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El Gobierno decidió que cerrar las fronteras a los viajeros del exterior ofrecería una protección a los ciudadanos. La excusa: impedir que ingrese la variante delta del virus a través de los viajeros.

Como la política sanitaria vive más alimentada de la superstición que de la ciencia, acaban por verse contradicciones muy a menudo. Las cepas de Manaos, la andina, la británica, la sudafricana, no provocaron reacciones similares. ¿Por qué la cepa delta lo hizo? Porque tiene “más transmisibilidad y, potencialmente, más gravedad”, y “se desconoce la efectividad de las vacunas” contra ella, son las excusas que se esgrimen en el DNU que introdujo las nuevas restricciones.

El caso es que, en su momento, las otras cepas también fueron más graves y transmisibles, y no se sabía si las vacunas las controlaban, cosa que al final hicieron, como ahora van confirmando que controlan la cepa delta. No es una novedad científica: todo virus muta de manera permanente para sobrevivir. Y nuestro cuerpo (y la reacción que en él causan las vacunas) también lo hace.

Esto de que hay respuestas diferentes a problemas similares según la ocasión es lo que ha puesto a muchos en la búsqueda de razones distintas a las sanitarias para justificar el cierre de fronteras. Algunos imaginan que hay voluntad por incentivar la grieta, ahora entre los que pueden viajar y los que no pueden hacerlo. Otros, que el origen de la medida es económico: el regreso del turismo podría tener un alto costo en términos de reservas del BCRA. Mejor que nadie pueda entrar ni salir. Cualquier teoría conspirativa es plausible en Argentina.

Es que así como la política económica se ha subordinado a las necesidades de la política, también se han subordinado todos los actos estatales a esas necesidades. Incluso, la política sanitaria. Las escuelas abren y cierran no por cuestiones sanitarias objetivas, sino porque así lo decide la Vicepresidente. Las vacunas se eligieron con igual criterio caprichoso, y ahora que el costo político de rechazar una donación de vacunas estadounidenses podría ser devastador, se cambia la ley que el gobierno impulsó (y que impedía que esas vacunas llegaran) con un DNU. “Hubo un proceso de aprendizaje” en el asunto, afirmó Santiago Cafiero. Al parecer, el cierre de escuelas demoró también para el gobierno ese proceso de aprendizaje.

De tanto impulsar la grieta, la superstición y el miedo, al Gobierno le está costando mucho llegar a soluciones buenas. Las medidas cada vez provocan más costos políticos colaterales. La anormalidad es cada vez menos aceptada. Cuando cierra, agita la protesta económica; cuando libera, agita los miedos al caos hospitalario. Enfocado en los costos políticos de las decisiones, el Gobierno ofrece una estrategia sanitaria inconsistente, que no resuelve los problemas ni da visibilidad respecto al regreso a la normalidad que avanza en el resto del mundo. Igual inconsistencia se ve en todos los ámbitos, desde la política exterior a la política económica, en los que las medidas se parecen poco a una estrategia.

Los contrastes entre lo normal y lo que no lo es son visibles. La televisión es un gran enemigo de la política. Coinciden la Eurocopa, Wimbledon, el Tour de France, partidos de rugby, boxeo, las finales de la NBA y el PGA Tour, entre otros eventos que se dan en EE.UU. y Europa. En cada uno de ellos se ve cómo queda atrás la pandemia: no hay barbijos ni distanciamiento social, hay público en los estadios, abiertos y cerrados; indicios de una vida normal.

En Argentina estamos a contramano. Cerramos el flujo de viajeros desde y hacia el exterior, con dudosa legalidad y más dudosa aún justificación para dejar a los argentinos varados en el exterior, por no leer la letra chica de una DDJJ que los sometía a cambios futuros en las reglas. Lo hacemos, aunque el país, las provincias y los municipios ya probaron, sin éxito, que eso no sirve para contener el virus. Y si no sirve a la política, también habrá un “proceso de aprendizaje” que revierta la medida, con otro DNU.

Mantener a las masas sometidas con miedos y supercherías sirve a los gobiernos sin ideas. Tuvimos encierros larguísimos, escuelas cerradas sin motivo, una elección equivocada de vacunas, y un costo económico desmedido para una economía que ya venía grogui. Temíamos tomar el camino de Venezuela. Ya cerramos las fronteras como Cuba.
Fuente: El Entre Ríos

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