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Hubo tiempos en que se trataba de elevar los “modos” en el lenguaje y en el comportamiento. En los cuales, hacer referencia a los “modos” de una persona, se equiparaba a hacerlo a sus “modales”, los que, a su vez, podían ser buenos o malos.

Todo ello en cuanto los modales, según una precisa definición, son el conjunto de expresiones, gestos, movimientos, actitudes, que una persona utiliza para comportase en público y con las demás personas, las que pueden ser consideradas como una expresión de buenos o malos modales. Tiempos idos, en los cuales, el lograr que se extendiera el empeño hasta que se “hacieran carne” los buenos modales;, formaba parte –independiente de la preocupación al respecto de padres, familiares y hasta vecinos- de la temática escolar.

Convendría recordar que, ya dentro de los programas de enseñanza, había una parte destinada al aprendizaje de “las normas de urbanidad”, que venían a ser una manifestación teórica, de la ejemplaridad de las maestras y maestros, en los que se los veían hacer de una manera en apariencia natural, en lo referido a expresiones, gestos y actitudes. Ello, por supuesto no significaba que junto a los buenos modales no se asistiera a la presencia, de aquéllos a quienes se los tenía por “malos” –no hay que olvidar que los modales de las personas son de naturaleza cultural- a los que se aludía de diversas maneras cuando se hacía referencia a los “conventilleros” o se hacía mención especial de algún personaje que se mostraba como amigo consecuente de los “chismes y chusmeríos.” Conductas con las que, más que ser una hasta saludable muestra de curiosidad, se las veía convertirse frecuentemente en una intrusión en la vida privada de otras personas, mientras la información así adquirida y salpimentada, cuando no deliberadamente deformada, era transmitida “sotto voce” – si no servía para provocar un alboroto- con un ánimo en el que se veía mezclarse a la intriga y la malicia.

Claro que los “malos modales” han estado siempre presentes y siempre lo estarán en los grupos humanos y en toda sociedad futura; pero, en ese pasado invocado, el “acento” del entorno, venía a rumbear en la dirección contraria, esa misma que no solo es compatible, sino imprescindible para una sana convivencia. Es posible -exagerando- indicar que vamos camino, si es que no estamos ya en presencia, de la vigencia cada vez más extendida de “la cultura del barra-bravismo”, o sea del predominio de los comportamientos, gestos actitudes mal calificadas y aun de la amoralidad, de los que hacen gala los mentados como “barra bravas”. Inclusive, resultaría de interés, contar con las conclusiones que acerca de la infiltración de esa cultura en todos los estamentos sociales, arribe alguna investigación sociológica sobre el tema. Mientras tanto contar algo con indiscreción o malicia, está a la orden del día. Ejemplos de lo cual, por contarse con ellos en exceso, están a la orden del día y no se hace necesario, al menos en principio, detenerse en su mención. Ni tampoco la manera en que los medios de comunicación audiovisual y las redes sociales “hacen leña” de los mensajes malsanos que constituyen esas prácticas, para en seguida con ellos encender una fogata que potencializa sus efectos.

De cualquier manera y en ese contexto no se puede dejar de señalar, la falta de prudencia de un concejal colonense, al que se ha visto formular fuertes cargos, en un intento de defender ante la opinión pública al Intendente Municipal, objeto de una denuncia y que es de desear no sea la chispa que haga brotar sino llamas, al menos mucho humo. A lo que habría que agregar la circunstancia que, como consecuencia del verdadero sainete que se armó, provocada por el trámite de una mediación judicial, en el marco de un proceso promovido por el presidente Fernández contra la senadora nacional Bullrich, no hemos sabido de ninguna persona de la prensa, a la que se le ocurriera preguntar a algún abogado de nota, si es necesario que en la audiencia convocada con ese objeto, se hace indispensable la presencia “cara a cara” de las personas en conflicto. De haber habido alguno, es de suponer que la actual cháchara acerca de ese tema, no se habría agotado, pero por lo menos hubiera tomado otro rumbo.

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