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A modo de explicación de lo que sigue

Dada la necesidad de efectuar una mirada al momento que se vive en estas jornadas posteriores a las del pasado domingo, me ha parecido adecuado el abordaje no de un tema único, sino efectuar una serie de consideraciones deshilvanadas que me sugieren (y en ocasiones tomadas de prestado) lo que veo o me parece ver.

Por Bucéfalo

Por otra parte, que me comporte de este modo, se debe en gran medida a que quedan todavía muchos hilos sueltos sin atar, ya que la incertidumbre reinante entre nosotros continúa, pero al menos se ha vuelto expectante en un sentido positivo, en la medida en que una mayoría ha dejado de pensar en lo peor, sea lo que sea lo que eso significara para cada uno de nosotros.

Es observable así una coincidencia mayoritaria en la necesidad de calmar los ánimos tratando de evitar caer en la confrontación (salvo el caso de excepciones como las de los exabruptos de Kicillof), y no seguir agitando las aguas de una manera que nos pueda llevar a un lugar no deseable.

Y es precisamente la circunstancia indicada la que da pie a la primera apostilla.

1.-Tuvimos una suerte inesperada, en las que algunos hasta creen ver un imaginario dedo de Dios, ante los resultados de la primera vuelta en la que se impuso la dupla de los Fernández, porque de no ser así se hubiera incendiado el país.

Por mi parte soy escéptico frente a una reflexión de esa índole que he escuchado en forma repetida, salvo que la derrota del Frente de Todos hubiera sido consecuencia de un burdo fraude electoral, que no solo no creo estuviera entre las intenciones del actual gobierno nacional, sino que hubiera resultado imposible, como consecuencia de una saludable fiscalización generalizada por parte de los distintos partidos políticos u coaliciones.

A lo que cabe agregar el reconocimiento que merece la celeridad con la que se conocieron los resultados electorales en una secuencia ininterrumpida en la información, a diferencia de lo que sucedió en Bolivia, donde se interrumpió la comunicación de la información, cuando los resultados se mostraban desfavorables para Morales (en el sentido que servían para vaticinar que iba a haber segunda vuelta) y volvieron a aparecer con resultados finales que venían a terminar con las posibilidades de que hubiese segunda vuelta.

A la vez, sin perjuicio de mi escepticismo frente a las especulaciones agoreras a las que me estoy refiriendo, se hace necesario acabar con la cultura de barra brava, la que parece haber desbordado territorialmente a los estadios de futbol y sus adyacencias para extenderse como una mancha venenosa en forma creciente en otros ámbitos de la sociedad, con el agravante de que se han convertido en mano de obra ocupada para otros sucios encargues y menesteres.

2.- El no saber por quién voté y un mea culpa personal.

La experiencia personal de cuya gravedad tomé conciencia pasada las elecciones, es de que no sabía, y no solo no recordaba, el apellido (no digamos el nombre, o el sobre nombre que alguna vez vi intercalar entre el mismo y el apellido del candidato en la boleta) y me quedaba un borroso recuerdo de algunos rostros, que había mirado como al pasar en el cuarto obscuro, donde parecían titilar las imágenes de los dos candidatos presidenciales más votados y de sus compañeros de fórmula.

Fue ese el momento en que me puse a pensar que si ese era mi caso, el de una persona medianamente informada; qué podía pensar de quienes consideraba con parecido nivel de información o inferior al mío (¡!).

La conclusión a la que llegué, dejando de lado todos los términos, muchas veces alambicados, que se utilizan en los desarrollos teóricos, es que apartando los casos de quienes los llevan (porque de eso se trata precisamente) ensobrados de una manera material y concreta hasta la mesa de votación; el resto lo hacemos, sin que nadie nos lleve, también ensobrados, aunque no de una manera consciente.

Siguiendo con el empleo de este lenguaje liso y llano, la pregunta que me planteo es si puedo llegar a considerar que a quien voté, en el caso de que haya resultado elegido, me representa, o extremando las cosas llegar a considerar que nos encontramos ante una representación nominal, o de quien tan solo se representa a sí misma.

No se trata de acusar a nadie, ya que en este caso las culpas se compensan, por más que sean mayores las del candidato, sobre todo cuando deja de serlo por resultar victorioso, pasando así a ser parte de una oligarquía que cree que va a llegar a durar eternamente.

Y el caso nuestro, de los simples ciudadanos, cometiendo el error culpable de que nuestra condición de tales parece entrar en estado de hibernación, entre elección y elección.

3.- ¿Boleta sábana o boleta única?

Comienzo aquí, para entrar en materia, por recurrir al Glosario del Observatorio Electoral Argentino CIPPEC (https://oear.cippec.org/glosario). En el mismo, luego de explicar que boleta electoral o de votación es el elemento físico o instrumento consistente en un trozo de papel (u otro material: cartón, cartulina, plástico) que sirve para emitir el voto; se pasa a describir a la boleta sábana horizontal. A ésta en la jerga política argentina, se llama a aquella que incluye candidatos para varias categorías de cargos, pegadas entre sí una al lado de la otra, por ejemplo, gobernador y vicegobernador, senadores provinciales, diputados provinciales, intendentes, y concejales.

A continuación de lo cual, en ese glosario, se pasa a aludir a efectos negativos de su adopción, ya que este tipo de boleta genera lo que se conoce como efecto arrastre. Que es el que se da cuando el votante se concentra en la categoría que considera más relevante (presidente o gobernador, por ejemplo), votando a los candidatos para el resto de las categorías sin prestar mayor atención a quiénes son los postulantes.

A la vez, el sistema de boleta única, debe su nombre al hecho de que todas las opciones electorales en cada categoría de cargos a elegir son presentadas a los electores en una única boleta.
Sin embargo, su característica más destacada y la que tiene mayor impacto en la calidad del proceso electoral es que es el estado – y ya no cada uno de los partidos políticos – quien asume la responsabilidad del diseño, impresión y distribución de las boletas. De este modo, se asegura a los votantes y a los candidatos que todas las opciones electorales estarán presentes a la hora de votar. Además, el sistema de la Boleta Única implica que las boletas están disponibles exclusivamente en los lugares de votación, no pueden ser legalmente extraídas de allí.

Entonces, de nuevo, ¿boleta sábana o boleta única? La respuesta es cuestión del criterio de cada uno, aunque en mi caso me inclino por la boleta única, dado que considero válidas las ventajas del sistema. Por lo mismo que a esa pregunta sigue otra, ya que ante esas ventajas señaladas resulta inexplicable seguir insistiendo en la utilización del sistema de la lista sábana, lo que da pie a que un mal pensado llegue a susurrar que aquí existe gato encerrado.

Debo manifestarme en cambio, seguramente opinión no compartida por muchos, con respecto al voto electrónico. Es que atendiendo a las manipulaciones que sistemas de ese tipo sufren, me parece que la desconfianza es válida. La única ventaja que observo es que cabría pensar que con este sistema se podría atenuar sino eliminar totalmente el sistema de fiscalización, porque de esa manera resultan imposible utilizar viejas corruptelas, como es el caso de volcar el padrón, ante la ausencia de fiscalización, o apelar al voto en cadena.

El cual según el glosario indicado se hace presente cuando según la jerga política se efectúa una maniobra mediante la cual un dirigente político territorial (normalmente conocido como “puntero”), se asegura que los votantes voten a la lista que él les indica, a cambio de algún beneficio que el puntero les provee. El mecanismo funciona del siguiente modo: el primer votante del grupo (de la cadena) no utiliza para votar el sobre oficial que le entrega el presidente de mesa antes de entrar al cuarto oscuro, sino otro cualquiera. Este primer voto podrá luego ser declarado nulo, pero el votante sale del lugar de votación con el sobre oficial firmado por las autoridades de mesa y se le entrega al puntero. A partir de ello, el puntero puede organizar la cadena, dándole a cada votante el sobre oficial ya cerrado con la boleta de su partido. Para cumplir con su tarea, el votante cliente del puntero, deberá votar con el sobre que le entregó el puntero y traer de vuelta el sobre vacío y firmado que, antes de entrar al cuarto oscuro, le entregará el presidente de mesa. Así se conforma una cadena de votantes dirigidos por un puntero.

Este tipo de maniobra es propiciada por el sistema de boletas partidarias en el marco del cual hay circulación de boletas oficializadas antes de los comicios y fuera de los lugares de votación y que requiere el uso de sobres para mantener el secreto del voto.

4.- Los sistemas mediáticos de comunicación como tercero que irrumpe entre el representante y el representado.

Los medios de comunicación masiva, como todo instrumento, tienen un valor que depende de la forma en que es utilizado. De cualquier manera resulta evidente que ellos aparecen como tercero que viene a convertir en triangular lo que en el pasado era una relación entre dos, o sea el votante y el candidato.

Ello significa una intervención en un vínculo que, con anterioridad era solo entre dos partes; ya que la irrupción de esos terceros, puede llegar a convertirse en una intromisión inmoral cuando no ilícita, en el caso que como instrumental la acción mediática esté dirigida a la manipulación de la opinión ciudadana, valiéndose de la deformación de la verdad, o directamente recurriendo a la difusión de falsas noticias.

La contrapartida de ese comportamiento la tenemos en medios con una programación dedicada a brindar información objetiva sobre los problemas actuales de nuestra sociedad y el mundo, de manera que al escuchar después el análisis de enfoque partidista, (lo que conlleva las propuestas concretas para resolverlos) cada votante esté en condiciones de formarse su propio juicio acerca del tema puesto sobre la mesa.

De allí que resulte por lo menos molesto para todos, escuchar batir el parche acerca del matrimonio político entre los Fernández, acerca de quién llevará los pantalones, empleando un dicho caído en desuso, y si habrá o no divorcio. Todas especulaciones fuera de lugar en cualquier tiempo, y menos cuando los nombrados no se hubieran hecho cargo de sus funciones. Afrontamos de esa manera una situación a la que son afectos muchos medios y mayor número de periodistas.

Es que mejor hubiera estado a mi entender el tiempo si se hubiera planteado, de manera de poder escuchar explicarlo, el problema desnudado por un informe de la “Fundación Libertad” que da cuenta de que el Frente de Todos ganó en la segunda vuelta en aquellas provincias donde es mayor el empleo público y pobreza.

Un cuadro comparativo que nos deja en la cornisa, al borde mismo del abismo, si se tiene en cuenta que Concordia es la ciudad con más pobres del país (52.0 %), que, al mismo tiempo, por lo menos cuatro gobernadores de la provincia han sido originarios de esa ciudad y que la relación entre empleos privados formales y públicos es de 142% de los primeros en contraposición de un porcentaje de 10% entre los últimos.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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