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Esta es una de las pocas ocasiones en las que nos permitimos recoger un elogio. Y en realidad hasta cierto punto, ya que hemos hecho un recorte de sus -hasta exageradas- apreciaciones.

Se trata de la visita de un fiel lector de El Entre Ríos que en su momento viviera en Ubajay, donde había nacido, y que la abandonó en medio de lo que todo llevaba a suponer era una crisis terminal -sabemos bien de esos pueblos que se mueren como resultado del éxodo que se da en sus colonias circundantes- y que al volver se encontró con un Ubajay resucitado, con una clara determinación de seguir creciendo.

“Me emocioné hasta las lágrimas -nos dijo- porque me acordé de cómo era el Ubajay de antaño con la Sinagoga y la cremería, tal cual me relataban mis abuelos”.

Algo que le llamó la atención por incomprensible es encontrar al pueblo partido en dos por la autovía, y siguió en su treces a pesar de las explicaciones que le brindamos, de la larga lucha de los vecinos para que no desviaran la ruta. Aparte de que nos aclaró que no reconoció a nadie, si bien su paso fue un día en horas de la siesta. Le llamó gratamente la atención el hecho que ahora el poblado cuente con “dos plazas vivas”, que sus calles tengan casi todas cordón cuneta y que se haya comenzado a pavimentarlas, todo ello sin contar con la variedad de los comercios y las sorprendentes y sorpresivas novedades que muestra en materia edilicia.

Lo sorprendió ver “la casa de Rotmitrovsky” convertida en sede municipal -en cuanto a sus viejos dueños, presumía que habían fallecido- y no poder llegar a saber si la panadería que en su época era de Fuks seguía fabricando la variedad de panes y tortas negras que todavía golosamente recordaba.

Le llamó la atención la escasa arboleda de sus calles, doblemente inexplicable en su concepto “después de advertir que todas ellas llevan el nombre de árboles y que el Parque Nacional El Palmar está a un paso”. Es allí donde amagó con una crítica a las autoridades del parque, ya que consideró “una deuda incomprensiblemente sin saldar que ellos no tomaran la tarea como cosa propia y como un servicio que debían llevar como mochila, el suministrar todos los árboles autóctonos que Ubajay necesita para arbolar todas sus calles”. Nos manifestó su complacencia al haber comprobado que allí no existían, a la vista al menos, viviendas precarias como las que él puede ver en el conurbano, y le explicamos de la erradicación exitosa del Barrio La Tablita y de lo que, según se informa, se sigue haciendo en la materia.

Nos preguntó si todos los adelantos en materia urbana que percibía eran consecuencia de que Ubajay tenía una “municipalidad desmunicipalizada” -queriendo decir con esto que contaba con una planta de personal reducida y con remuneraciones austeras- y tuvimos, con vergüenza, que confesar nuestra ignorancia el respecto.

En suma, una visita grata de por sí, y que nos sirvió para reflexionar acerca de todo lo que se puede hacer para recuperar a las pequeñas poblaciones de nuestra campaña, las que aunque no se perciba plenamente, conservan muchas veces un potencial dormido con el que seguir adelante.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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