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El coronavirus es la preocupación principal en todos los países del mundo, incluso en aquellos donde se debaten cuestiones igualmente preocupantes o en lugares donde aún no arribó la ya declarada pandemia mundial. Lo cierto es que hubo muchas otras enfermedades epidémicas de fácil contagio y siempre se pudo sobrellevar la situación.

Ulrich Beck, sociólogo alemán y una suerte de pesimista que se dedicó a estudiar la modernización, decía que con los desarrollos tecnológicos y científicos de las sociedades postindustriales, el mundo se enfrentaría a nuevos riesgos que darían lugar a daños globales e irreparables, sin límite espacial o temporal, en donde solo el juicio de los expertos podría determinar la vida cotidiana y la relevancia de esos males. Estas conjeturas pueden sonar alarmantes dadas las circunstancias actuales, las cuales llevan a la gente a un estado de psicosis absurdo. El debate que el autor genera preguntándose cuánto van a perdurar los fenómenos negativos a lo largo del tiempo (en este caso, el coronavirus) puede tener una respuesta basada tanto en los hechos históricos como en los beneficios de la estructura del sistema en el que vivimos, que es la globalización.

El coronavirus no es ni la primera ni la última pandemia que habrá. Tampoco es la primera que se expande a través de todo el globo. La viruela y el sarampión llegaron a América a través de los conquistadores y capitalistas aventureros provenientes de Europa. Los pueblos indígenas sucumbieron frente a estas enfermedades epidémicas que acabaron con una gran parte de su población. La peste negra, por otra parte, llegó a Europa a mediados del siglo XIV a través de los barcos que transitaban las rutas comerciales hacia Asia o Europa oriental. Esta enfermedad transmitida por las ratas, que mató a la mitad de la población europea y que no distinguió entre ricos y pobres, alcanzó a llegar al viejo continente cuando el ejército mongol, que portaba la enfermedad, asedió una ciudad comercial manejada por mercaderes italianos provenientes de Génova. Estos últimos se infectaron y terminaron difundiendo la enfermedad al resto del continente. Aún así, en ninguno de los dos casos anteriores el alcance fue tan global como el de la gripe española. Se la trató de minimizar, pero los estudios indican que mató a más gente que las dos guerras mundiales juntas. La misma llegó a Europa con un desembarco de fuerzas norteamericanas durante el último año de la Gran Guerra (1918). Si bien su origen está vinculado a una cepa aviar originaria de China, el movimiento de fuerzas militares durante ese año y los siguientes hizo que muriera gente en Norteamérica, en las trincheras, en países europeos ajenos al conflicto, en Asia, en Oceanía y hasta en Sudamérica.

¿Qué se dirá del coronavirus en un tiempo? Una pandemia originada en el interior de China, que se difundió en cuestión de semanas alrededor de todo el planeta a través del turismo y los viajes de negocios. Dada la capacidad de contagio y la estructura del sistema actual, en donde los fenómenos se aceleran a grandes escalas, el efecto puede ser muy grande. Eso se está viendo. En un mundo en donde las sociedades se mueven de manera rápida y constante, aparece un enemigo que frena el ritmo y lleva al caos y al pánico generalizado.

Todo este “desastre”, que parece satisfacer las revisiones teóricas de los escépticos, tiene fin. Es cuestión de tiempo. Hubo otras pandemias y, tarde o temprano, cesaron. Si bien los riesgos son altos, hoy en día se cuenta con mayor conocimiento de la enfermedad a la cual nos enfrentamos, se puede tener mejor información acerca de qué medidas tomar y la recomposición será infinitamente más rápida que en los casos anteriores. Los obstáculos aparecerán una y otra vez, pero será muy complicado detener el proceso macrosocial que es la globalización. Aunque hoy los detractores de la globalización sientan que están siendo reivindicados, su avance no sólo es provechoso sino también irreversible, y, pese a los costos ocasionales que supone, oponerse a este avance parecería ser una apuesta en contra de la humanidad.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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