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Como muchos recuerdan, hubo un tiempo que “a la 14” como se denominaba entre nosotros un “combo en el que la ruta nacional 14 empalmaba con la ruta nacional 12” era tenida por razones harto conocidas, que hacían hasta obvio su apelativo como “la ruta de la muerte”.

Las explicaciones que se daban para fundamentar esa calificación se consideraban las correctas. Se hacía referencia a una creciente circulación por una carpeta asfáltica deteriorada que se desplegaba en dos carriles contiguos. Cada uno de ellos con un ancho estrecho, que volvía posible el “rozamiento” lateral de grandes vehículos que avanzan en dirección contraria, y doblemente peligroso “el adelantamiento” de un vehículo que avanzaba en la misma dirección y a menor velocidad ocupando transitoriamente el carril por el que se circulaba en dirección contraria; circunstancia que hacía no sólo posible, sino, en no poca medida probable, que se produjera un choque con un vehículo que avanzara por su mano en dirección contraria.

Ante las circunstancias expuestas fue una convicción generalizada –aunque lamentablemente equivocada- que el peligro de muerte por transitar por la ruta reconvertida en autovía se tornara, en el peor de los casos, como en un momento ocurrió, resulta explicable que su lúgubre denominación informal cayera en el olvido. Pero como alguien dijo traduciendo a la filosofía criolla el “mito del eterno retorno” además de que “no somos nada, todo pasa” de manera que es imposible que haya nada ´permanente. Es por eso que el piso de la autovía se ha ido deteriorando con el paso del tiempo, se hayan ´´producido hundimientos longitudinales en el carril derecho de los dos que van en direcciones opuestas como consecuencia de ser ese el carril por donde circulan camiones, excedidos en la carga transportada ante la falta de controles.

A todo lo que se suma la irresponsabilidad de los automovilistas, que parecieran estar en la creencia de circular en un velódromo. Entre tanto, la concesionaria de la autovía ha hecho “mutis por el foro”. La policía caminera se dedica a interrumpir peligrosamente el tránsito de vehículos, para examinar los “papeles” del "conductor”, o a “cazar” infractores a las normas de tránsito, de una manera que da más que la impresión de ser deshonesta. Mientras que esos retenes policiales se convierten, a su vera, en cementerios de vehículos secuestrados que el paso del tiempo, que los está convirtiendo en fantasmales.

Mientras los “siniestros” – una manera aséptica de calificar accidentes que pueden llegar a ser grandes tragedias- siguen ocurriendo, como si se tratara de una fatalidad inescrutable e inevitable. Por otra parte la apuesta pasa no por cuando las cosas terminarán por encarrilarse, sino de cuándo será el momento en que la autovía pasará a ser mencionada como lo fuera la ruta que vino a reemplazar.

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