El nombre de pila de un él, o de una ella, o de un lo, como parecía quedar sugerido, en estos tiempos de nombres cada vez más estrambóticos, y que no se sabe de dónde salen, los que se les ponen a los recién nacidos; a esos recién nacidos, digo, a los que “se les pone” un nombre y no siempre se los bautiza.
Es que, ¿por qué no AMLO? Si sé de unos gemelos a los que, por la ocurrencia de su abuela, se los anotara como Roko y Roka. Me dijeron también de un vecino de Federal que quería llevar su hija a bautizar llamándola Calandria, aunque no pudo ser por el llanto de la madre y la reprimenda del cura que tenía que cumplir con ese menester.
Mi tío me dice que eso de desvariar a la hora de darle el nombre a alguien no es cosa de hoy, porque su abuelo hablaba de una mujer nacida el año ‘14 que la bautizaron, despachándose con un Olga de la Conflagración Europea, y al hijo de un fanático de Hipólito Irigoyen que pretendió hacerlo conocido como Voto Libre, aunque se lo terminó conociendo como Cacho.
Y hablando de sobrenombres viene al caso la anécdota de un chico nacido con un ojo que miraba descentrado, que para que no le dijeran “el bizco”, desde el vamos el padre dispuso llamarlo con el apelativo de Lobito.
Y si AMLO no es un nombre o un sobrenombre, sería una sigla. Ejemplo de Apocado Messi Lamenta Opacarse o ¿Americana Maquinaria Línea Opcional?
No quise seguir agotando mi sesera. Y me puse a leer. Y allí fue donde me enteré que AMLO eran las iniciales de Andrés Manuel López Obrador. El mismo que viste y calza. Y que no es sino el que a partir de ahora será el nuevo presidente de México, según dice el diario y lo confirma mi tío. Aunque no pude menos que decirme que alguien que se deja llamar así, no merece llegar a ser elegido presidente.
