Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
En nuestro sitio digital insertamos una nota, con un audiovisual incluido que giraba en torno a una emisión del pasado lunes del noticiero Telenoche del Canal 13 porteño. Se trataba de un informe que forma parte de una serie, que un equipo de ese canal viene haciendo, sobre la vida en los campamentos de verano, tras conocerse el caso de abuso de una menor, en Miramar, provincia de Buenos Aires, el que provocó preocupación sobre ese tema, al que, con la serie aludida, se trata de ayudar a dar una respuesta.

En este caso la nota se realizó en un conocido camping de Gualeguaychú, cual es Solar del Este. El título de la misma lo dice todos: "Descontrol en el camping”. Algo que queda corroborado con las imágenes del documental, en un una de cuyas escenas aparece el administrador del espacio refiriéndose a las bondades turísticas del camping, en el transcurso de un mini reportaje informal; todo ello en contraposición con lo que surge de otro segmento del mismo documental en el que se escucha el testimonio de muchos jóvenes con tragos de alta graduación alcohólica en la mano.

Si apeláramos a una ironía gratuita, tendríamos que señalar que al mismo tiempo que en Gualeguaychú existe una preocupación –por lo demás acotada, algo que no es exclusivo de esa ciudad-- respecto al entorno natural, no parecen estar exentos de la misma algunos aspectos de la salud física y moral de quienes se mueven en dichos campamentos.

En tanto, no es la situación a la que se alude, y que con matices se repite en muchas de las instalaciones turísticas de ese tipo que existen en el país, de aquellas que puedan ni abrirse ni cerrarse de esa manera. Ya que nos encontramos ante un problema cuya gravedad mayor reside en la dificultosa complejidad de su abordaje.

Con lo que se quiere señalar no solo la pertinencia y alcance de toda política de costumbres, la que siempre parece chocar con la temática de “los espacios de privacidad” que tienen protección constitucional entre nosotros, a tenor de lo dispuesto en el artículo 19 de su texto. Máxime en tiempos como los actuales en que los marcos difusos de la moral social, precisamente, dan la posibilidad de interpretación tan laxa, que a cualquier cosa que se diga en este tipo de materias se le puede aplicar el mote de un puritanismo hipócrita.

De cualquier manera, en una sociedad como la nuestra, en la que existe a todos los niveles la tendencia a regularlo todo, hasta en una forma pormenorizada que agota inclusive el mínimo detalle, esa inflación en la materia las termina al mismo tiempo, cuando no trabando del todo, convirtiéndolas en no otra cosa que desdeñadas hojas de papel, resultaría útil que al menos se dé un diálogo sobre algunos tópicos puntuales, de los cuales puedan resultar -o no- pautas aplicables en la materia.

Así la primer cuestión que parece obvia, y hasta sin serlo puede sonar como descabellada, gira en torno a si es aceptable que se pueda acampar en cualquier parte, o si debe realmente hacerse donde ello está permitido. Es que no es cuestión de tomarlo a broma, en una época en que se ve en las plazas instalar a la vista y paciencia de las autoridades como parte de la “infraestructura” de un reclamo, carpas a las de se supone lo harán en forma transitoria, pero luego de lo cual esa “transitoriedad” llega a tener visos de permanencia.

Otra, que dejamos planteada sin tomar partido por cualquier definición, dado lo cual dejamos la cuestión abierta, es la admisión en este tipo de ámbitos de menores de edad conformando un grupo, o haciéndolo solos, lo que conlleva a plantearse el dilema si, de admitirse, necesitan los menores para hacerlo, tener que contar, o no, con la autorización de los padres o responsables.

La siguiente tiene que ver, con la postura adoptar con respecto a la posibilidad del consumo de alcohol en esos ámbitos, sobre todo en el caso que en el mismo se admita el acampe de menores, aun en el caso que lo hagan en compañía de personas mayores.

Dentro de ese mismo contexto y teniendo en cuenta que siendo admitida la tenencia de drogas para consumo personal en nuestro país, lo que implica la de consumirla, en este caso precisar tanto la cantidad de sustancia que cada campamentista puede ingresar al mismo, y la manera en que puede proceder a su consumo.

No resulta ocioso el planteo de otra cuestión que también parece obvia, cual es la de que los lugares para acampar, dejando de lado lo que tiene que ver con la necesidad o no de un cerramiento, deben contar con la presencia de guardias de seguridad –por darles un nombre a las personas que cumplen un rol en la materia- no solo para evitar la intrusión de terceros ajenos a quienes lo utilizan con la autorización para hacerlo, sino para neutralizar cualquier descontrol que aparezca en la vida o comportamientos los campamentos de verano, tras conocerse el caso de abuso de una menor, en Miramar, provincia de Buenos Aires que encendió la alarma de atención para los campamentistas o sus invitados.

Todas y cada una de las cuestiones planteadas indudablemente resultarían ociosas en otro contexto temporal y aun espacial.

Es que el “acampar” al que nos referimos, no es al que tradicionalmente se da ese nombre, que tiene que ver con aquellos que buscan “un baño con la naturaleza”, o un grupo de amigos que pretenden un lugar solitario con el propósito de “pasarla bien” celebrando de una manera festiva.

Ya que a lo que estamos haciendo referencia es a los lugares de acampar, como sitios en que cada cual puede instalar su alojamiento e inclusive preparar sus alimentos, contando con servicios básicos.

Enviá tu comentario