Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Algo muy grato para los caminantes, entre veredas rotas y uniformes vidrieras: detenerse ante los portales de las verdulerías.

Un pedazo de huerta que llega a la ciudad. Y no es la variedad de verdes lo que más me atrae, sino los canastos o las pirámides hechas con frutos.

Los enormes duraznos, las ciruelas color vino de Borgoña, los damascos que no se resuelven entre el amarillo o el naranja.

Pero aquí se va terminando la seducción. Sé que si llevo algunos para la mesa familiar, los duraznos estarán duros e insulsos como papas. No hay fragancia alguna. Si nos damos más tiempo y confiamos que los días le darán sazón, el corte nos mostrará una amarronada podredumbre. No somos más afortunados con las ciruelas, las manzanas han perdido el perfume.

Pienso que el placer del paladar ha sido reemplazado por el visual, por algún cambio genético; o que la permanencia prolongada en cámaras frías nos devuelve esta especie de Frankenstein: apariencia pero no lo esencial de un ser.

Fue un día afortunado cuando encontré en internet las pinturas de Bartolomeo Bimbi (1648-1729). El destino conspiró de alguna manera contra el conocimiento de su obra, que fue albergada por museos de ciencia y no de los prestigiosos de bellas artes.

Un error difundido: la ciencia es un arte muy bello. Bartolomeo, durante los gobiernos de los tres últimos Medici, duques de Toscana pintó los frutos, las flores y algo de la fauna de esos admirables territorios.

En algún momento, los naturalistas se abocaron a estudiar esas pinturas. Y Bartolomeo parece haber sido un pintor tan escrupuloso como incansable: "retrató" no menos de 230 variedades de peras, 187 de uvas, 186 de cítricos y no sé cuantas de ciruelas y cerezas. Estas frutas llegaban de distintas regiones de Italia, con características distintas según la región. Eran otra forma de lenguaje, verdaderos dialectos.

¡Cuánto nos hemos empobrecido! ¿Cuántas variedades de peras podemos recordar? Personalmente no más de siete u ocho. Y debemos recordar que para los biólogos esta pérdida de la variedad significa no menos que una mayor vulnerabilidad de la especie, así como una mayor variedad hace a la especie más saludable y estable.

Algún día del siglo XlX, WR Emerson caminado entre variados perales pensó una de sus terribles intuiciones: "hay solo diez minutos en la vida de una pera cuando ésta llega a la perfección para gustarla". ¡Y a cuantas otras cosas de vida cuadra esto!
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario