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En realidad no quiero escribir sobre esto, pero estoy siendo arrastrado... Por otro lado, la computadora me alerta que en Chernobyl la irradiación está llegando a un máximo, y los diarios que están cerrando innumerables pymes, mientras la radio atiende las desventuras de un taxista, que ayer en doce horas de trabajo fue solicitado solo para dos viajes cortos y debe pagar a fin de mes la cuota del auto. Mi padre nos advertía: "Quién añade ciencia, añade dolor". Si bien reconozcamos que las noticias están en general muy alejadas, cuando no la niegan, de la ciencia como tal. Digamos que las noticias suman dolor.

En la melancolía, recurrir a la historia. ¿Qué sabemos de la ciudad de Wuhan? El nombre parece escapado de aquel libro de Ítalo Calvino, en el que Marco Polo relata a Kublai Khan las maravillas de las ciudades que visitó en sus dilatados dominios. Kublai Khan parece haber librado una batalla ante las murallas de esa ciudad, que no se llamaba así entonces, pues Wuhan es una palabra perchero o "port manteau", formada por las sílabas del nombre de tres ciudades WUchang y HANkou y HANyang, dos Han, así como se llamará en un futuro a la unión de la CABA con La Plata, "BAPLA", que auguro será una ciudad horrible. Se tragaron varias sílabas, como parecen haberse tragado a la médica que denunció el primer caso de neumonitis viral en enero y metido en cárcel a ocho médicos que dijeron que se trataba no de uno sino de varios. Se comienza por borrar sílabas o palabras, luego se borran seres humanos. La historia de esa enorme ciudad es realmente “chino” para nosotros, pero se rescata de ella algo que se llamó "El romance de los tres reinos" y "La batalla de los acantilados rojos". Tres buenos títulos para una serie o unas larguísimas novelas.

En materia de desventuras alguien podría escribir sobre el apogeo o destino incierto del barbijo. Las provincias han dado una muestra clara de autonomía: en algunas es obligatorio, pero en la CABA, que es donde hay más casos, basta con un echarpe y, si se puede, con un trozo de papel de rollo de cocina entre sus pliegues. En realidad, las provincias hubieran podido estimular a sus tejedoras en la producción de lindísimas bufandas, pero no deben haber querido desprestigiar su uso. Tampoco se está muy seguro si la distancia de 2 metros entre los individuos es útil para evitar el contagio; se basa en estudios de 1940. El volumen de la voz emitida se relacionaría directamente con la mayor emisión de virus. Un hecho impactante ocurrió en un pequeño pueblo del Estado de Washington (USA), libre de enfermos de Covid. Se reunieron 60 miembros de un coro a ensayar en el recinto habitual. Usaron alcohol en gel al entrar, no chocaron manos ni brazos, se mantuvieron a 2 metros de distancia. A las tres semanas, 45 de los 70 habían enfermado, con síntomas variables, 3 internados y 2 muertos. Supongo que se descartó que después del ensayo los coristas se metieron en un pub.

Hay tantos temas acerca de la actual epidemia que son tema de debate, que en cierta medida parece que estuviéramos en un tembladeral. Un reciente estudio del University College of London detalla 16 estudios que llegan a la conclusión que las evidencias que apoyan el cierre de las escuelas a causa de este virus son muy débiles, pero de un seguro gran costo económico. Se puede argumentar que lo que pase con las escuelas en Londres puede ser muy diferente a lo que ocurra en Almagro o Villa Adelina. Sugieren otras medidas: abrir las escuelas para los hijos de trabajadores esenciales, aumentar la distancia entre los pupitres y cerrar los espacios de juego, escalonando los horarios de ingreso y salida. En China, el cierre de escuela parece haber sido efectivo, pero no se lo estudió en forma aislada de otras medidas que se tomaron y en epidemias previas de SARS no contribuyó a disminuir el brote.

Tantas cosas que no se saben. Y cuántas que se han descubierto… Por ejemplo, los síntomas del sistema nervioso producidos por el virus, como la pérdida brusca del olfato que conlleva a una disminución del gusto, o el compromiso del corazón con inflamación del músculo cardíaco o infartos (ya se había visto que en las epidemias de influenza la muerte es más frecuentemente producida por infartos del corazón que por neumonías). El intestino también es atacado y puede la enfermedad debutar con algún síntoma digestivo: diarrea y dolor abdominal, sin otros síntomas. La polución aérea contribuye a la severidad de la infección, y quizás ello contribuyó a la gran mortalidad en el norte de Italia, donde dicha contaminación es muy grande. El tabaco aumenta el número de los receptores a los que se adhiere el virus, por ello el pronóstico es grave en fumadores. También es sorprendente la diversidad de medicamentos que se están ensayando, algunos conocidos desde hace décadas y usados en diversas enfermedades. La hidroxicloroquina, favorita de Trump, se usó en el paludismo con éxito y en enfermedades reumáticas. Se ve con entusiasmo antiparasitarios que se usan contra los piojos. Se resucitó el tratamiento que usó el doctor Maiztegui para el mal de los rastrojos: la transfusión en los enfermos del plasma de convalecientes. Múltiples puntos de ataque en organismos que parecen tan distantes unos de otros, nos hablan de la unidad esencial y enorme parentesco de todo lo que está vivo.

La actividad que se apaga y muere en la cuarentena me recuerda aquellos cuentos, viejos como yo, en los que un maleficio se arrojaba en un banquete o gran baile, y todos que quedaban dormidos, años o siglos, hasta la llegada de un héroe. La polución ha disminuido en muchos cielos y ríos; hay patos nadando en los canales de Venecia, sobre el reflejo de mansiones espléndidas, ahora calladas. Osos salvajes vagan en los pueblos del norte de Italia, mientras que en Tailandia bandas de monos, antes alimentados por turistas, luchan en las calles encarnizadamente. En Buenos Aires las ratas abandonan restaurantes cerrados, y hay menos comida en los contenedores, o simplemente no la hay. "Una belleza inhumana y una feroz lucha por la vida han asaltado a las ciudades vacías por el virus" (John Gray-The Spectator).
Fuente: El Entre Ríos

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