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El futuro es siempre imprevisible y, por ende, impredecible. Y una prueba de lo cual, es que luego de una época reciente en la que tanto ellos como sus informes hacían furor, ahora parecen los mismos haberse llamado a silencio.

Una prueba de lo cual se la encuentra en una anécdota en la que se hace figurar al mariscal francés Joffre, jefe de los ejércitos aliados que luchaban contra los alemanes y sus socios, enfrentados en lo que se conoce como la Primera Guerra Mundial.

En esa anécdota se describe al mariscal saliendo de su casa en París y subiendo al automóvil que lo llevaría a la sede del Estado Mayor; una vez acomodado en el asiento trasero y un poco después de que el chofer iniciara su marcha, Joffre le toca con el dedo la espalda y lo interroga diciendo: “Pierre, ¿qué me dices?, ¿no se te ocurre cuándo va a acabar todo esto?”.

Algo explicable porque a la dificultad intrínseca que implica toda especulación acerca del futuro, se sumaba la irrupción azarosa de lo absolutamente impredecible. De allí que cómo será la ciudad, o cualquier otra de la comarca o de la provincia en un cuarto de siglo, es una pregunta de imposible respuesta.

Pero lo que en cambio resulta posible es ponernos de acuerdo en que debemos asumir el compromiso de dejarles a quienes nos sigan, una comunidad que no muestre todas las falencias propias de la nuestra. Y a este respecto deberíamos comenzar por señalar al que las únicas cosas que entre nosotros perduran -ya que no es descabellado suponer que se hicieron con ese objeto- son las que hemos heredado de quienes nos precedieron hace tiempo. Los templos, los edificios escolares, entre ellos el de la escuela que fue desalojado cuando se mudó a lo que es hoy la Escuela Paso, y que después fue vuelto a ocupar. La Casa Municipal y la Jefatura de Policía, son otros ejemplos y podríamos continuar.

Mientras tanto, está sin completar la construcción del edificio de la Escuela Normal Superior, del que se derrumbó un sector y otro sigue en peligro de hacerlo y solo una parte se encuentra en funcionamiento.

Cosas hechas para perdurar. Obras con voluntad de futuro. Como contrapartida deberíamos hacer el repaso de las obras que se han llevado a cabo en los últimos 50 años, que puedan exhibir esa condición. Las habrá y las hay, pero es difícil visualizarlas en una comunidad que en lo fundamental la vemos tropezar como tal, incluso con el día a día, y que por lo mismo da muestras de una total impotencia para lograr el suministro correcto de los servicios esenciales para la población. Algo que hace explicable el crecimiento caótico que demuestra la carencia de todo programa urbanístico.

Traemos aquí otro ejemplo a colación. Es el de la construcción en Buenos Aires de su avenida de circunvalación que no era sino en su momento solo la Avenida General Paz, y que ahora le ha quedado chica como resultas del crecimiento evidente a esa ciudad. De donde es de esperar que, de aquí en más, las labores cotidianas propias de toda comuna vengan acompañadas de proyectos de ampliación, efectuados, no con el objeto de programar un futuro imprevisible pero, de cualquier manera, contando con las condiciones que permitan en el futuro encausarlos.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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