En buena hora la figura de Artigas comienza a ocupar un escenario de reivindicación. Si esto deriva en un rescate y afirmación de los principios federales o se agota tras una efímera circunstancia política, el tiempo lo dirá.

Dos actos diferentes se realizaron con motivo del bicentenario de la batalla del Espinillo, primer combate por el federalismo, librado entre los arroyos Sauce Grande y Espinillo, a 23 kilómetros al este de Paraná, el 22 de febrero de 1814.

La fuerza entrerriana del coronel artiguista Eusebio Hereñú, comandante de Nogoyá, con ayuda oriental, desbarató allí la invasión porteña encabezada por el barón de Holmberg, a quien tomó prisionero lo mismo que a varios oficiales invasores.

Tras la victoria, Hereñú proclamó la soberanía de la provincia, creó la Federación Entrerriana y adoptó la bandera de Artigas.

El centro de estudios Junta Americana por los Pueblos Libres, organización de carácter independiente, emplazó hace tres años sobre la ruta 18 en el lugar de los hechos, un monolito recordatorio. El pasado 22 de febrero esa entidad realizó allí, bajo la lluvia, un sencillo acto recordatorio, del que participaron también el Foro Artiguista Entrerriano, AGMER, CTA Paraná, la Corriente Clasista y Combativa, centros de estudiantes, en fin, un abanico de representantes de diversos sectores no oficiales

El gobierno, por su parte, suspendió ese día su homenaje por mal tiempo, realizándolo el domingo último. Consistió en la colocación de la piedra fundamental de un monumento a Artigas, una cabalgata entre El Espinillo y La Picada y un festival musical en esta última localidad.

“No se lo venera, se lo usa”

La importancia de Artigas, condenado al ostracismo por el poder centralista desde su tiempo hasta no hace muchos años, es ahora valorada de otra manera. Cierto es que han mantenido viva su memoria historiadores uruguayos (Carlos Maria Ramírez, Jaime Yaffé, Carlos Demasi, Gonzalo Abella, Carlos Machado) y entrerrianos (César Blas Pérez Colman y su nieto Oscar Tavani, entre otros, además del poeta Delio Panizza), pero es evidente que han aparecido una o varias corrientes reivindicativas, de signos diferentes y probablemente con propósitos distintos. No menciono a Pacho O’Donell, que suele venir a Entre Ríos contratado por el gobierno para enseñarnos a los entrerrianos quién era Artigas, porque no parece muy confiable un psiquiatra que fue alfonsinista, menemista y ahora kirchnerista, siempre funcionario y con idéntica pasión por unos u otros, según los momentos.

“A don José no se lo venera, se lo usa”, se quejó en Montevideo el presidente de la Asociación de Descendientes de Artigas, Tabaré Barrios Dalmao. Y no es descabellada la observación.

Federalismo, no simulaciones

El 10 de mayo de 2012 el gobernador Urribarri colocó imprevistamente en la agenda pública la recuperación del Protector de los Pueblos Libres y de su pensamiento federal. Ese día se realizó un acto alusivo en Concepción del Uruguay y a partir de entonces son frecuentes las referencias oficiales al caudillo. Se anunció en aquella ocasión la celebración del bicentenario del Congreso de Oriente convocado por Artigas en la ciudad histórica. Será el 29 de junio de 2015, para mejor un año electoral. Las suspicacias que tal condición despierta en algunos sectores de la vida provincial, son inatajables.

De todos modos, nadie puede objetar esa campaña. La cuestión de fondo consiste en recordarle a las autoridades que el Congreso de Oriente ratificó las célebres instrucciones de Artigas a sus diputados ante la Asamblea General Constituyente de 1813.

Aquellos representantes fueron rechazados por el poder central, pero las instrucciones están vigentes porque constituyen la columna vertebral del federalismo. Exigían independencia absoluta de todo gobierno o poder extranjero; libertad e igualdad civil y religiosa; organización política federal con un gobierno central “que entenderá solamente en los negocios generales del estado” y provincias autónomas conforme a un pacto de reciprocidad entre ellas a partir de gobiernos locales; libre elección de autoridades; funcionamiento de los tres poderes del estado independientes entre si e instalación de la capital fuera de Buenos Aires.

A esa síntesis del ideario artiguista cabe añadir el reglamento agrario de 1815 que otorgaba tierras a “indios, negros, gauchos” y a todos los que quisieran trabajarlas.

“Artigas vuelve”, suele expresarse. Que así sea. Entonces habrá que pensar en restablecer el federalismo integral y profundo en lugar de obedecer y aplaudir en Buenos Aires; recuperar la dignidad de las provincias; exigir los fondos que usurpa el gobierno central y gobernar con absoluta honestidad, recordando, como le decía el Protector a su pueblo: “Mi autoridad emana de vosotros y cesa ante vuestra presencia soberana”.

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