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Si por un instante nos volviéramos parecidos a Lilita Carrió no diríamos, parodiándola, que le hemos perdido la confianza al Consejo Municipal del Arbolado Urbano de Colón, sino que sentimos por él una piadosa simpatía y solidaridad, ante la presunción de que, si no ha estado realmente a la altura de las expectativas que abrigábamos respecto a su accionar -todo ello sin dejar de valorar sus modestos logros- porque sabemos que no es infrecuente que tratar de conseguir que la administración municipal atienda y haga suya una propuesta o un reclamo sea lo mismo que chocar contra una pared.

Y es verdaderamente una lástima que así no sea -y debe tenerse en cuenta que no hay nada que pueda entenderse como una referencia a quienes la dirigen, ya que ellos cuentan con el aprecio respetuoso que tenemos para todos nuestros vecinos- ya que la hubiéramos visto dotada de los rasgos que ennoblecen a los caballos criollos a estar a las palabras de un gran poeta nuestro que los menciona en uno de sus versos haciendo referencia al “caballito criollo del galope corto, del aliento largo y el aliento fiel”.

Somos así conscientes de lo difícil de encarar una intensa labor de reforestación de nuestra planta urbana, explicable tanto por el precio que tienen los ejemplares arbóreos en los viveros privados, como la resistencia de la administración a dar prioridad a este tipo de erogaciones, y que a pesar de esa circunstancia, es notorio y acertado el criterio con el que se efectuaron reposiciones de ejemplares faltantes en calles y avenidas.
Por algo se empieza y de allí la importancia de marchar con “galope corto y aliento largo”. Pero lo que nos ha, verdaderamente, resultado frustrante es la interrupción del trabajo de eliminación de plantas parásitas en las copas de los árboles de nuestra rivera.

Una labor que quedó menos que a medio hacer y que puede llevar a que todo el trabajo llevado a cabo se convierta en un trabajo perdido. Es un caso similar a una madre que comienza a despiojar la cabeza de su hijo, y en un momento dado se aburre -o sea deja de galopar- y pierde el aliento. Y manda a su hijo a jugar.

A la vez, es verdaderamente preocupante que no se haya prestado la mínima atención al grave problema sanitario que representa el estado de los lapachos de la calle 12 de Abril, circunstancia que es notoria si se tiene en cuenta su floración temporalmente despareja, que pareciera ser un llamado de auxilio de árboles que se resisten a morir.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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