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Hace unos días, y a instancias del presidente electo, Alberto Fernández, se reunieron poco más de 50 figuras -casi todas públicas- para respaldar su plan contra el hambre. En un acto de astucia, y a diferencia de Mauricio Macri y de su conocido enunciado de pobreza cero, Fernández arrancó con un objetivo mucho más accesible y modesto, considerando que puede haber gente sin hambre pero pobre, aunque la convocatoria dejó también una sensación amarga en función de lo copiosa y disímil. Todos sabemos que la mejor forma de que algo no se haga ni se resuelva nunca es convocar a un gran comité donde se habla mucho, se acuerda poco y se termina ejecutando casi nada.

Sin entrar a dar nombres propios, aunque seguramente muchos van a coincidir en que el grupo reunido fue por demás desparejo y que en varios de los casos no se entendía qué hacía cierta gente ahí, sí queda a la vista otro error de los convocantes: darle un marco farandulesco a un tema tan importante y tan grave. Intencionadamente o no, la presencia del conductor televisivo Marcelo Tinelli -y de un par más- terminó dándole ese tinte a la convocatoria, aún cuando se trató de aclarar que su presencia se debía al incesante trabajo social de su fundación y no a otra cosa.

Como es el caso de muchos otros de los presentes, a Tinelli no se le conocen demasiados pergaminos en la elaboración o ejecución de políticas públicas vinculadas al hambre o a la indigencia. Sí cierta experiencia como vicepresidente de San Lorenzo y gerenciador deportivo. Lo que más tarde se haría público, y esto seguramente explica su presencia, es que Fernández pretende hacer de Tinelli uno de sus caballos de Troya en la provincia de Buenos Aires, territorio de aquí en más dominado por el kirchnerismo, y tal vez reservar para el animador el primer lugar en la lista de diputados nacionales. Falta tiempo, claro, pero la política no es soplar y hacer botellas.

"La reunión que hizo Fernández tuvo un corte farandulesco y confirmó que una convocatoria así para solucionar un problema sigue siendo la mejor manera de no resolverlo nunca"

La situación es de por sí compleja. Es sabido que el gobierno saliente de Cambiemos aumentó los planes sociales hasta límites insospechados -superando con creces los grandes números de aquellos días del kirchnerismo-, pero aún con más del 25% de la población recibiendo algún tipo de ayuda, plan o subsidio del Estado (este porcentaje también incluye a nuestros jubilados y pensionados), no se pudo evitar que por estos días casi el 10% de los argentinos viva en la indigencia.

Ahora, a la maratón de planes sociales, que recibe la critica sorda pero constante de quienes pagan impuestos, habrá que sumarle algunas nuevas herramientas que poco harían importar los aumentos presupuestarios que seguramente impliquen, si es que finalmente resultaran siendo exitosas. Como todo en este país, habrá que ver cómo funciona y cuánto realmente de la ayuda que se necesita llega al usuario final. La nueva estrella del firmamento de la ayuda social será entonces la tarjeta para alimentos. En principio, estos cartones serían solamente para madres necesitadas y con hijos menores de 6 años y se les permitirá -al menos por ahora- adquirir solo alimentos, aunque se les sugerirá dé que tipo comprar. Según declaró Daniel Arroyo, ya casi confirmado como reemplazante de Carolina Stanley en Desarrollo Social, las/los usuarios van a tener además el beneficio adicional de la devolución del Impuesto al Valor Agregado, amén de contar con un seguimiento nutricional de profesionales de la salud. Se espera que este programa esté al alcance de unos 8 millones de personas, y se entiende que una inmensa mayoría de toda esta gente ya recibe además algún tipo de ayuda estatal.

"Nuestras ciudades siguen llenas de pobres, nuestros políticos siguen montando escenas de falsa preocupación, y la Argentina sigue sin encontrar las soluciones profundas que necesita. Y la pobreza y el hambre siguen ahí"

En definitiva, seguimos sumado paliativos. Y seguimos acudiendo a puestas en escena como fue el caso de esta reunión. Como para que dé la impresión de que los políticos -antes los otros, ahora estos- se preocupan por nuestros más necesitados. Mientras tanto, Argentina sigue llena de ciudades y pueblos que son fábricas de pobreza infinita, de pobres y postergados habitantes, de gente de la que solo se acuerdan semanas o días antes de las elecciones. Argentina sigue careciendo de soluciones más profundas, como hacer que la economía vuelva a crecer, por ejemplo. Y no parece que este nuevo gobierno que se viene sea muy distinto al que se va en este tema.

Finalmente, una reflexión respecto de las nuevas tarjetas para alimentos. A muchos les recuerda el Carnet de la Patria en Venezuela, donde su portación obliga a una fidelidad infinita con el régimen de Nicolás Maduro. Desconocer su liderazgo o renegar de sus políticas implica un inmediato ostracismo y dejar de recibir cualquier ayuda del Estado, no importa cuánto la necesite. Uno quiere suponer que una cosa como esa aquí no podría suceder. Pero, para curarnos en salud, es responsabilidad de todos estar atentos y evitar que una aberración de ese tipo nos pueda suceder. Es que son lustros, décadas, con nuestros políticos lucrando con el hambre y la pobreza. ¿Es que será entonces su negocio, que ni el hambre ni la pobreza, alguna vez, desaparezcan?
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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