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El 4 de enero pasado se cumplieron 100 años de la muerte de Benito Pérez Galdós, considerado el mayor escritor español después de Cervantes. Si un solo libro, "El Quijote", bastó para ocupar el primer puesto, la obra de don Benito es enorme y abarca novelas, cuentos, teatro, libros de viajes, memorias, artículos políticos, y hasta un anticipatorio relato policial. Sin duda, el peso de su fama descansa en la novela realista, que retrata en forma insuperable la entera vida social y política española del siglo XlX.

"Fortunata y Jacinta" es probablemente su mejor novela. "Doña Perfecta" esboza las intolerancias que llevarían a la guerra civil muchas décadas después. "Tristana" y "Nazarín" fueron la médula para que Luis Buñuel diera una muestra de gran cine, auténticamente español.

Su sepelio, pese a la indiferencia oficial, llamó multitudes a las calles y, por primera, vez las mujeres lo acompañaron, cosa que hasta entonces les estaba vedado.

Había partido "el más alto y peregrino de sus príncipes", como lo llamó Ortega y Gasset en su columna de "El Sol", el 5 de enero de 1920. Podríamos demorarnos en tal o cual escena de sus novelas o tal personaje: don Plácido o la de Bringas o en Fortunata comiendo un huevo crudo (no creo que ninguna otra heroína de novela tuviera una presentación tan singular). Pero sí transcribiré algunas de opiniones políticas, ya que don Benito fue varias veces diputado, y un observador casi científico de la vida social de su pueblo.

Ante la pregunta si era liberal, respondió: Lo soy, sí señor, soy liberal en idea, y deploro que el país entero no lo sea. Si no estuvieran aquí tan arraigadas las rutinas, la ignorancia y, sobre todo, la docilidad para dejarse gobernar, otro gallo nos cantara... Por desgracia nuestro país no es liberal, ni sabe lo que es la libertad, ni tiene de los nuevos modos de gobernar más que ideas vagas. Puede asegurarse que la libertad no ha llegado todavía a él más que como un susurro. Es algo que ha llegado a sus oídos pero que no ha penetrado en su entendimiento ni menos en conciencia. No tiene idea de lo que es el respeto mutuo, ni se comprende que para establecer la libertad fecunda es preciso que los pueblos se acostumbren a dos esclavitudes, a la de las leyes y a la del trabajo... Los españoles que más gritan libertad, entienden que ésta consiste en hacer cada cual su gusto y en burlarse de la autoridad. En una palabra, cada español, al pedir libertad, reclama la suya, importándole poco la del prójimo... Creo en la libertad porque he visto sus frutos en otras partes, pero no creo que esa misma libertad pueda darse allí donde hay poquísimos liberales y de éstos la mayor parte lo son de nombre. He visto hombres que han predicado con elocuencia ideas liberales, que con ellas han hecho revoluciones y con ellas han gobernado. Pues bien: éstos han sido en todos sus actos déspotas insufribles.

Jamás iría yo adonde la política ha venido a ser, no ya un oficio, sino una carrera de las más cómodas, fáciles y lucrativas, constituyendo una clase, o más bien un familión vivaracho y de buen apetito que nos conduce y pastorea como a un dócil rebaño.

Los dos partidos que se han concordado para turnar pacíficamente en el poder, son pobres manadas de hombres, que no aspiran más que a pastar en el presupuesto, carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve, no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como se halla y llevarán a España a un estado de consunción que de fijo ha de acabar en su muerte. No acometerán el problema religioso, ni el político, ni el económico, ni el educativo, no harán más que burocracia, caciquismo estéril trabajo de recomendaciones, favores de amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica y adelante con los farolitos.

Voy adonde la política es función elemental del ciudadano, con austeras obligaciones y ningún provecho, vida de abnegación, sin más recompensa que los serenos goces que nos produce el cumplimiento del deber.


Estas ácidas reflexiones nos son más actuales, quizás, que tantos personajes que inmortalizara... "El amigo Manso", "El doctor Centeno", "Gloria"...

Publicó cerca de 50 novelas sobre "la vida contemporánea", 46 son los "Episodios nacionales" desarrollados en cinco series, que se inician con "Trafalgar" y llegan casi hasta "Canovas" (1897). Una cantidad similar de obras teatrales y cuentos, uno de ellos basado en crónicas policiales que publicó en el diario "La Prensa" de Buenos Aires e inició el género en España. La Iglesia española bloqueó su candidatura al Nobel, y no participó en sus funerales, como no lo hizo el socialismo. Don Benito no gustó a los extremos. En 1920 un argentino, Alberto Ghiraldo, reunió su obra dispersa en nueve volúmenes. Me alegra que fuera argentino quien lo hizo.

Y no me digan que "pastar el presupuesto" no es una magnífica imagen... "familión vivaracho" no le va en zaga.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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