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La noticia se viralizó, como ahora se dice, en el extranjero. Se trata de una iniciativa que entre sus gestores tiene al celebérrimo César Luis Menotti, y que se conoció en estos días.

Consiste en un proyecto que parte de una estructura previa más o menos consolidada; y a la vez, de una idea. Sucede que 17 organizaciones sociales que trabajan diariamente en los barrios humildes del conubano capitalino -deberíamos comenzar a llamarlos así, y no mencionarlos como “villas”, que suena a una marginalidad que es exclusión, y que a la vez habla de una condena sin remedio- con el apoyo y el asesoramiento externo de la Escuela de Entrenadores de Menotti, se han propuesto crear un ámbito diferente y con múltiples objetivos.

Y es correcta esa acotación que hemos efectuado en cuanto hablamos de “barrios” que llamamos “villas” y que es un imperativo convertirlas en verdad en barrios; de manera que sea irreversiblemente inadecuado volver a referirse a ellas como villas. Algo que tiene bien en claro un periodista extranjero que, al glosar la noticia, lo hizo señalando que “hay países en los que la villa es sinónimo de estatus elevado, pero en Argentina es diferente. El término creció anudado a un adjetivo que lo marcó para siempre: miseria. Son los barrios más pobres y marginales de las grandes ciudades del país, aquellos donde casi todo son carencias: económicas, sociales, demasiadas veces también afectivas; sitios donde solo abundan el olvido y el desprecio del resto de la sociedad. Alcanza con decir villa para que todo el mundo sepa de qué se habla, y villero para señalar peyorativamente a quienes allí residen”.

Una idea que comienza girando en torno al fútbol, pero que lo trasciende. Es que como lo ha señalado uno de los propulsores de la iniciativa; quienes, por supuesto, quieren que la flamante institución sea una cantera de nuevos talentos futbolísticos, tanto femeninos como masculinos, provenientes en su totalidad de las zonas más pobres de esa extensa área, pero que además ella sirva para transmitir valores, impartir educación, mejorar la salud, incluso difundir y fomentar la cultura.

De allí que en boca de otro de ellos, directivo de una asociación que lleva el sugerente nombre de La Dignidad, se escuchaba decir que “la idea es partir con la creación de escuelas primarias y secundarias. O sea, que la pretensión es que aquellos que terminen su proceso formativo y no lleguen a Primera División tengan en sus manos todas las herramientas para afrontar su vida como cualquier otra persona, y no que queden tirados sin saber cómo continuar”.

De lo que se trata entonces es de crear lo que ellos llaman “un club integral, no uno normal”. Entendiéndose por aquel un club que, si bien tiene su eje en el deporte, y más específicamente en el fútbol, lo que en realidad busca es funcionar como una escuela que sea a la vez de enseñanza de comportamientos y valores, como de formación intelectual y capacitación profesional. Buscando todavía un objetivo sobreañadido, cual es el de evitar en la medida de lo posible que quienes salen de sus “semilleros” de jugadores exhibiendo prometedores futuros, no se conviertan en “moneda de cambio” desde el vamos o más delante de representantes del ramo o de los clubes tenidos por grandes.

Mencionan a Diego Maradona en Villa Fiorito, Carlos Tévez en Fuerte Apache, Sergio “Kun” Agüero en Villa Itatí, Juan Román Riquelme en Villa San Jorge. La lista que relaciona a muchas de las figuras que hicieron grande el fútbol argentino con los lugares donde nacieron y crecieron, obliga a mirar hacia un lugar al que casi nunca se mira. Ya que todos ellos, si se convirtieron en estrellas de diversas magnitudes, su parábola vital los mostró en ocasiones como no pudiendo superar las falencias primigenias en su desarrollo personal, que quedó así desequilibrado.

A la vez, y esa es otra cara escondida del plan al que nos estamos refiriendo, se los escucha a “los padres de la criatura” recordar que si de esos barrios han surgido y siguen surgiendo los cracks que se convierten en ídolos, aquellos por los que esa misma sociedad infla el pecho cuando ganan un campeonato o una copa; a esas villas no les llega un peso de todo lo que producen los chicos que salen de ahí para regalarnos alegría y espectáculo en una cancha. Tales las palabras de Fernando Signorini, preparador físico con una amplísima experiencia en clubes de fútbol de varios países, exentrenador personal de Maradona y ahora también ideólogo del proyecto.

Se informa que la nueva entidad ya ha solicitado su afiliación a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) para comenzar a competir en los torneos de divisiones inferiores. Que en agosto está previsto que salgan a la cancha las mujeres (en su caso, en la única división que existe dentro de la AFA); y en marzo de 2020 llegará el turno de los chicos, que arrancarán jugando en 7ª, 8ª y 9ª, aunque cada año se irá sumando alguna categoría hasta llegar a tener un equipo de primera. En ambos casos, lo harán en un predio situado entre La Matanza y Ezeiza, en las afueras de Buenos Aires.

El plan a largo plazo establece que lo recaudado por los derechos de formación o transferencia de jugadores del nuevo club sirva para sostener a la propia institución, pero que también se destine a mejorar las condiciones de vida en los barrios de esos chicos. “Pasé hace poco por Estrella Roja de Fiorito, donde empezó a jugar Maradona, y creo que está peor que hace 50 años. No es justo que eso sea así”, subraya Signorini. La idea de los impulsores es que todas las villas que formen parte del club se beneficien, más allá de cuál sea la que haya visto nacer al futuro fenómeno del fútbol mundial.

Todo lo que aquí se ha relacionado, viene a cuenta de recientes experiencias como las de los nuevos equipos de rugby que se forman con jóvenes adultos presos en cárceles. Y destacar que el deporte y toda institución que lo promueva pueden convertirse en escuelas de comportamiento.

Conviene aquí efectuar una aclaración. No es que los actuales clubes, como el caso de todas las instituciones, como tal es el caso de la familia, no lo sean. Pero también es cierto, y circunscribámonos al caso de los clubes, que siempre ellos lo sean de buen comportamiento. Dirigentes que a la hora de manejar los fondos societarios muchas veces como si fueran propios, o la existencia de barras bravas, nos dicen a las claras que no siempre son escuelas de buen comportamiento. Es que los clubes, como escuelas tienen que hacer otra cosa que “brindar contención”, como ahora se dice, a los chicos y jóvenes. Sino que al atraerlos por la práctica deportiva, después de eso deben hacer realidad aquello de la “mente sana en cuerpo sano”, y no olvidarse que la obligación primera de directivos y profesores es no solo la de educarles con el ejemplo, sino ser conscientes que al cumplir con el deber de inculcarles las reglas del juego limpio, no están haciendo otra cosa que lleguen a considerar como una cosa natural -tan incorporada a su personalidad esa inclinación- el jugar limpio en todos los aspectos de su vida.

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