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Catedral de Colonia, obra basada en convicciones
Catedral de Colonia, obra basada en convicciones
Catedral de Colonia, obra basada en convicciones
Un tuit que circulaba durante esta semana hacía referencia a los 632 años que demoró en ser construida la Catedral de Colonia, Alemania, y se preguntaba por qué ya no encaramos ese tipo de obra. La respuesta, en el mismo tuit, la daba el poeta y ensayista alemán Heinrich Heine (1797-1856).

“Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una opinión”, decía Heinrich Heine. La Catedral de Colonia comenzó a construirse en 1248 y fue concluida recién en 1880. Durante todos esos años en los que la Catedral estuvo en construcción, la humanidad no sólo se dedicó a construir catedrales, sino que tuvo el coraje, y la ambición, por qué no, para emprender las Cruzadas, los viajes hacia América, y otras grandes aventuras que no hubieran sido encaradas de no haber existido la convicción de que valía la pena el riesgo.

¿Hemos perdido las convicciones y realmente sólo nos quedan las opiniones? Ciertamente, parece más sencillo opinar que tener fe, pero sin convicciones, por más erradas que éstas pudieran ser, somos presa fácil de los vientos del presente, y de cualquier campaña propagandística. Las convicciones nos unen, las opiniones nos dividen. La opinión es terreno fértil para la política, un quehacer donde reinan las traiciones, los engaños y las reconciliaciones, según la opinión de qué conviene en cada momento.

En el proceso electoral de 2023, la falta de una visión estratégica de país (¿una convicción?) ha dado rienda libre a decisiones administrativas del oficialismo y declamaciones inflamadas de la oposición que agitan opiniones, pero en nada contribuyen a mejorar las condiciones de vida de la población. Entre el aumento desordenado y desfinanciado del gasto público y las recomendaciones de no renovar los plazos fijos, nuestra vida al borde del peligro permanente recibe empujones a diario: el aumento del costo de vida, la suba del dólar paralelo, un mayor índice de pobreza, el estancamiento de la actividad. Son los políticos en campaña los que agravan a diario los problemas.

El BCRA dijo que subía la tasa de interés por causa de la inflación de 12,7% en septiembre. Pero esa es una parte de la explicación; ¿desde cuándo le importa tanto la inflación al Gobierno? Mucho más creíble es que lo preocupa la huida del peso, que atribuye a las palabras incendiarias de Javier Milei, que calificó al peso de “excremento”. Lo de la inflación es un dato de la realidad: cada shock fue seguido de un salto en la nominalidad: arrancamos el año con 5% de inflación mensual, y fuimos subiendo poco a poco hasta los casi 13 puntos de la actualidad. La espiralización, eufemismo para referirse a la hiperinflación, está a la vuelta de la esquina. Pero lo de Milei es una opinión, son palabras de campaña que no ayudan a los que no estamos en campaña.

Entre los candidatos, en las redes sociales, en los medios de comunicación tradicionales, en las charlas informales, sobran las opiniones, pero faltan convicciones. No se definen estrategias de gobierno, sino de campaña. No se definen planes concretos de desarrollo para el país, sino que todo es un eslogan. La campaña es el terreno fértil de la política y el desierto de los votantes, que ignoran qué modelo de país están eligiendo. Ese terreno de opinión sin convicción nos ha llevado a una sobrepoblación de líderes carismáticos, efímeros, populistas, corruptos, destinados a defraudar, y a carecer por completo de estadistas que puedan torcer el destino de fracaso en el que parece que estamos enfangados.

Cuesta resignarse a que las convicciones hayan desaparecido. De alguna manera, la reacción de los votantes en las PASO indica que hay un grupo numeroso que quiere otra cosa, algo que quizás no pueda definir, ni encuentre quién lo encarna. Sabe mejor qué es lo que no quiere: lo que hay. Es una señal de que hay, en el fondo, algo que nos une como argentinos: creer que se puede construir otra catedral desde lo que hoy solo parecen ruinas.
Fuente: El Entre Ríos

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