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Son muchos los apellidados Otero que conozco. Gente buena. Burros de trabajo. Por más que siempre haya un extraviado. Digo muchos, aunque los Otero de estos lares son en realidad muy pocos. Me dicen que en tierra argentina los que se apellidan así no son parte de los “top 20” y ni siquiera de los top 50. Como los González o Rodríguez que por lo que se ve brotan por todas partes como hormigas.

Como ve no solo conozco a los Otero, sino que me intereso por ellos. Fue cuando conocí a una linda chica con ese apellido, que es de lamentar que se llamara Flor. De allí se rompió el encanto. No sé qué hubiera pasado si se hubiera llamado Ayelén o Irupé, Dios mío.

Pero ya saben que pienso mucho. Y que también soy muy curioso. En lo que salgo, según dicen, a mi abuela. Aunque eso no me hace pretencioso, porque también reconozco mis defectos. Entre los que está el ser muy obcecado. Y por eso, si bien me olvidé de Flor, seguí encantado con su apellido.

Que me dicen que viene de España igual que los Otero. Aunque otros me dicen que viene de Galicia, y que en ambos casos vendría a querer decir “cerro alto que domina la llanura”. Y a esta altura se hace presente mi tío, quien apunta que el apellido Otero se hermana con el de Castro que vendría a querer decir algo parecido.

Pero en realidad hoy no quería referirme a los Otero, sino a uno en particular, creo se llama Néstor. El que pasa por ser el dueño de la Terminal de Ómnibus de Buenos Aires. Un pirata marca cañón, según me cuentan, que obliga a todos los que le alquilan locales a comprarle a él todas las mercaderías que ofrecen en los negocios que ponen, y venderlas todas al mismo precio. Desde la botellita de agua hasta los bolsos, en todos los casos un afane. Y el que se queda con la parte del león es ese Néstor.

Aunque no parece vinculado con “el traslado de los bolsos”. Algo fácil de entender, ya que lo que tiene es una terminal, y si lo metieron preso es porque le pagaba el alquiler de su vivienda a un tal Jaime, secretario de Transporte de la Nación en otro tiempo, y que también por casualidad está preso.

Nada de todo ese importaba en realidad, hasta que me enteré que en un allanamiento que le hicieron a Otero en su casa le habían encontrado en una bóveda, supongo ahora que están tan de moda como los bolsos, un millón de dólares “termo sellados” que le dicen y un montón de pesos que hacía más bulto todavía, y un montón de relojes caros, que precisamente son una de las debilidades de Jaime. En fin, almas gemela.

Fue cuando estallé. Porque grité “una parte de esa plata es mía”, ya que viajo mucho a Buenos Aires, y salgo y vengo de la terminal, aunque nunca ni pregunté ni vi a Otero, como ahora quisiera verlo para preguntarle por mis tristes pesos.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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