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Cerruti, la vocera que se quedó sin respuestas
Cerruti, la vocera que se quedó sin respuestas
Cerruti, la vocera que se quedó sin respuestas
Estamos en crisis, no hay duda. Una crisis económica, manifiesta en la desaceleración del nivel de actividad, la inflación que amenaza con desbocarse, la pobreza para la que no hay respuestas buenas y las peripecias financieras que comienzan a inundar a las restantes variables.

Pero también una crisis política, quizás más grave que la económica. A la población argentina, habituada a las fragilidades de la economía y experta en buscarle paliativos, le cuesta más prepararse para enfrentar las fragilidades de la política, que han derivado casi siempre en escenarios imprevisibles.

Lejos de apaciguarse, la crisis económica se encamina hacia un desfiladero que Argentina ya ha vivido, y que no la lleva a un lugar bueno. Hay tal diversidad de diagnósticos al interior de la coalición gobernante, que las respuestas acaban por ser la inacción o la superposición de medidas que se contradicen. Ninguna es buena opción.

Claro que usar la lapicera sólo como la Vicepresidente parecería querer podría acelerar la colisión. Ella presiona para aprobar un nuevo salario básico universal, mayores retenciones, o la salida del acuerdo con el FMI. ¿Hay espacio para más populismo, sin otro recurso que la emisión monetaria descontrolada?

El Presidente y Martín Guzmán parecían pensar que no lo había. Pero nunca pudieron imponer una agenda mínimamente ortodoxa, Guzmán ya no está y su reemplazante no luce muy dispuesta a cambiar este rumbo incierto.

La sensación de agravamiento severo de la crisis es, en el mundo financiero, de una claridad incuestionable. El deterioro del balance de la administración pública nacional, por causa del aumento de la deuda, la incapacidad para generar un resultado fiscal positivo, y la mala reputación como pagador, ya tenían preocupado al mercado. La suba de tasas internacional y la caída del precio de las materias primas fueron las gotas que hicieron rebalsar el vaso de la tolerancia.

En las últimas semanas, el mercado huyó en masa de los títulos públicos, que pasaron a mostrar rendimientos que a las claras mostraban que la ventanilla estaba cerrada. De resultas de lo cual, el BCRA debió asistir con montos crecientes al Tesoro, liberando grandes cantidades de pesos que buscaron refugio donde fuera posible, resignando mucho retorno potencial a cambio de protección. Mercaderías (las empresas no quieren vender, para no recibir pesos), acciones (+17% en la semana), dólar paralelo (+40% en un mes), caución bursátil (tasa de 32% anual el viernes, 40 puntos porcentuales menos que los bonos del Tesoro, porque los bancos rechazan depósitos para no verse obligados a comprar bonos): todo lo que no contuviera riesgo del sector público sirvió como refugio.

Solo la malicia de pretender jugar a ser oposición, pese a tener los pies enterrados en la coalición, puede llevar a la facción kirchnerista a declamar ciegamente que la crisis no tiene origen fiscal. Si no hubiera déficit, no habría emisión monetaria, ni necesidad de emitir deuda, ni un exceso corriendo detrás de activos seguros como el dólar.

El déficit es la manifestación en la economía de la crisis política. Una crisis que hasta esta semana parecía diseñada por el kirchnerismo para diferenciarse del programa del Presidente y de Guzmán, el programa del FMI. Populismo vs. FMI o, como decíamos hace una semana, “moderación o pueblo”.

Ahora, el reemplazo de Guzmán por Silvina Batakis podría ser una primera señal de que el kirchnerismo está más dispuesto a tomar el poder. El ruido político, que repercute sobre los riesgos financieros y, en última instancia, sobre la economía, quedó manifiesto en la aparentemente intrascendente conferencia de prensa de la vocera Gabriela Cerruti. Muchas preguntas de los periodistas presentes giraron alrededor de los rumores de que el Presidente estaría próximo a renunciar.

Hasta no hace tanto, las disputas intestinas parecían quedar en el terreno de la dialéctica. Parecía que si la Vicepresidente tomara el lugar del Presidente, no podría evitar verse cara a cara con problemas económicos que sería incapaz de solucionar sin traicionarse a sí misma, y con niveles de rechazo en las encuestas que superan el 70%. Sin embargo, aceleró. ¿Habrán motivado los eventos que se avecinan en los Tribunales un cambio de estrategia? La Vicepresidente está citada al banquillo de los acusados la próxima semana, en el marco de la causa Vialidad. ¿Será esta incomodidad la causa de la aceleración? Eso dicen algunas malas lenguas. Ir por todo, incluyendo al Presidente, es ahora; después podría ser demasiado tarde.
Fuente: El Entre Ríos

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