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Todos deberíamos saber que nuestro billete de cinco pesos, con la imagen de José de San Martín, está por dejar de circular. Algo que da pie para una primera acotación: que si alguien encuentra uno de esos billetes semiarrugados en el bolsillo de un pantalón, o bien planchado entre las hojas de un libro que lo guarde, no lo cambie por una moneda de igual valor.

Ello no solo como una confirmación certera de nuestra vocación de “degollar imágenes de próceres o personajes notorios” en forma simbólica, imprimiendo primero su imagen en un billete de moneda papel para luego, tiempo después, a medida que esos billetes se muestran cada vez más sucios, rotos y rugosos por una mayor velocidad de circulación, que corre de una manera explicablemente pareja con su pérdida de valor, son sacados de circulación, al que cabe considerar, teniendo en cuenta repugnantes prácticas ancestrales, como una suerte de degüello. Sino como recuerdo que no solo el billete sino el país supieron de mejor suerte.

Dado lo cual, según se dice, una ocurrencia presidencial, haría que se dejara de lado la utilización de las imágenes de todo tipo de ejemplares de nuestra fauna autóctona, en lo que algún despistado pensaría que es una manera de evitarles esa muerte simbólica, que en tantos casos acompaña a una extinción real, no ya de un ejemplar sino de la especie.

Pero las cosas no son de esa manera, ya que también, según se dice, las imágenes de los próceres no volverían al ruedo tipográfico, sino que la intención sería incursionar por otros ámbitos de la argentinidad. Es así como se dice que la imagen de Jorge Luis Borges sería la primera en marchar a ese simbólico calvario. La pregunta que queda pendiente es: cuándo les llegue el momento a los deportistas de pasar por esta ordalía, ¿se animarán con Maradona?

De cualquier manera la imagen de San Martín subsistirá, estampada en lo que en España se conoce como “calderilla”, o sea piezas metálicas de poco valor. Las que como las viejas calderas están fabricadas utilizando el cobre, el que como se sabe ha sido reemplazado ahora por una aleación de menor valor. Algo que significa una degradación mayor que viene a sufrir la figura del “Gran Capitán”, e indirectamente su venerada cívicamente persona.

Mientras tanto, lo que parece un relato ligero debería leerse con la seriedad que exige el mirar nuestra realidad. Ya que el hecho real no es plantearse la cuestión si la imagen de San Martín terminará en el suelo como una de las caras de una moneda que se desecha porque nada se puede comprar con ella. Sino de reflexionar acerca de una cuestión de ribetes gravísimos, cual es la de ponerse a pensar si realmente la que tenemos por tal puede considerarse una moneda nacional.

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