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Me dicen de la existencia de perros y gatos que se quieren. Y que por eso son cariñosos entre sí. Explican que eso sucede en situaciones en las que han tenido la fortuna de convivir juntos desde chiquitos, en lo que sería un remedo de una infancia compartida y feliz.

También que esa es la excepción y no la regla. Algo que no he comprobado personalmente -debo confesar que no me gustan los gatos- aunque por algo se habla que algunos de nosotros a veces nos llevamos como perros y gatos. Y no precisamente para elogiar un comportamiento cariñosamente amigable.

No sé si es cierto que las mujeres sienten debilidad por los gatos. Y es por eso que también me dicen que en Buenos Aires, es cosa cotidiana ver a mujeres mayores, ya cargadas de años, en las afueras de cementerios y del jardín botánico, colocando prolijamente sobre un papel que sirve de mantel, a la vera de uno de los árboles de la vereda del lugar, minúsculos trozos de carne -me aclaran que los de hígado son los más frecuentes- para atender la hambruna insaciable de los gatos. Algo así como los jubilados que en una plaza se entretienen tirándoles granos de maíz a las palomas, pero esta es otra historia.

Qué me ha llevado a olvidarme de los perros. El mejor amigo del varón, aunque algunos discrepan diciendo que en realidad es el caballo, porque el perro tiene un no sé qué de servil, aunque se debe admitir que también hay mujeres que no son perras, sino lo que se dice perreras.

Claro está, que cuando me refiero a los perros, lo hago a los perros de verdad, y no a esa cosa chiquita, lanuda e histérica, que sus dueños llevan bajo un brazo como los uruguayos al termo. Dicho todo esto, y que quede claro, sin dejar de tener para esos símil perros y sus dueños el debido respeto.

Pero en realidad, todo este largo chamuyar, tiene su razón de ser en una pregunta que me he hecho muchas veces: ¿por qué no es extraño, sino lo contrario, ver a perros que entran en iglesias y capillas especialmente a la hora de la misa, recorren todo, husmean hasta lo indebido, y terminan echados, repantigados en el pasillo central entre los bancos?
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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