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Quizás no exista manifestación más clara de la urgencia de un auxilio, que el que se trasunta en esa frase, cuando se la escucha dando cuenta en de una mezcla de angustia –que es más que una sensación de temor- y de esperanza.

Que con esa apelación viene a convocar a personas a las que se las ve como las mejores entre los soldados -¿nos hemos olvidado de las “soldadas”, o el mencionarlas de ese modo, sería no otra cosa que incurrir en un error gramatical, ya que su misión no reside en enfrentar a otros seres humanos de su misma condición, sino hacerlo contra la furia de elementos desatados de la naturaleza? Se trata, por lo demás, de sufridos combatientes, que saben que invariablemente su victoria tiene un dejo de derrota.

Es que, ya de antemano, son conscientes que un llamado de este tipo no tiene un carácter preventivo, sino que lo que con su presencia se busca es acotar la dimensión de los daños ya producidos, a la vez que al sofocarlo no se extiendan sus efectos. Otro llamado de auxilio, al que a los seres comunes, como somos cualquiera de nosotros recurrimos es apelar a la trasmisión en Código Morse de tres letras, con las que pidiendo auxilio, pueden llegar a tener éxito en lo que ya no es irremediable. Se trata del tecleo de S.O.S. considerándola como una sigla de la frase inglesa "Save Our Souls" ("salven nuestras almas") pero que puede también ser una referencia a "Save Our Ship" ("salven nuestro barco"), o a "Send Out Succour" ("envien socorro").

Es conocida también la pintoresca manera en que durante la campaña electoral que lo llevara a la presidencia, apelaba Raúl Alfonsín, en los actos multitudinarios que lo tuvieron como por protagonista el “llamen a un médico”, se tradujo –con su significado implícito- en ¡“un médico a la izquierda”! o a otro lugar al que apuntaba con el dedo índice de una de sus manos. Y si hemos mencionado para aludir a los reclamos de auxilio de urgencia extrema, somos a la vez conscientes de que hemos cometido una injusticia, haciendo ostensible una duda. Ya que tiempos como los que corren y en realidad en todo tiempo, no resulta justo silenciar el también sufridamente encomiable comportamiento del personal de enfermería y todo el resto del personal sanitario, que lo demuestran hasta el agotamiento y hasta la muerte inclusive.

No podemos dejar de referirnos a la policía, la que también debería ser considerada como un núcleo de amparo y protección, pero que en la actualidad provoca, en una gran parte de la población, sentimientos ambivalentes, que para bien de la fuerza y también de todos, deberían esmerarse y apurarse en corregir. Una ambivalencia que no se da en los otros casos como el de los bomberos, ni de los otros servidores públicos señalados, que provocan sentimientos positivos en forma virtualmente unánime en la población. Circunstancia que es dable atribuir en una mayor parte al denodado empeño de su accionar, sino también a ese sentimiento de comunidad que provocan en las víctimas o en personas de buena voluntad que colaboran con ellos en ocasión de un siniestro. Una ambivalencia que es observable con preocupación, y que debería ser materia no solo de las correspondientes medidas correctivas y disuasivas, sino hasta de naturaleza educativa, frente a las esporádicas, pero cada vez más frecuentes situaciones en las que se hace presente la intemperancia agresiva de algún paciente – “paciente” en esos casos resulta una manera paradojal de mencionarlo- que viene a decir hasta que punto en nuestra sociedad el descontrol viene barriendo primero con el respeto a sí mismo, y en formas simultánea con el respeto hacia los demás.

Un cambio de comportamiento – que también es observable en el ámbito escolar por parte de padres respecto a algún maestro- que para ser corregido exige, como contrapartida, de todos aquéllos en situación de ser potencialmente agredidos, extremas manifestaciones de empatía con todo aquél que exige su atención. Es que sin que ello signifique disminuir la responsabilidad de nadie, también los conatos de agresividad, pueden -en tantas ocasiones- ser una manera indirecta de pedir auxilio.

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