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¿Qué es lo más triste de la pandemia, fuera de haber contraído la enfermedad en nosotros o en los seres queridos? El aislamiento, los comercios cerrados para siempre, las críticas acerbas a cómo se controló en el país, el avance de la peste. Se ha confeccionado una lista con los errores cometidos por el ministro responsable del área en sus declaraciones, algunos de ellos poco afortunados, como decir que no creía que el virus llegara a estas tierras o que lo haría mucho más lentamente. Esto fue un paso en falso inicial, pues si hubiera habido control y cuarentena para los llegados en los aeropuertos, la historia hubiera sido quizás distinta. Pero lo que siguió fue en general bastante satisfactorio y no hemos vivido la anarquía preventiva y los miles de muertos de otros países supuestamente más avanzados. Lo que es maravilloso es el avance en los conocimientos sobre esta enfermedad; en meses se aprendió lo que para otras pestes se necesitaron años o siglos. Se sabe ahora que hay 100 tipos o más de coronavirus, de los que solo 7 afectan a los seres humanos. Del resto, algunos son responsables de poco más del 30% de los resfríos comunes. El primero de ellos fue identificado en 1965, y no tuvo mayor celebridad, en 1967 se logró fotografiarlo, en 1968 se lo bautizó en relación a las espículas, que lo asemejan a una corona.

Con los meses supimos que los niños eran relativamente poco contagiadores y que muy pocos sufren la enfermedad. ¿Por ser más petisos, por respirar mirando el suelo, por su respiración menos enérgica y eliminar menos gotas en el aliento? Todo esto se está discutiendo. Pero hubo un pequeño número de niños, solo 20 menores de 5 años, que murieron con una muy rara dolencia llamada mis-c, la sigla de síndrome inflamación multisistémica vinculada al CV-19. Un cuadro similar, la inflamación multisistémica, es decir comprometiendo varios órganos y aparatos del cuerpo humano, se observa con poca frecuencia en ciertas enfermedades. Podría definirse como la respuesta del organismo a una agresión extrema (infección, cirugía, quemaduras, traumatismos). Fue descrito alrededor de 1970, y recibió más de 40 nombres, lo que nos dice de una confusión que hubo con el tiempo que aclarar. Una verdadera Babel. En síntesis, después de una herida o infección seria y ya en recuperación, aparece el fallo renal, luego el hepático o el pulmón o el cerebro, y la muerte. Todo esto estaría provocado por una defensa exagerada del cuerpo humano en el que se liberan una cantidad de sustancias vinculadas a la inflamación, llamados mediadores, que son los responsables del daño.

Los mayores de 60 años, tan proclives a morir por el CV-19, tendrían el sistema inmunológico alterado por tantos desafíos sufridos a lo largo de la vida, que esto los haría proclives a la complicación tan temida. El daño pulmonar no solo es por el virus sino también por las propias defensas que se tornaron un tanto locas, de allí la buena respuesta a los derivados de cortisona y otros antagonistas de los mediadores. A los que sobreviven de estas catástrofes pueden quedarles secuelas.

No es la primera vez que se conoce una enfermedad infecciosa que produce en el cuerpo una segunda enfermedad. Conocida es la angina por estreptococo que ocasiona la fiebre reumática "que lame las articulaciones y muerde el corazón" o la inflamación del riñón (nefritis). Uno de los virus de la hepatitis, el B, produce una vasculitis, inflamación de pequeñas arterias de los distintos órganos del cuerpo, una encefalitis viral causa algunos de los casos de enfermedad de Parkinson. Quién sabe si con los años no surgirán patologías asociadas a esta epidemia. Cruz diablo que ya tenemos bastante.

Cuando la invasión de Napoleón a Egipto, un médico francés Dominique Jean Larrey diseñó un sistema que llamó "triage", triaje, para ordenar la atención de los heridos después de una batalla que le llegan en avalancha. Triaje es separar la paja del trigo. La separación es ordenar la urgencia en la atención, y el tiempo de espera para recibirla. Resucitación inmediata, 2 minutos; emergencia, 10 minutos de espera; 3 urgencia 5 horas, sin urgencia. Para cada estadío, un color en la camilla. Esto está en uso en algunos hospitales americanos y es probable que algo similar ocurra entre nosotros.

Dominique Jean Larrey (1766-1892) fue un excepcional cirujano francés. Durante la guerra franco-prusiana, secuela de la revolución francesa, diseñó las primeras ambulancias. Hasta entonces, los heridos quedaban tendidos en el campo hasta el fin de la batalla y eran recogidos solamente los del vencedor. Larrey las hizo trabajar durante la lucha. Napoleón lo llevó consigo a Egipto, donde diseñó las ambulancias, usando para ello los camellos y hojas de palma. Larrey acompañó al emperador en todas sus batallas, incluso en Waterloo, donde le salvó la vida Wellington, al verlo pronto a ser apresado por un jefe alemán. En la sangrienta batalla de Borodino, donde se movilizaron 250.000 soldados, llegó a hacer 200 amputaciones y hacía una de ellas en 5 minutos. Y sin anestesia. En la retirada superó ese número. Napoleón dijo de él que era "el hombre más puro que había conocido". En su testamento, le legó 100.000 francos. Larrey había dejado instrucciones para ser sepultado en "Los inválidos", junto a sus soldados, pero el entonces ministro se opuso. Su deseo fue cumplido en 1992, por pedido del Colegio de Cirujanos de París.

A veces lo bueno tarda y tarda, pero llega.
Fuente: El Entre Ríos

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