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Zygmunt Bauman
Zygmunt Bauman
Zygmunt Bauman
Una descripción de la situación política actual

La política, según el concepto de Bauman, ha alcanzado la máxima modernidad de la posmodernidad. Sería difícil encontrar unos tiempos políticos más líquidos y menos sólidos que los actuales. Los decretos del gobierno duran tres días hasta que el presidente los cambia. Las declaraciones de los ministros se quedan viejas en cuestión de horas. Las denuncias de la oposición no se fundamentan en datos, sino en sentimientos, cuando no en falsedades. Se acusa al gobierno de pinchar teléfonos ilegalmente y no pasa nada. Los dirigentes políticos remiten a los medios gráficos y audiovisuales declaraciones grabadas de propaganda líquida y a eso le llaman participar en el debate político. Estamos esperando a que los medios se rebelen contra semejante abuso. O quizá puede que ya sea demasiado tarde, porque todos los principios sólidos se han disuelto en la sociedad líquida. Hay indicios de que incluso nuestro presidente se ha vuelto líquido, que ya es mucho decir. Los debates sobre temas importantes como es el caso de la reforma tributaria, la laboral o la previsional, que prometía mucho, también se ha disuelto. A ver cuáles son las reformas a que atreverse a ser realidad el gobierno después del lío que los ministros y el presidente han organizado con sus declaraciones. Es una pena, porque con esos anuncios estábamos llegando a un asunto cuyo tratamiento no se puede seguir esquivando. Tal vez no pueda porque la oposición se ha vuelto líquida. Aunque debería animarse.

Por Rocinante

Lo que acabo de transcribir en el párrafo precedente, con pequeñísimos retoques, lo que justificaría que lo hiciera sin encomillarlo, no es otra cosa que un trozo de un artículo periodístico aparecido en un diario español, en tiempos en que el primer ministro no era el actual, sino su antecesor Rajoy. Mientras tanto, lo interesante del caso es que las consideraciones que allí se efectúan respecto a la situación en ese momento de ese país, resultan aplicables sin siquiera aplicarle una coma, a la actual de nuestro país y a la de tantos otros que viven circunstancias parecidas.

A su vez, lo único que en el mismo puede resultar extraño es la referencia a un señor que se apellida Bauman, y que con ese apellido suena a ser un intelectual judío, como efectivamente es ambas cosas, y la presencia insistentemente reiterada de las palabras líquido y liquidez, algo de lo que en seguida paso a ocuparme.
Bauman y la modernidad líquida
El nombre de Zygmunt Bauman (Pozna?, 19 de noviembre de 1925-Leeds, 9 de enero de 2017) dice poco y nada fuera de los círculos intelectuales y de los más o menos pretendidamente tales, aunque más que su nombre su terminología que suena casi hasta esotérica, está avanzado paulatinamente en el conocimiento por parte de sectores de población cada vez más amplios como consecuencia de notas a él referidas, y de otras en que se echa mano no siempre de la manera más adecuada a sus conceptos.

Se trata, como he dejado antes entrever, de un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Según se ha señalado su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones tales como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la modernidad líquida, y acuñó el término correspondiente.

Los lugares que señala el inicio y el fin de su trayectoria vital: nació en Pozman, antes de que Polonia quedara despedazada primero y con sus fronteras reajustadas después, todo ello como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, y murió en Leeds, una ciudad inglesa. En ese intermedio en lo que era entonces la Unión Soviética, formó parte de los servicios de seguridad y de inteligencia. De allí retornó a Polonia, en ese entonces también comunista, para trabajar en idénticos servicios. Sus desencuentros con el régimen hicieron que dejara esos servicios y que hiciera estudios universitarios en el mismo país, respecto de los temas sobre los cuales siguió reflexionando toda su vida y enseñando como profesor y a través de sus libros. En un momento en que el régimen buscó la salida de su intelectualidad judía, fue expulsado de Polonia y terminó su trayectoria trashumante aposentándose en Leeds, donde siguió viviendo y trabajando luego de su reto como profesor en la universidad de esa ciudad.

Es difícil sintetizar su pensamiento en una nota de estas características, aunque parte de la idea que el mundo (por el cual habría que entender su mundo, el europeo, por más que muchas de sus características se estén volviendo aceleradamente de alcance planetario) del que se ocupa es el de la modernidad, la que de haber sido en su momento sólida se ha ido transformando en una modernidad cada vez más líquida, lo que vendría a significar que se está asistiendo a un proceso de cada vez mayor derretimiento de la sociedad, en cuanto a que todo se está licuando desde el amor hasta la política, y por ende tanto a instituciones sociales como a valores y comportamientos se los ve adquirir esa característica.

A la vez, ese carácter líquido de la sociedad moderna, y de los elementos que la constituyen y los segmentos en los que se despliega. A continuación, sigue una larga parrafada, tomada de uno de sus glosadores o comentaristas, en el que se pretende dar una visión sintética de su pensamiento.

Bauman aplica el término de modernidad líquida a los tiempos actuales, basándose en los conceptos de fluidez, cambio, flexibilidad, adaptación, entre otros. Bauman afirma que lo líquido es una metáfora regente de la época moderna, ya que esta sufre continuos e irrecuperables cambios. Asimismo, lo líquido no se fija en el espacio ni se ata al tiempo, se desplaza con facilidad, no es posible detenerlo fácilmente; y todas estas son, a la vez, características fundamentales de las actuales rutinas diarias.
En el pasado, nos encontrábamos en un mundo predecible y controlable, uno sólido. La rutina, la visión a corto plazo, las costumbres, las colectividades eran algunas de sus características. Todo este panorama empezó a derretirse, cambiando aquella sociedad que estaba estancada y era demasiado resistente a los cambios, por una líquida y maleable. Bauman expone 5 ítems en los que desarrolla el concepto de modernidad líquida: emancipación, individualidad, espacio-tiempo, trabajo y comunidad.
Según Bauman, con la llegada de la modernidad todo se individualizó. Ser moderno significó estar eternamente un paso delante de uno mismo; es decir, debíamos transformarnos en lo que cada uno es. Como decía Jean Paul Sartre: “No basta con nacer burgués, hay que vivir la vida como burgués”. La modernidad cambió las reglas. La teoría crítica que defendía el individualismo ante el Estado, que en esa época oprimía todo, ahora pasa todo lo contrario. Hoy por hoy se busca recuperar lo público, ya que lo individual ha abarcado todos los estratos. Vivimos en una sociedad de individuos porque todo se ha individualizado. Se ha conformado un sistema tan grande que ahora cada individuo es culpable de su destino, de lo que le pasa o no.

Aunque a Bauman se le considera un pensador posmoderno, no le cabe el término de posmodernista, ya que utiliza los conceptos modernidad sólida y modernidad líquida para caracterizar lo que considera dos caras de la misma moneda.
Un intento de explica el andar actual por la política en nuestro país como una política líquida
Tanto entre nosotros como en el resto del mundo asistimos en el ámbito político a situaciones desusadas, pero sobre todo inexplicables, en cuanto se las ve como anomalías, en tanto se las ve como excepciones a una normalidad que alguna vez ha de volver, cuanto en realidad se me ocurre a mí también es que asistimos al inicio de lo que esperamos sea el por ahora bamboleante comienzo de un nuevo orden, que esperamos no llegue a convertirse en una ominosa distopía.

Es así como muchos de los fenómenos actuales no pueden ser medidos con los patrones a los que estábamos acostumbrados, sino que se nos ocurre deben ser mirados desde otra perspectiva. No porque deje de ser cierto aquello de que no hay nunca nada nuevo bajo el sol, sino porque una realidad que esquemáticamente puede parecer la misma alimentada por pasiones y comportamientos que han estado en la humanidad presentes desde siempre, se puede no solo manifestar en formas siempre cambiantes sino que exigen ser abordados desde otras perspectivas, apelando a instrumentos nuevos que resulten apropiados para este indispensable análisis. Ello no significa de ningún modo que me esté refiriendo a la presencia de un nuevo paradigma, una forma de expresarse que en la actualidad es casi una muletilla que parece servir tanto para un barrido como para un fregado.

Es que la referencia a que la política se está volviendo líquida o ya lo es, nos está diciendo de una realidad imprecisa por lo inacabada, a la que no es suficiente interpretar como una mera crisis del sistema de partidos políticos, la que conlleva los de estos. Es que no solo asistimos a la presencia de nuevos conceptos, como lo es el del neopopulismo (el que no se puede confundir con el populismo clásico, ya que éste no es de izquierda ni de derecha, sino que es el resultado de un batido con esos y otros ingredientes), y fenómenos políticos novedosos como es el caso del fenómeno Trump, del fenómeno Macron, o del fenómeno Bolsonaro.

Un síntoma de lo cual es la creciente desaparición del mal llamado voto cautivo, que lo es cuando se aplica respecto a una férrea y a la vez larga en cuanto hace referencia a la tradicional identificación familiar con una bandería partidaria, y es adecuado y no lo es cuando se aplica al voto clientelar, y que cuando hablo de su desaparición me estoy refiriendo a ambos, ya que la tendencia lleva a ver a los electores como átomos libres y hasta en exceso, cuando es el caso de verlos decidiendo fundamentalmente no de una manera serenamente razonada, sino como consecuencia de la manifestación de un humor cambiante.

Una situación que, entre otras cosas, se me ocurre debería llevar a redefinir el concepto descalificante de tránsfuga, del que se debería precisar de una manera más ajustada su sentido. Es que hasta ahora hablar en el ámbito de la política de tránsfuga era una forma paqueta de aludir a quien, como consecuencia de ser siempre oficialista, aunque quienes gobernaban cambiaran, iba yendo y viniendo desde la cúspide al llano, de lo que en lenguaje llano se conocía como carnero, o de una manera más clara como dado vuelta, dicho esto en relación al que se pasaba haciendo piruetas, cruzando de una bandería a otra.

En los tiempos actuales, cabría aplicarle el mismo nombre, por una parte, a aquellos que -sin abandonar las filas de un partido político o movimiento- siguen impertérritos en su seno, a pesar de los cambios profundos y radicales en materia doctrinaria y de la manera de encarar las políticas públicas, y no en el caso que pasen de una agrupación política a otra en la que sea notorio que son la expresión de un mismo pensamiento, a pesar de que en el plano de la acción pueden mostrar estrategias diferentes.

Dejando a un lado la cuestión de las lealtades personales y de traiciones a ellas, algo que sería meterme en otro terreno.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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