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La numerología no es una ciencia sino tan solo una práctica adivinatoria. Se trata de un conjunto de creencias o tradiciones que pretenden establecer una relación mística entre los números, los seres vivos y las fuerzas físicas o espirituales.

Pero, mal que les pese a los adictos al juego de quiniela, hace tiempo que la comunidad científica relegó la numerología a la categoría de seudo-ciencia o superstición. Es que acontece con ella, lo mismo que sucede con la astrología respecto a la astronomía o a la alquimia con respecto a la química. De donde es que puede decirse que de ilusión también se vive.

Cosa distinta es lo que sucede con la Biblia, en la que los “números” juegan un papel, entre otras partes en el libro del Éxodo o en el Apocalipsis. Y no es extraño a la vez que con esos números nos embarullemos y que nos refiramos en forma alegórica tanto a “las siete plagas de Egipto” como a los diez jinetes del apocalipsis.

Un rigor enmendable con solo leer las Escrituras, aunque muestre nuestra indigencia cultural, dado que se trata de “cosas” que están en nuestras raíces, independientemente del hecho cuan creyentes o descreídos seamos en el momento presente.

En lo que respecta a las plagas de Egipto, el relato que las hace aparecer es el segundo libro del Pentateuco, el Éxodo, cuando describe cómo Moisés y Aarón advierten de manera admonitoria al faraón que, de no liberar a su pueblo, el judío, Dios les castigaría con diez grandes males , las famosas plagas, que se desencadenarían en Egipto.

Entre tanto las diez plagas son las ranas, los piojos, las moscas, la peste sobre el ganado, las úlceras, la lluvia de sangre y el fuego, las langostas, las tinieblas y la oscuridad y la muerte de todos los primogénitos.

Mientras tanto los Jinetes del Apocalipsis, no son ni diez ni siete sino tan solo cuatro, montan en sendos caballos blanco, rojo, negro y bayo y representan, la conquista, la guerra, el hambre y la muerte.

Todo lo cual y sin que haya que tener mucha imaginación, nos lleva que se haga presente la imagen de Nicolás Maduro, en quien puede verse a “Belial” revivido, si hacemos no solo referencia a la etimología del nombre que está en una voz hebrea que significa “corrupción”, sino a que se lo designa a aquél –y todavía al menos no a Maduro- como "señor de la arrogancia" o "señor de orgullo" y "el hijo del infierno”.

Consideraciones todas ellas que son consecuencia de la conmoción que nos produjo el habernos impuesto del contenido de una nota periodística que hace referencia –añadiendo tomas fotográficas- a envases de medicamentos vacíos y siluetas de calaveras hechas con cartón exhibidas por pacientes venezolanos con VIH que protestaron el miércoles en Caracas frente al ministerio de Salud para denunciar la escasez total de antirretrovirales. No es de extrañar que a la manifestación, según la misma nota, se sumaran trasplantados renales y otros pacientes con cáncer, Parkinson, hemofilia y enfermedades mentales.

Mientras tanto se indica en la misma nota que uno de los manifestante aseguró que en materia de atención sanitaria,?Venezuela "retrocedió a los años ochenta", década en la que se empezó a tener información sobre el sida.?Recordó que “una sentencia de la corte suprema ordenó en 1999 al Estado suministrar de manera gratuita el tratamiento contra el VIH y el sida, pero su entrega prácticamente está paralizada” De allí que continuara diciendo que, “se mueren personas con VIH por falta de tratamiento como ocurría en esa época".

Todo lo cual lleva a concluir que aquellos que no han optado por “votar con los pies”, trasponiendo las fronteras y encarando un futuro que, aunque incierto, es de cualquier manera una posibilidad de porvenir, parecen no ser otra cosa que venezolanos condenados por quien la historia puede llegar a conocer, no como un “héroe bolivariano”, sino como un “gran exterminador” destinado a sufrir una muerte lenta, luego de una larga agonía, provocada por el ver morir a su alrededor, a tanta gente buena.

Hasta ahora la acción internacional, incluyendo la de los “países hermanos”, se ha mostrado impotente para enfrentar esa verdadera crisis humanitaria. Independientemente de que algunos de esos “gobiernos de países hermanos”, como es el caso de los de Ecuador y Perú han comenzado a cerrar sus fronteras negando el derecho de asilo o de paso a los migrantes venezolanos que llegan a su territorio “sin estar munidos –para decirlo con el lenguaje con el que se regodea cierta burocracia- con el correspondiente pasaporte vigente” ¡Cómo si a quien “se le quema el rancho” contara con tiempo, para recoger papeles, en el caso que los tuviere!

Es por eso que ante esa situación se vuelve plausible la ocurrencia de que alguien – que por nuestra parte ignoramos quien puede ser, pero que con certeza lo habrá, si se lo sale decididamente a buscar- interceda ante los “hermanos bolivarianos” de “Maduro” y “ahijados de Hugo Chávez”, como es el caso de Evo Morales, el ex obispo paraguayo Lugo, Lula da Silva, José “Pepe” Mujica, Cristina Kirchner, Hebe de Bonafini, Julio de Vido, Nilda Garré (la lista puede alargarse hasta casi el infinito porque no es taxativa sino meramente enunciativa, ya que no se trata de excluir a nadie que sea amigo de Maduro o pueda llegar a tener influencia sobre él) a que intercedan de manera de persuadirlo que en su país son necesarias no solo las poco exitosas “misiones bolivarianas”, sino también la apertura de “corredores humanitarios” que permitan que la ayuda internacional llegue a todos aquellos que la necesiten.

Bien se dice que, así como casi siempre se es reacio a escuchar el mejor de los consejos provenientes de alguien a quien se tiene ojeriza en distintos grados, en cambio se exhibe el corazón abierto a los que son “del mismo palo”.

Es por eso que en este mundo de las “transversalidades” y de la “inteligencia lateral” una ocurrencia como la señalada no resulta tan descabellada. Aunque todo depende de lo que lleguen a decir a los que se supone están en condiciones de ejercer una “acción persuasiva” en la materia.