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Entre 2011 y 2023, el PBI argentino habrá crecido a una tasa anual promedio de 0,5%, y la inflación habrá corrido a una tasa anual promedio de 49%. En los 40 años de democracia, las cifras promedio anuales son 2% de crecimiento y 200% de inflación. Armar un vídeo de TikTok o hacerse los rulos, como gusta decir la Vicepresidente, porque el Presidente electo vaticine una estanflación para el inicio de su mandato, no debe ser tomado más que como un poco de fulbito para la tribuna.

La estanflación es endémica en Argentina: la economía carece de dinámica (2% de crecimiento es apenas superior al crecimiento poblacional) y la persistencia de la inflación, un mal que el mundo ha erradicado, indica que está plena de desequilibrios. Que la ciudadanía haya apoyado masivamente a Javier Milei, que durante su campaña cometió el anatema político de prometer dolor a la población, parece reflejar la decisión mayoritaria de cambiar de método para superar los males endémicos.

Porque las curas mágicas que el populismo intentó inocular para resolver esos males sólo logró agravarlos. Los desequilibrios fiscales y monetarios no lograron redistribuir más que miseria; para peor, redistribuirla mal, porque quienes peor estaban fueron quienes más se perjudicaron. Por eso, también ellos apoyaron a Milei en 2023.

El primer cambio que trae Milei está en su forma de comunicar: no promete soluciones mágicas, simplemente porque no tiene forma de prometerlas. La herencia que recibe en términos de recesión, inflación, pobreza, desequilibrio fiscal, atraso cambiario, represión financiera, falta de competitividad, exceso de regulaciones, presión fiscal elevadísima en comparación con la contraprestación en bienes públicos, entre otros muchos problemas, no puede darse vuelta de la noche a la mañana. Por eso da cuenta de los problemas y de que será doloroso acabar con ellos.

El segundo cambio que trae Milei es que el remedio será inoculado de inmediato. No hay espacio para la gradualidad esta vez. Los problemas son graves, y además son urgentes. Hay fuertes rumores de que el mismo 10 de diciembre Milei convocará a sesiones extraordinarias del Congreso Nacional, con el afán de aprobar un gran paquete de leyes. Los mismos rumores sugieren la eliminación inmediata, por decreto, resolución, comunicación o el medio legal que corresponda, de centenares de regulaciones y trabas que restan fluidez a la economía.

Resta apenas una semana para saber si los rumores son ciertos. ¿Va a funcionar? Es difícil de saber de antemano la respuesta legislativa, y más difícil aún predecir el éxito de un programa de shock cuyos resultados no se verán de inmediato. Romper la dinámica empobrecedora en que está sumergida la economía hará crujir muchos engranajes, no sólo de la economía sino también de la política. Por esto mismo el Presidente vaticina, con honestidad brutal, un período de dolor antes de ver la luz.

Así como no sabemos si el plan funcionará, sí sabemos que esta promete ser una respuesta diferente, más racional desde lo económico, pero con alto riesgo político. Reducir regulaciones, quitar trabas, romper kioscos, son medidas que atacan la médula del funcionamiento, y del financiamiento legítimo e ilegítimo, de la política y de muchas seudomafias vinculadas con la política.

Los desafíos que enfrentan la economía y las instituciones argentinas son los mismos desde hace décadas. Milei promete un método nuevo, doloroso pero diferente de los que se han aplicado sin éxito durante los últimos 25 años. Hay dudas respecto de su éxito, pero, con contundencia, el voto popular le ha otorgado el legítimo derecho a intentar.
Fuente: El Entre Ríos

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