Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
En un acto realizado en el Club Echagüe de Paraná el pasado 22, ante la presencia de aproximadamente seis mil personas –hay medios que hablan de decenas de miles- y en el que estuvieron presentes la mayor parte de las principales “familias justicialistas”, con la excepción del urribarri-cristinismo, el principal orador fue Gustavo Bordet. Se trató, de ello no quedan dudas, de un acto de proclamación implícita de su, por ahora precandidatura, a la reelección para el cargo de gobernador de nuestra provincia.

Se debe señalar que una candidatura como la suya –aunque lo sea en el marco de “elecciones desdobladas” -algo que merece reparos- debe ser bien recibida por todos los entrerrianos, independientemente de cuál termine siendo el candidato de su preferencia.

Ello así en cuanto el gobernador con su comportamiento durante la actual gestión, ha dado muestras claras de esa tan deseable y a la vez escasa cultura cívica. Algo de lo que en el pasado los entrerrianos fuimos un ejemplo, aunque en los últimos años se ha deteriorado tanto, que da la impresión de que en ese entonces éramos habitantes de otro planeta.

Es que Gustavo Bordet no solo ha efectuado una administración a la que cabe en líneas generales calificar como de prolija, sino que ha ido más allá. Todo ello al haberse mostrado abierto invariablemente al diálogo con todos con quienes compartimos el vivir en esta tierra, aunque no sea de origen sino de adopción, dada la hospitalidad asimiladora que brindamos al que llega; como por su disposición de prestar atención a los reclamos del común, sin discriminar cual sea su bandería.

Todo lo cual no era ni es un impedimento, sino que es una exigencia – sobre todo manejando como él sabe hacerlo- el difícil equilibrio entre la continuidad con quienes fueron sus principales compañeros de ruta en el pasado, y la necesidad de mirar hacia adelante libre de ataduras que no sean otras que los mandatos de su conciencia.

De donde lo esperable era que al momento de la crítica -ya que tanto en el suyo como en todos los casos corresponde que se incluya una autocrítica- se le escuchara al menos una referencia a la actuación de su gran familia política que lo llevó a ocupar su actual cargo, durante lo que dio en llamarse la década ganada, incluyendo su alargue.

Una crítica que, se lo repite, al mostrar a la vez una autocrítica, no se debió haber callado, cuando según surge de la crónica periodística, debía impedir que se silenciara, al pasar sobrevolando sobre aquélla, cuando en su mensaje hizo expresa referencia “a las trágicas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2011” para luego pasar a explicar que “las políticas que lleva adelante actualmente el gobierno nacional fueron las mismas que desplegó la Alianza y que nos llevaron a esa crisis”.

Es que al reflexionar sobre la actualidad y su pasado casi inmediato aparece tratando de eludir –queriendo creer por nuestra parte que no lo hizo de una manera deliberada, sino para darle identidad a la estructura del discurso - el tránsito más que por un terreno resbaladizo, un verdadero y hondo pantano, sucio como todos ellos, que fueron los años de esa década alargada, en la que la dilapidación de las “ganancias extraordinarias” resultado de precios desmesuradamente altos de nuestros granos y oleaginosas, entre ellos los de ese “yuyito” que como se lo escuchó calificar es la soja; precios que se encuentran entre los más altos registrados en las series históricas de la materia; vino acompañada por el saqueo del Estado tanto en el orden nacional, como bajando a otros niveles.

Algo, esto último, de lo que resulta una prueba acabada tantos funcionarios de ese entonces paseando por tribunales sin discriminar entre los que están presos o a la espera de su condena, y los que, procesados, permanecen en libertad, muchos de ellos arropados en sus fueros, sin olvidar a los que entran y salen y en algún momento volverán a entrar.

Porque de no aclararse así las cosas, perecería que en esa mencionada década nada hubiera sucedido, y hasta habría alguno de esos distraídos al extremo, a los que se los viera mostrarse convencidos de que ese lapso de diez años y su alargue no hubieran existido, y que a Fernando de la Rúa, lo hubiera sucedido Mauricio Macri sin solución de continuidad y que Bordet hubiera nacido, hace de esto apenas poco más de cuatro años, dentro de un repollo.

Este es el momento para remarcar que no es nuestra intención descargar las responsabilidades totales de nuestra actual crítica coyuntura en las espaldas de sus predecesores, absolviendo de ella al actual gobierno nacional. Porque es indudable que éste también ha cometido errores, de diverso tipo y calibre, incluyendo algunos de una entidad tal, que cabe considerar que han contribuido a exhibirla ahora en toda su dureza.

Pero como no se puede pretender aparecer, por una parte olvidadizo y por la otra al extremo puntilloso, cabría advertir que, como acontece en muchas disciplinas del ámbito deportivo, resulta adecuado distinguir entre los errores propios autónomos, y los errores forzados, es decir a aquellos que contribuyen, hasta de una manera decisiva, como la incidencia del factor externo.

Y es aquí donde se nos hace presente el segundo reparo que nos merece la pieza oratoria de Bordet, que se hace presente cuando se lo ve sostener que “nosotros – aludiendo cuando menos a los gobernadores justicialistas- no cogobernamos”. Un error conceptual grande, ya que llevando las cosas al extremo cabe decir que, al menos en cierta forma, todos, absolutamente todos cogobernamos de una manera explícita o implícita, ya sea por acción u omisión. Incluyendo los diputados kirchneristas, a quienes en el transcurso de una sesión bochornosa de la Cámara de Diputados de la Nación, se los vio alternativamente en el recinto increpando febrilmente a quien se le pusiera a tiro, o desde la plaza junto a los “lanza piedras”, azuzándolos o pasando a ser uno de ellos.

Dado lo cual, Gustavo Bordet, de inequívoca manera, con una referencia de ese tipo viene a incurrir en una autoflagelación, en la medida que con una línea coherente de posicionarse en el ámbito nacional, ha contribuido como pocos a asegurar “la gobernanza” frágil por la que transitamos.

Claro está que por nuestra parte, no podemos conformarnos, como tampoco lo hacemos que llevara muchas veces a las negociaciones sobre cuestiones de Estado – y en eso precisamente reside el cogobierno del que habláramos- se transformara en una suerte de juego de “toma y daca”, en el que se ve a los intereses locales primar sobre los del conjunto todo, cuando no debiera ser así.

Pero una referencia pormenorizada a esta cuestión, es otra historia.

Enviá tu comentario