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Dicen que el diablo no existe, pero que el mal está desatado no se puede negar. No solo la criminalidad rampante en nuestras ciudades y pueblos, sino el sadismo de los delitos cometidos producen un cierto escalofrío, una profunda desazón. ¿Por qué?

La historia toda de la humanidad puede resumirse como una repetida canallada, y el siglo pasado nos dio numerosos ejemplos. En estos años las emigraciones masivas, y aquí las muertes innecesarias de jóvenes y viejos que parecen más que todo víctimas de un sádico capricho, muestra el grado de nuestra impotencia.

En 1997, el neurólogo americano Issac Fried publicó en "The Lancet", una revista inglesa de medicina, un artículo titulado "Síndrome E". Lo de E es por "evil" (el mal, lo malvado), síndrome que significa el conjunto de signos y síntomas que dibujan un trastorno o una enfermedad. Lo traduciríamos adecuadamente como “enfermedad del mal o de los malvados". Algunas señales para pensar que estamos frente a ello: repetición compulsiva de actos criminales, ideas obsesivas que justifican la agresión, perseverancia en su mal accionar, carencia de reacción afectiva, hiperactividad, funciones neurológicas superiores intactas, rápido acostumbramiento a la violencia, vivir en paralelo varias "vidas", dependencia de grupos o partidos y capacidad de contagiar. A diferencia de lo que se hace con otros síndromes no se otorga puntaje a los ítems, ni se requiere un mínimo. Como si solo uno bastara.

Síndrome es un vocablo de origen griego y significa: concurrencia, acción conjunta.

Creo que todos lo hemos sospechado, lo llamaremos: "síndrome M". Me atreví a hacerlo al ver las entrevistas televisivas a victimarios de algún sonado caso. ¿Recuerdan ustedes? Se trata de una combinación de factores neurológicos y ambientales y cabe para individuos "normales" capaces de matar. Pero oficialmente no está considerada enfermedad ni figura en los manuales de enfermedades psiquiátricas.

El nuevo terrorismo, ISIS, la delincuencia juvenil, subrayan la necesidad de estudios en este campo. Entre 2015 y 2019 se llevaron a cabo tres conferencias sobre el síndrome E (M) en el College de France. Los neurobiólogos no han descansado y han postulado ya una falta de balance entre algunos núcleos cerebrales como causales o concomitantes al desarreglo perverso. Un marcado desarreglo en la esfera afectiva y de la empatía (la capacidad de "vibrar" con los problemas del otro), son señalados como importantes en el desarrollo de este trastorno.

Llegaremos a Marte, se está desarrollando la inteligencia artificial, se puede engendrar vida en los laboratorios, pero ahora, como desde el comienzo que se recuerda, el mal está aquí.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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