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Para la mayoría de las localidades ribereñas del río Uruguay, como es el caso de las que conforman “la mancomunidad de las tierras de los palmares”, ya con la primavera llegan los “tiempos de la cosecha”. Tiempo, el cuál, con bajas y una suba final, se extiende hasta Semana Santa.

Y si lo decimos de ese modo, lo es en un sentido que no es figurado, sino ampliando el significado de “cosecha” – la siembra es en el caso de carácter permanente y representa el esfuerzo de décadas- porque en todas esas localidades ribereñas la actividad turística funcionando a pleno, no es ni más ni menos que un tiempo de esa naturaleza.

Inclusive se da el caso de ciertas localidades, como Colón, en la que la actividad económica está centrada de una manera fundamental en el turismo, el que es el verdadero motor de su actividad urbana. Es por eso que ya de esto hace un tiempo en estas columnas nos ocupamos del tema. A ello debemos sumar ahora un verdadero grito de auxilio escuchado, y que tuviera su explicación en la preocupación notoria y comprensible de Rolando Martin, quien preside una agrupación recientemente formada, que integran alrededor de doscientos propietarios de complejos y unidades individuales de cabañas y de viviendas destinadas exclusivamente para atender la demanda turística.

Es que no pueden calificarse de otra manera sus expresiones, en una entrevista que se le efectuara en un programa de Radio 12. A los locadores de viviendas, habría que agregar los propietarios de casas que las destinan para “venir a veranear”, junto con su familia. Todo lo cual no significa que olvidemos a los hoteles, pero debe admitirse que su habilitación exige precauciones de un tenor mucho mayor.

No se trata, por otra parte, que no estemos convencidos que, tanto los funcionarios provinciales como municipales, no estén ya ocupándose del tema y planificando una nada fácil solución al problema, pero consideramos que es muy importante que ellos hagan pública su eventual decisión en la materia y los protocolos alternativos que se proyectan habilitar, para el momento en que se adopte la decisión esperada de una “apertura”, que obviamente no podrá ser irrestricta, sino prudente y, por ende, limitada de los cercos que actualmente ponen cerrojos a nuestras ciudades y sus playas.

Porque con el paso de los días la preocupación de quienes tienen su mayor interés en que ello ocurra no deja de aumentar. Máxime teniendo en cuenta que a nivel nacional el gobierno está tratando de encontrar una solución para otros destinos turísticos como es el caso de Bariloche. ¿Seremos, como tantas otras veces, el “último orejón del tarro”?
Fuente: El Entre Ríos

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