma estrategia.

Un intento en su caso al menos, fallido; por cuanto la noche, casi madrugada, en la que como decíamos fue tocado por la tragedia, ese desencadenamiento se produjo en ocasión del tercer asalto que había sufrido; circunstancia que, por sí sola, sería suficientepara incluirlo en el Libro de Récords de Guinness.

No estamos en condiciones de formular un juicio acerca de las circunstancias en las que el vecino quilmeño terminó matando a uno de esos ladrones que habían ingresado a su vivienda para robarle. Es por eso que, a pesar de sostener el sentimiento, más arriba descripto que el mismo nos provoca,no estamos en condiciones de sumarnos a la calificación que en forma casi unánime se hace de las causales de justificación de su conducta.

Se trata de las mismasque, al discrepar en una designación que va desde la legítima defensay su exceso, hasta un homicidio cometido en estado de emoción violenta o conmoción traumática, vienen a coincidir en un mismo propósito. El cual, es en realidad no solo lograr que el nombrado no vaya preso, sino que pueda marcharse a su actual vivienda, o al lugar en que se mude por temor a represalias, con la declaración de un juez que más que absolverlo, declare formalmente que su accionar es incapaz de poner en tela de juicio su buen nombre y honor.

En tanto, dejamos expuestas nuestras dudas, las que no pueden ser categóricas por las razones más arriba invocadas, a que en este caso no nos encontremosen presencia de un delito, el cual por las mismas motivaciones nos abstenemos de calificar.

Aunque, por otra parte. no podemos dejar de señalar que estamos convencidos que si esta causa avanza y desemboca en uno de esos juicios orales en los que el magistrado termina dictando sentencia atendiendo al veredicto de un jurado; lo tendrá que hacerateniéndose a la decisión de éste.El cual a decir en “verdad” –“vere-dicto”- que no es otra cosa que “decir la verdad” respecto a un hecho, el vecino quilmeño, es inocente.

Nada en lo que nadie pueda encontrar motivo para escandalizarse; en circunstancia en la que no solo tantos delincuentes entran y salen del encierro como si las cárceles o las comisaría tuvieran una puerta giratoria; sino que pueden en elecciones llegar a resultar victoriosos candidatos que carecen de la “ficha limpia”, sino que también a muchos de ellos, sin que haya sido necesario el voto popular, han ocupado y ocupan, algunos con prisión preventiva firme, otros con sentencia definitiva condenatoria apelada, y alguno hasta condena firme –esto último dicho sin seguridad, aunque estamos convencido que en algún caso lo habrá- funciones públicas; algunas de las cuales gozan del aditamento de “honorables”.

Estamos, en resumen, con la opinión de esa mayoría que sostiene que el procesado debería irse a su casa; pero se nos ocurre, que debería existir una norma clara que así lo autorice, y no estamos seguros de la existencia en la actualidad de una ley que permita ese encuadramiento.

Es que el mundo en que vivimos, no es sino una suerte de torre de Babel, en la que se asiste a la confusión de las palabras; sino en laque lo que se ha llegado a confundir son los conceptos. Todo ello, como consecuencia de haber engendrado a algo que guarda un lejano parecido con una prole diabólica.

Las cosas deben ser llamadas por su nombre. Y esto en estos tiempos nuestros cambalacheros, es lo mínimo que podemos pedir. Ello así, como modo de preservar la cualidad de claros y distintos que deben tener los conceptos, para que ellos no pierdan su sentido y se conviertan en semillas de confusión.

Es por eso que así como consideramos que no debemos hablar de “matrimonio igualitario”, porque el matrimonio homosexual no es un matrimonio; aunque habría, sise contempla la situación de quienes conviven, habilitarlos con los mismos derechos y obligaciones con otra denominación ; ya que adjetivar el matrimonio en función del sexo de los contrayentes, es en definitiva aparte de un acto discriminatorio, una fuente de confusión conceptual y hasta cabría imaginar una legalización del aborto, si lo calificáramos como “homicidio de un ser humano en gestación”. Dicho todo lo anterior con respeto a los que así actúan, y con un sentimiento discriminatorio totalmente ausente.

Es por lo mismo, que no poder mandar a la casa a nuestro amigo - haciendo abstracción del principio de la duda, que en una primera impresión parece inaplicable- valiéndonos de lo que en realidad puede no ser otra cosa que una estratagema tramposa, cual es la invocación de la existencia en el caso de exceso de legítima defensa o de emoción violenta.

Entonces quienes consideramos explicable que en situaciones como esas, su autorvuelva a su casa, en nuestro caso a la vez consideramos deben hacerlo, partiendo de la circunstancia indubitable. que somos integrantes, por más que sea a nuestro pesar, de una “sociedad vulnerable”. Es decir, no que en nuestra sociedad haya personas en situación de vulnerabilidad sino que “todos los que la conformamos”, somos vulnerables.

Esa es, por otra parte, la forma comoladefinen nuestros propios documentos oficiales. Cuando hablan de aquellas que tienen incorporadas “un factor interno de riesgo, o sea expuestas a una amenaza, en función de su predisposición a resultar dañadas.”

Añadiéndose que existen “en la medida en que se haga o deje de hacer algo: la ubicación geográfica de las ciudades, la calidad de la construcción de las viviendas, el nivel de mantenimiento en todo tipo de servicios públicos, el tipo de producción económica, el grado de organización social, la capacidad de gestión, etc.”

Y eso es lo que somos. Y entonces atendiendo a esa circunstancia,nuestros penalistas no podránllegar a un enunciado que tenga como “excusa absolutoria”situaciones como las que no ha merecido vivir, este vecino de Quilmes, que tiene como“agravante” a computar, el hecho de ser un entrerriano nacido en Concepción del Uruguay.

Es que no debemos olvidar que vivimos, como ha quedado indicado,en una sociedad con “la ley maltrecha”, ya que nos negamos a definirla como sin ley.La que entretanto, al momento de vernos en la necesidad de zurcirla, debemos procurar no hacerlo en forma chapucera, sino que se trata de hacerlo bien.

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