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Entre nosotros, casi nada es como parece. No solo se miente en cuanto a la gravedad de nuestra actual situación –tal como sucede cuando se escucha hablar de una fuerte “reactivación económica”- sino también ante la circunstancia que las motivaciones, traducidas en explicaciones, que se dan para mucho de lo que se escucha decir desde las esferas gubernamentales, o de lo que en la misma se hace, nada tienen que ver con los propósitos buscados por quienes las esgrimen, al mismo tiempo de lo que buscan al adoptarlas.

Es así como los problemas de la gente van más allá de lo que se ha dado en llamar “la mesa de los argentinos,” en lo que es un pésimo apelativo para referirse a ella. Dado que, los más perjudicados por la crisis que enfrentamos -y que excede lo alimentario- son aquellos que ni siquiera cuentan con ese mueble y poco o nada desafortunadamente conocen de la “comensalidad”.

Es por lo mismo que existe un cansancio indigesto, al ver ese batallar continuo en el ámbito del poder, cuya razón de ser está en alcanzarlo, preservarlo o aumentarlo, mientras se presta una atención precaria –en el caso de que ello ocurra- a los verdaderos problemas que nos afectan a todos.

Ejemplo de lo cual resulta la incidencia de los conflictos propios de un matrimonio mal avenido que en forma permanente se hacen presente en la relación entre el presidente y su vice, sin que nunca terminen en un verdadero divorcio, en el actual estado de cosas, en el que todos –a excepción de un grupo privilegiado- revestimos la calidad de sufrientes.

A lo que se agrega que en la actuación de la vice presidente pasa su preocupación –y el incumplimiento de la promesa presidencial de hacerlo- por “solucionar” las causas judiciales en las que se encuentran imputadas ella y sus hijos; no solo se la ve “sacando ases de la manga” de manera tramposa, sino dando la impresión de que no le importaría que la institucionalidad precaria en la que vivimos “volara por los aires”, con todas las funestas consecuencia para la sociedad toda, con tal de poder sumar a la supuesta absolución que “la historia” ya le habría otorgado, otra más contundente decidida en este caso, por esa misma justicia que ella tanto vilipendia, cuando la ve sentenciar apartándose de sus deseos. Sus manejos en relación a la reorganización del Consejo de la Magistratura hablan al respecto por sí mismos. Como se ve, nada es como parece.

Y a ello se suma un presidente al que se lo ve últimamente ensayando el “carajear” en público, como no otra cosa que una señal de enfado, atribuible plausiblemente al hecho que la opinión pública quedó frustrada por el “sabor a poco” en que habían quedado las expectativas "fogoneadas" desde las esferas oficiales, en el sentido que, concluida la Semana Santa, se iba a asistir a un “relanzamiento” –mejor cabría decir “lanzamiento”- del gobierno, con cambios ministeriales. Y lo que hubiera sido más importante, con el anuncio de la determinación de un rumbo a seguir en los hechos a rajatabla. Como se ve, también aquí nada es como parece, y seguimos entretenidos con ese “vamos viendo”, al cual, se sabe, él es tan afecto.

En cambio, para quedarnos tan solo con este otro ejemplo, bien real es la situación de inseguridad que se vive, no ya solo en Rosario sino en todo el conurbano capitalino –por acotar a este el ejemplo- donde la televisión no deja de mostrarnos, como si fuera un espectáculo que tiene mucho de macabro, a motochorros actuando a mansalva, como si fueran –o ya lo son- no solo dueños de las calles, sino señores de la vida y bienes de los vecinos de esos lugares. Aquí sí se tiene la desgracia de ver que las cosas son como parecen...

En tanto, otras de las maneras de contribuir a dejar atrás este pútrido fango que nos enchastra sin cesar, es la de comenzar por sincerarnos, y que comencemos a ver las cosas y a asumir los hechos tal como ellos son en realidad.

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