Están convencidos de que no es fácil, pero se puede. El grupo ALCO Colón “Compromiso” se reúne cada semana para apoyarse en su objetivo de bajar de peso y mantenerse.

En mayo de 2012, ALCO Colón había protagonizado la sección dominical de El Entre Ríos, “Recorriendo nuestras instituciones”. La semana pasada volvieron a abrirme las puertas para hablar de obesidad, salud y contar cómo trabajan juntos cada semana para enfrentar los kilos de más.

Coordinados por Viviana, Laura y Zulma, se reúnen en uno de los salones del primer piso de la Parroquia Santos Justo y Pastor, todos los lunes a las 19.30 (desde octubre lo harán a las 20).

“Es un grupo de autoayuda en el cual se tratan los problemas alimentarios. Hablamos de nuestras experiencias y a partir de ella le transmitimos a los nuevos integrantes del grupo lo principal que debemos tener en cuenta, que es que venimos a hacer cambios, sabiendo que la obesidad es una enfermedad”, explican.

Sobre la dinámica del grupo, cuentan que “nos mantenemos con nuestras propias contribuciones (tal como dice el Preámbulo que leemos al comenzar el grupo); pagamos un bono de $10 por reunión que nos ayuda a mantener el alquiler del lugar; el 60% de lo recaudado va para ALCO Central. Cuando llegamos controlamos el peso en la balanza; no estamos obligados a decir cuánto pesamos en el grupo, sino el resultado, o sea lo que bajamos o lo que subimos. Hacemos una curva de peso en un material de la literatura de ALCO que se llama Pasaporte. Una de las coordinadoras pregunta quién necesita ayuda y lo anota. Luego de desarrollar el tema del día, que se extrae de nuestra bibliografía, se trabaja sobre las ayudas. En el Pasaporte anotamos nuestros objetivos semanales, como forma de estímulo”.

Una herramienta muy valorada es el registro de comidas, “porque tendemos a olvidar lo que comemos. Es un ejercicio que cuesta mucho, uno se resiste, pero es importante. Cuando no bajamos lo compartimos”.

El grupo describe el plan de alimentación, “tenemos un sistema que no es de calorías, sino de créditos, donde cada alimento tiene un puntaje, cada uno tiene una cantidad de créditos para comer por día, entonces cuando hacemos el registro, anotamos al lado los créditos”.

Los créditos tienen en cuenta el tamaño de la porción y la calidad del alimento. A igual cantidad de calorías, menos créditos tendrán aquellos ricos en fibras y proteínas y más los que son altos en grasas (especialmente las saturadas) e hidratos de carbono (sobre todo los simples). Por ejemplo, las calorías entre una manzana y una golosina de 25-30 gramos pueden ser iguales, pero el aporte de fibras de la primera y el hecho de ser libre de grasas, la convierte en un alimento más recomendable a la hora de bajar de peso y cuidar la salud: tiene más volumen, por su consistencia requiere más masticación (por ende aumenta su valor de saciedad) y aporta otros nutrientes como agua, vitaminas y minerales que no suman créditos. La idea es aprender a elegir lo más conveniente para cada uno.

“En la semana tenemos lo que llamamos un plato permitido; se trata de algo que nos gusta mucho y que debe ser planificado”.

En cuanto a la frecuencia de las comidas, Paola –una de las participantes que ya lleva bajados 23 kilos- explica que es importante comer cada dos horas o dos horas y media aproximadamente. Además de las cuatro comidas, realiza tantas colaciones (pequeñas comidas intermedias) como requiera durante el tiempo que permanece despierta. “Yo me levanto y desayuno leche con tostadas con queso crema light; a media mañana como una manzana o una golosina; antes del almuerzo como un caramelo ácido para quitar el hambre y tomo dos vasos de gaseosa light para ocupar el estómago”, dice como ejemplo.

Más allá de tener o no apetito, el plan alimentario del Dr. Alberto Cormillot (fundador de ALCO) recomienda no dejar pasar menos de 1 hora y media ni más de tres entre una comida y otra, ya que cada vez que ingerimos alimentos el páncreas libera insulina (hormona que entre otras tareas contribuye a metabolizar los alimentos) en cantidades normales. Cuando pasamos más tiempo del indicado en comer, el páncreas libera más cantidad de insulina de la normal; ese exceso se convierte en tejido adiposo (grasa). O sea que -más allá de producirse un incremento en mi apetito y aun cuando con mucho esfuerzo lograra controlarlo- no respetar la frecuencia de comidas favorece el engorde.

Esto explica por qué no hay que dejar de comer para adelgazar, sino ingerir alimentos en cantidades adecuadas para cada uno, con una buena distribución a lo largo del día y cuidando lo más posible su calidad. Si como de menos, al principio voy a bajar de peso, pero luego el metabolismo registra la falta de calorías imprescindibles para desarrollar nuestras actividades físicas e intelectuales, y comienza un ahorro que nos dificultará continuar el descenso. Entonces: si como, quemo calorías; sino no como, ya no tendré combustible para gastar.

Respetar la frecuencia de comidas no solo es productivo para evitar el sobrepeso. También lo es para mantener el azúcar y el colesterol en valores adecuados, y para no tener ataques de hambre que favorecen comer rápido y en grandes cantidades, provocando a veces otros males como trastornos estomacales. O sea, es un excelente hábito para todos.

“Hay un plan para cada uno, lo vamos adaptando. El plan es personal”, resaltan los participantes.

En el grupo también intercambian recursos para adaptar el plan a las diferentes situaciones de la vida cotidiana –como acudir a una fiesta- y la importancia de incorporar hábitos. “No necesariamente un hábito debe quedar en nosotros; se puede cambiar”, aseguran.

En cuanto a lo esperable a bajar por semana, señalan que depende del sobrepeso de cada uno y de otras variables como la edad y el género (el metabolismo de los hombres suele favorecerlos más). Sin embargo, hablamos de que bajar en promedio 500 gramos por semana representa dos kilos por mes y 24 en un año “que además no los aumento”, acota una de las participantes.

No se ponen plazos para el descenso; tal vez porque no es una dieta sino un plan de alimentación. Aquí el descenso no es brusco; no se pasa hambre y se come rico. Los kilos bajados pueden sostenerse en el tiempo, porque durante el tratamiento se logra un cambio de hábitos que apunta a no extrañar el volver a “comerse todo”.

“El grupo es muy importante. Es un compromiso que tenemos todas las semanas. De cada uno de los compañeros sacamos algo. Al tener todos la misma enfermedad sabemos que no es fácil; el grupo te contiene para que un tropezón no sea caída”.

Cuando hablamos de la actividad física, la mayoría coincide en que empezar a moverse es una decisión difícil de tomar.
“Es importante hacer algún ejercicio, solo con el plan es más difícil bajar de peso”.

También mencionan la importancia de la motivación para adelgazar, que “tiene que ver con la autoestima y las cosas que uno piensa que se merece”, según dicen. Respecto a eso, Verónica cuenta que “con 35 años no consigo ropa para mi edad. Para mí ir a una tienda es un trauma; lo que te gusta no te entra y las vendedoras te dicen ‘para tu talle no hay’ “.

Una compañera hace su aporte: “Otra motivación es el sólo por hoy, yo hacía planes para largo plazo pero abandonaba porque no se cumplían mis objetivos. Saber que el plan es para hoy me da la posibilidad de saber que mañana voy a poder de nuevo”.

Hablamos de las excusas, del esfuerzo por mantenerse (tal vez el gran secreto del plan del Dr. Cormillot) y la importancia de aceptar el nuevo cuerpo.

Termina mi participación en el grupo. Mientras bajo las escaleras escucho aplausos en más de una oportunidad y pienso: “Deben estar haciendo la ronda de peso y los aplausos son para los que bajaron”.

Si no podés controlar tu peso; si para vos la comida y el sedentarismo son problemas. No estás solo. Mañana los aplausos pueden ser para vos.

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